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LA PALABRA DE DIOS


Enviado por   •  24 de Diciembre de 2013  •  32.885 Palabras (132 Páginas)  •  272 Visitas

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I LA PALABRA DE DIOS

Las Sagradas Escrituras compuestas del Antiguo y Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, otorgada por inspiración divina mediante hombres santos de Dios que hablaron y escribieron movidos por el Espíritu Santo. En su palabra, Dios ha transmitido al hombre el conocimiento necesario para la salvación. Las Sagradas son una revelación infalible de su voluntad. Son la norma de carácter, la prueba de la experiencia, la autoridad reveladora de las doctrinas, y el registro fidedigno de los hechos de Dios en la historia.

Ningún libro ha sido tan amado, tan odiado, tan reverenciado, tan condenado como la Biblia.

La Revelación Divina

¿En qué formas se ha revelado Dios mismo y qué función cumple la Biblia en su revelación?

Revelación General: La vislumbre del carácter de Dios que proveen la historia, la conducta humana, la conciencia y la naturaleza con frecuencia se llama “revelación general” porque está disponible a todos y apela a la razón. Los cielos (Salmos 19:1) La naturaleza (Romanos 1:20); La familia (Isaías 66:13; Salmos 103:13.

Revelación Especial: El pecado limita la revelación que Dios hace de sí mismo. Tanto mediante el Antiguo y el Nuevo Testamento Dios se reveló así mismo ante nosotros en una forma específica, no dejando lugar a dudas en cuanto a su carácter de amor. Primeramente se reveló mediante los profetas; luego la revelación máxima, mediante la persona de Jesucristo (Hebreos 1:1, 2). Necesitamos conocer a Dios mediante Jesucristo (Juan 17:3; Efesios 4:21). Y mediante las Escrituras Dios penetra en nuestras limitaciones mentales, morales y espirituales, comunicándonos su ansiedad por salvarnos.

El Foco de las Escrituras:

Jesucristo es el foco de la Escritura. El AT presenta al Hijo de Dios como el Mesías, el Redentor del mundo; el NT lo revela como Jesucristo, el Salvador. Jesús está colocado al centro del escenario del drama cósmico. El tema del amor de Dios, particularmente como se ha visto en el sacrificio de Cristo en el Calvario, es la mayor verdad del universo, el foco de la Biblia. De modo que todas las verdades bíblicas, deben estudiarse en torno a esta perspectiva.

El Origen de la Escrituras:

La autoridad de la Biblia tanto en asuntos de fe como de conducta, surge de su origen. Los mismos escritores sagrados la consideran distinta de toda la demás literatura. Se refirieron a ella como las “Santas Escrituras” (Rom.1:2), “Sagradas Escrituras” (2Tim.3.15), y “Palabra de Dios” (Rom.3:2; Heb.5:12)

La individualidad de las Escrituras está basada en su mismo origen. (Isa.1:1; Amos 1:1; Miq.1:1; Hab.1:1; Jer.38:21)

Los escritores señalaron al Espíritu Santo como el Ser que inspiraba a los profetas a comunicar los mensajes al pueblo. (Neh.9:30; Zac.7:12; 2Sam.23:2; Eze.2:2; 11:5,24, Miq.3:8)

El NT reconoció el papel del Espíritu Santo en la producción del AT. (Mar.12:36; Hech.28:25; 1Ped.1:10; 2Ped.1:21; Heb.3:7; 9:8)

Los escritores del NT reconocieron también al Espíritu Santo como la fuente de sus propios mensajes. (1Tim.4:1; Apoc.1:10; Hech.1:2; Efe.3:3-5)

Dios las escribió, no con sus manos, sino con otras manos –más o menos cuarenta pares-, en un periodo de más de 1500 años. Y por cuanto Dios el Espíritu Santo inspiró a los escritores, Dios entonces es el autor

La Inspiración de las Escrituras:

2Timoteo 3:16. Griego theopneustos: Inspiración, literalmente significa “alentada de Dios”, “Dios respiró” la palabra en las mentes de los hombres. La inspiración es el proceso mediante el cual Dios comunica sus verdades eternas.

El proceso de inspiración: 2Pedro 1:21 Estas revelaciones fueron incorporadas en el lenguaje humano con todas sus limitaciones e imperfecciones; sin embargo, permanecieron como el testimonio de Dios. Dios inspiró a los hombres, no las palabras. (1Cor.14:32) La inspiración genuina no anula la individualidad ni la razón, integridad o personalidad del profeta. Podemos tomar como ejemplo la relación de Moisés y Aarón (Ex.7:1; 4:15,16)

En una ocasión Dios mismo habló y escribió las palabras exactas. (Ex.20:1-17, 31:18; Deut.10:4,5) sin embargo, aun éstas tuvieron que ser expresadas dentro de los límites del lenguaje humano.

Como se dijo de Cristo, también se puede afirmar de la Biblia que “aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Jn.1:14)

La Biblia no enseña inspiración parcial o grados de inspiración. Estas teorías son especulaciones que le quitan autoridad divina.

La exactitud de la Escrituras: La inspiración de las Escrituras garantiza su veracidad. Es claro que, si bien es cierto que los manuscritos antiguos varían, las verdades esenciales han sido preservadas. Es muy posible que los escribas y traductores de la Biblia hayan cometido pequeños errores. Sin embargo, la evidencia de la arqueología bíblica revela que muchos así llamados errores fueron solamente malentendidos de parte de los estudiosos.

La Autoridad de las Escrituras

Las Escrituras tienen autoridad divina porque en ellas Dios habla mediante el Espíritu Santo

Los derechos de las Escrituras: Los escritores de la Biblia testifican que sus mensajes vienen directamente de Dios. (Jer.1:1; 2:9; Eze.1:3; Ose.1:1; Joel 1:1; Jonás 1:1; Ageo 1:13; 2Crón.36:16; Eze.2:4; Isa.7:7)

A veces el agente humano que Dios usa queda en el trasfondo. (Mat.1:22)

Pedro clasifica los escritos de Pablo como la Escritura. (2Ped.3:15,16; Gál.1:12; 1Tim.5:18; Luc.10:7)

Jesús y la autoridad de la Escritura: A través de todo su ministerio, Jesús destacó la autoridad de las Escrituras. (Mat.4:4,7,10; Luc.20:17; 10:26)

Jesús colocó la Biblia por sobre todas las tradiciones y opiniones humanas. (Mar.7:7-9; Mat.21:42; Mar.12:10,26)

Jesús creía firmemente en la autoridad de la palabra profética y revelaba lo que señalaba hacía él. (Jn.5:39,46; Luc.24:25-27). Sin reservas Cristo aceptó las Sagradas Escrituras como la revelación autoritativa de la voluntad de Dios.

El Espíritu Santo y la autoridad de la Escrituras: Sin la iluminación del Espíritu Santo nuestras mentes nunca podrían comprender correctamente la Biblia, ni tan sólo reconocerla como la autoridad divina.

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