Historia del ocultismo

Historia del ocultismo

Primera parte

La antigüedad

Egipto

En Isis y Osiris, de Plutarco, leemos: <> Y desde la antigüedad las llanuras donde las extrañas moradas de los faraones permanecen, como gigantes de piedra dormidos, han sido visitadas como celosos guardianes de los más preciosos secretos sobre la vida y la muerte, de las artes que llevan a conocer la esencia de las cosa y que permiten hablar con los dioses y los difuntos.  Los pueblos antiguos tomaron de Egipto la ciencia del <>, su creencia en una relación estrecha entre el cielo y la tierra.  Veremos cómo Grecia y Roma se volvieron hacia Egipto para aprender. Hasta los judíos contemplaban la patria de los faraones  como la tierra de los secretos. <>, se puede leer en el Talmud, refiriéndose a Cristo, y esto era suficiente para explicar el que hubiera podido curar a los enfermos y resucitar a los muertos. Incluso en los tiempos modernos, Egipto ha ejercido esta extraña fascinación. Los alquimistas de la edad media se esforzaban por encontrar los secretos de Hermes. Y los ocultistas del siglo XVIII, Cagliostro y Saint-Germain, ¿no pretendían ser hijos de Egipto y herederos de sus secretos?

Todavía en nuestros días encontramos en el vocabulario británico una prueba de que la tierra de los faraones ha disfrutado siempre de una reputación de misterio: gypsy es sinónimo de <>, de <>.

En el estado actual de las investigaciones sobre el ocultismo, es evidente que Egipto ha sido la cuna de la magia para los países mediterráneos.  

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La esfinge. Interpretación de Oswald Wirth.

Magia y Religión.

Como en todos los pueblos de la antigüedad, el ocultismo está íntimamente ligado a la vida religiosa. Las creencias de los egipcios rigen sus prácticas mágicas; y estas mismas prácticas son, en su mayoría religiosas. Nos será necesario, por tanto, hacer frecuentes incursiones en el terreno de la religión, sin perder nuestro verdadero objetivo, que es estudiar todo lo que se refiere al ocultismo, entendido según la definición que  hemos dado. (El secreto de hacer lo que la naturaleza no puede hacer)

La religión egipcia es, en efecto,  esencialmente mágica al ser muy realista. Cada gesto, cada palabra del sacerdote debe realizar alguna cosa concreta, sea en terreno físico o psíquico. A determinada fórmula, a determinado acto mágico, el dios debe responder acordando un favor claramente determinado. ¡Y que no se les ocurra hacer trampa! Existen  terribles sortilegios que, pronunciados por un mago, pueden alcanzar cruelmente al dios. En efecto, el mago se reserva el derecho de amenazar, por él o por sus clientes, a las divinidades. << Si no traéis la barca hasta él, arrancará los bucles de vuestras cabezas como si fueran capullos de flores en la orilla de un lago…>> Si a un muerto no le es acordado el lugar a que aspiraba, el mago el mago invocará el rayo para que éste caiga sobre el brazo de Shou que sostiene  las bóvedas del cielo. (A. Erman, <>pág 344, parís, Payot, 1937.) O castigo más benigno, se amenazaba a los dioses con robar en los altares los pedazos de carne que les pertenecían y no volver a hacer ninguna ofrenda. Sin llegar hasta la amenaza, también se puede hacer valer los derechos de cada uno. > Ramsés II, rodeado de dos mil quinientos carros enemigos, invoca la ayuda de Amón, su padre. No es, escribe E.Naville, <>.

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