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La Catequesis

freddy00729 de Octubre de 2012

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Una vez salió un sembrador a sembrar" (Mc 4,3)

15. Esta parábola es fuente inspiradora para la evangelización. "La semilla es la Palabra de Dios" (Lc 8,11). El sembrador es Jesucristo. Anunció el Evangelio en Palestina hace dos mil años y envió a sus discípulos a sembrarlo en el mundo. Jesucristo, hoy, presente en la Iglesia por medio de su Espíritu, sigue sembrando la Palabra del Padre en el campo del mundo.

La calidad del terreno es siempre muy variada. El Evangelio cae "a lo largo del camino" (Mc 4,4) cuando no es realmente escuchado; o cae "en pedregal" (Mc 4,5), sin penetrar a fondo en la tierra; o "entre abrojos" (Mc 4,7), sofocándose enseguida en el corazón de muchas personas, distraídas por mil afanes. Pero una parte cae "en tierra buena" (Mc 4,8), en hombres y mujeres abiertos a la relación personal con Dios y solidarios con el prójimo, y da fruto abundante.

Jesús, en la parábola, comunica la buena noticia de que el Reino de Dios llega a pesar de las dificultades del terreno, las tensiones, los conflictos y los problemas del mundo. La semilla del Evangelio fecunda la historia de los hombres y anuncia una cosecha abundante. Jesús hace asimismo una advertencia: sólo en el corazón bien dispuesto germina la Palabra de Dios.

Una mirada al mundo desde la fe

16. La Iglesia continúa sembrando el Evangelio de Jesús en el gran campo de Dios. Los cristianos, insertos en los más variados contextos sociales, miran al mundo con los mismos ojos con que Jesús contemplaba la sociedad de su tiempo. El discípulo de Jesucristo, en efecto, participa desde dentro de "los gozos y esperanzas, de las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo", 12 mira la historia humana y participa en ella, no sólo con la razón sino con la fe. A la luz de ésta, el mundo aparece, a un tiempo, "fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado y liberado por Cristo, crucificado y resucitado, una vez que fue quebrantado el poder del Maligno". 13

El cristiano sabe que en toda realidad y acontecimiento humano subyacen al mismo tiempo:

la acción creadora de Dios, que comunica a todo su bondad;

la fuerza que proviene del pecado, que limita y entorpece al hombre;

el dinamismo que brota de la Pascua de Cristo, como germen de renovación, que confiere al creyente la esperanza de una "consumación" definitiva. 14

Una mirada al mundo, que prescindiese de alguno de estos tres aspectos, no sería auténticamente cristiana. Es importante, por eso, que la catequesis sepa iniciar a los catecúmenos y a los catequizandos en una lectura teológica de los problemas modernos. 15

EL CAMPO DEL MUNDO

17. Como madre de los hombres, lo primero que ve la Iglesia, con profundo dolor, es "una multitud ingente de hombres y mujeres: niños, adultos y ancianos, en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren el peso intolerable de la miseria". 16 Ella, por medio de una catequesis en la que la enseñanza social de la Iglesia ocupe su puesto, 17 desea suscitar en el corazón de los cristianos "el compromiso por la justicia" 18 y la "opción o amor preferencial por los pobres", 19 de forma que su presencia sea realmente luz que ilumine y sal que transforme.

Los derechos humanos

18. La Iglesia, al analizar el campo del mundo, es muy sensible a todo lo que afecta a la dignidad de la persona humana. Ella sabe que de esa dignidad brotan los derechos humanos, 20 objeto constante de la preocupación y del compromiso de los cristianos. Por eso su mirada no se interesa sólo por los indicadores económicos y sociales, 21 sino también por los culturales y religiosos. Lo que ella busca es el desarrollo integral de las personas y de los pueblos. 22

La Iglesia advierte con gozo que "una beneficiosa corriente atraviesa y penetra ya todos los pueblos de la tierra, cada vez más conscientes de la dignidad del hombre". 23 Esta conciencia se expresa en la viva solicitud por el respeto a los derechos humanos y el más decidido rechazo a sus violaciones. El derecho a la vida, al trabajo, a la educación, a la creación de una familia, a la participación en la vida pública, a la libertad religiosa son, hoy, especialmente reclamados.

