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Historia De Fátima


Enviado por   •  28 de Agosto de 2013  •  2.209 Palabras (9 Páginas)  •  288 Visitas

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La historia de Fátima comienza realmente en el año de 1916, cuando los trés niñitos, Lucía, una niña de nueve años, Francisco, un niño de ocho y Jacinta, una niñita de seis años; fueron al valle de la Cova de Iria cerca de la aldea de Fátima en Portugal. Este era un día común, cuando los niños llevaban sus obejas a pastar. En este día en particular al principio de la primavera de 1916 empezó a llover, por lo tanto, los niños subieron por un lado de la colina al sur del valle hasta una cueva natural, llamada "Cabeço". Allí terminaron sus juegos, almorzaron, y como era la costumbre en todo Portugal, se arrodillaron a decir el Rosario.

Antes de terminar el Rosario sintieron un viento fuerte y al mirar, notaron una luz extraña a lo lejos sobre el valle. Mientras la observaban, la luz se acercaba más y más hacia el sitio donde ellos estaban arrodillados y finalmente, vino hasta la misma entrada de la cuevita. Ahí la luz tomó la forma de un muchacho joven como de quince años. "No teman" dijo la criatura de la luz, "Yo soy el Ángel de la Paz, recen conmigo." Luego, postrándose con su frente tocando el suelo, le enseñó a los niños la oración que dice lo que está mal en el mundo hoy en día. Esta es la oración que el Ángel de la Paz le dio a los niños de Fátima: "Dios mío, Os creo, Os adoro, Os confo y Os amo. E imploro perdón por los que no Os creen, Os adoran, Os confian y Os aman". Trés veces consecutivas el Ángel repitió la oración, una oración en la cual, el cielo pide que de la tierra suban oraciones de Fe, Esperanza y Amor -- los tesoros que todos recibimos en el bautismo. "Recen así", dijo el Ángel cuando se retiraba. Los corazones de Jesús y María están atentos a vuestras súplicas."

Dos veces más en el verano de 1916 el Ángel visitó a los niños. La segunda vez que vino, los niños estaban jugando cerca del pozo detrás de la casa de Lucía. De pronto, sin avisar, apareció preguntando: "Que hacen? Recen, recen sin cesar; ofrescan oraciones y sacrificios al Todopoderoso. " Lucía confusa por las palabras, se atrevió a preguntar: "Pero cómo -- cómo debemos sacrificarnos?" A lo que el Ángel contestó: "En todo lo que hagan ofrezcan un sacrificio a Dios para pagar por los pecados que le ofenden, sobre todo, acepten con sumisión los sufrimientos que Dios les vá a mandar."

Más tarde en el valle, las niñas se lo explicaron a Francisco quien había visto el Ángel pero no pudo oir su voz. "Pero como debemos sufrir?" dijo Francisco, "No estamos enfermos. Tenemos suficiente para comer y un sitio para vivir." Pero pronto aprendió su significado, cuando su hermano mayor se enlistó en el ejercito pelfando de la segunda guerra mundial. Igualmente la pequeña Jacinta se deprimió por la preocupación en su hogar y los cuentos de muerte en el campo de batalla, igual al problema en la familia de Lucía, cuando su padre comenzó a gastar todo su dinero en las tabernas, y extendía sus bracitos y lloraba diciendo; "Señor, Os ofrecemos todos estos sufrimientos para la converción de los pecadores." Entonces empezaron a comprender el significado de sufrir y el gran misterio del pecado.

A fines del verano, el Ángel vino a "El Cabeco" donde estaban rezando, esta cueva fué santificada debido a su primera visita. En su mano sostenía un Cáliz y sobre él, una Hostia sangrando. Arrodillándose dijo la conmovedora oración: "O Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Epíritu Santo, Os adoro y ofrezco el preciocísimo cuerpo, sangre, alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en los tabernáculos en el mundo, en reparación por las injurias, sacrilegios é indiferencias por los cuales Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María, Os imploro por la converción de los pobres pecadores." Luego, dando la Hostia a Lucía y el contenido del Cáliz a Francisco y a Jacinta dijo: "Tomad y bebed del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, horriblemente ofendido por hombres ingratos. Haced reparación por sus crímenes y consuelen a Dios." Esta fúe la última vez que los niños vieron al Ángel de la Paz.

Nada fuera de lo ordinario sucedió durante los días que siguieron. El verano pasó, el invierno llegó, la primavera con su nueva vida, y durante ese tiempo los niños abrazaron la esperanza de que la criatura de la luz regresaría a ellos.

El trece de Mayo de 1917, cuando fueron a la serra, los niños no sabían la confusión en que el mundo se encontraba. No habían oido la voz del Papa Benedicto XV que se había dirigido a la Madre de la humanidad, pidiéndole a María que mirase al mundo sollozando, que simpatizara con los llantos de los niños inocentes, y los lamentos angustiosos de las Madres y las esposas. Sin embargo, este era el día en que la Madre de Dios había decidido contestar la súplica del Santo Padre.

Al mediodía los niños fueron sorprendidos por un rayo repentino de un relámpago. Mirando hacia arriba no vieron señal de tormenta; el cielo nunca había estado tan bello, ni el valle tan pacífico. Otra vez vino el rayo y temiendo que una tormenta repentina los sorprendiera, corrieron en dirección de la pequeña cueva. Al volverse, se sorprendieron al ver una Bella Dama parada sobre uno de los pequeños robles cercanos. "No Teman", Dijo la Bella Dama. Sin miedo Lucía le preguntó: "De donde viene Usted?" -- "Vengo del cielo." "Del cielo!" dijo Lucía...y preguntó: "Iré al cielo?" "Sí". Y pensando en sus compañeros añadió: "Y Jacinta, irá también?" "Sí" -- "Y Francisco, irá también al cielo?" Francisco, oyendo su nombre, se volvió y vió a las niñas mirando hacia el arbolito, y no viendo nada, gritó; "tírale una piedra a ver si se vá!" "Porqué es que Francisco no la vé?" Lucía preguntó a la Dama. Entonces Nuestra Señora contestó las palabras que todos debemos tomar muy en serio: "Dile a Francisco que diga el Rosario y me verá." Inmediatamente Francisco tomó sus cuentas y comenzó a rezar. Antes de terminar, sus ojos se abrieron y pudo ver la visión que lo cambió en uno de los más grandes apóstoles de la oración de estos tiempos. El pequeño Francisco que como muchos de nosotros pensaba que las oraciones no eran importantes, nunca olvidó las palabras de Nuestra Señora. Enseguida se convirtió en una inspiración

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