19. Sin embargo, en bastantes lugares, y en aparente contradicción con la sensibilidad por la dignidad de la persona, los derechos humanos son claramente violados. 24 Y así se generan, en esos lugares, otras formas de pobreza, que no se sitúan sólo en el plano material: se trata de una pobreza cultural y religiosa que preocupa, igualmente, a la comunidad eclesial. La negación o limitación de los derechos humanos, en efecto, empobrece a la persona y a los pueblos igual o más que la privación de los bienes materiales. 25

La obra evangelizadora de la Iglesia tiene, en este vasto campo de los derechos humanos, una tarea irrenunciable: manifestar la dignidad inviolable de toda persona humana. En cierto sentido es "la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana". 26 La catequesis ha de prepararles para esa tarea.

La cultura y las culturas

20. El sembrador sabe que la semilla penetra en terrenos concretos y que necesita absorber todos los elementos necesarios para poder fructificar. 27 Sabe también que, a veces, algunos de esos elementos pueden perjudicar la germinación y la cosecha.

La Constitución Gaudium et Spes subraya la gran importancia de la ciencia y de la técnica en la gestación y desarrollo de la cultura moderna. El espíritu científico que dimana de ellas "modifica profundamente la tendencia cultural y las maneras de pensar", 28 con grandes repercusiones humanas y religiosas. La racionalidad científica y experimental está profundamente enraizada en el hombre de hoy.

Sin embargo, la conciencia de que ese tipo de racionalidad no puede explicarlo todo gana hoy cada vez más terreno. Los propios hombres de ciencia constatan que, junto al rigor de la experimentación, es necesario otro tipo de sabiduría para poder comprender en profundidad al ser humano. La reflexión filosófica sobre el lenguaje hace ver, por ejemplo, que el pensamiento simbólico es una forma de acceso al misterio de la persona humana, inaccesible de otro modo. Se convierte, así, en indispensable un tipo de racionalidad que no divida al ser humano, que integre su afectividad, que lo unifique, dando un sentido más integral a su vida.

21. Junto a esta "forma de cultura más universal", 29 hoy se constata también un creciente deseo de revalorizar las culturas autóctonas. La pregunta del Concilio sigue viva: "¿De qué forma hay que favorecer el dinamismo y la expansión de la nueva cultura sin que perezca la fidelidad viva a la herencia de las tradiciones?". 30

En muchos lugares se toma conciencia de que las culturas tradicionales son agredidas, por las influencias exteriores dominantes y por la imitación alienante de formas de vida importadas. De esta manera, se van destruyendo gradualmente la identidad y los valores propios de los pueblos.

También se constata la enorme influencia de los medios de comunicación los cuales, muchas veces, por intereses económicos o ideológicos, imponen una visión de la vida que no respeta la fisonomía cultural de los pueblos a los que se dirige.

La evangelización tiene, así, en la inculturación uno de sus mayores desafíos. La Iglesia, a la luz del Evangelio, ha de asumir todos los valores positivos de la cultura y de las culturas, 31 y discernir aquellos elementos que obstaculizan a las personas y a los pueblos el desarrollo de sus auténticas potencialidades.

La situación religoso-moral

22. Entre los elementos que componen el patrimonio cultural de un pueblo, el factor religioso-moral tiene para el sembrador una particular relevancia. En la cultura actual se da una persistente difusión de la indiferencia religiosa: "Son muchos los que, hoy en día, se desentienden de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan de forma explícita". 32

El ateísmo, en cuanto negación de Dios, "es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo". 33 Adopta formas diversas, pero especialmente hoy aparece bajo la forma del secularismo, que consiste en una visión autónoma del hombre y del mundo "que se explica por sí mismo sin que sea necesario recurrir a Dios". 34

En el ámbito específicamente religioso, se dan signos de una "vuelta a lo sagrado" 35 y de una nueva sed de las cosas trascendentes y divinas. El mundo actual testifica, de una manera cada vez más amplia y viva, "el despertar de una búsqueda religiosa". 36 Este fenómeno, ciertamente, no carece de ambigüedad. 37 El amplio desarrollo de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos, y el resurgir del "fundamentalismo", 38 son datos que interpelan seriamente a la Iglesia y que se deben analizar con cuidado.

23. La situación moral que hoy se observa está muy relacionada con la religiosa. En efecto, se detecta un oscurecimiento de

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