La Comunion De Los Santos
Giovanni_Asaba26 de Enero de 2015
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UNA GOZOSA Y MARAVILLOSA EXPERIENCIA DE DIOS
Por el P. Ángel Peña Benito, Agustino Recoleto
Dedicatoria:
Al Espíritu Santo, el inspirador de este librito y a Santa Teresita del Niño Jesús cuyo caminito de infancia espiritual ha inspirado y guiado mi vida.
Nihil obstat: P. José Ilayes
Puede imprimirse: Monseñor Fernando Vargas, Arzobispo de Arequipa.
Arequipa, Perú, 1991
LOS MISTERIOS DE DIOS
“En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios... En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres... Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron... Y el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros... De su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia... la gracia y la verdad vinieron de Jesucristo” (Jn 1, 1-11).
Palabras hermosas sobre la Palabra divina, el Verbo de Dios, Jesucristo. “A cuantos lo recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1, 12) Y tú ¿te sientes hijo del Padre Dios? ¿Te sientes como un niño pequeño en los brazos del Padre? “Hemos recibido el espíritu de adopción por el que clamamos Abba, Papá. El Espíritu mismo (el Espíritu Santo) da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y, si hijos, también herederos; herederos de Dios, coherederos con Cristo” (Rom. 8, 15-17).
¿Te sientes hermano y amigo de Jesús, especialmente de Jesús Eucaristía? ¿Qué significa para ti el Amor y el poder santificador del Espíritu Santo? ¿Lo amas, lo invocas y le pides sus dones y carismas o es para ti un gran desconocido? Padre, Hijo y Espíritu Santo forman la Trinidad santa, un solo Dios, que existe desde siempre y para siempre.
Y Dios creó a los ángeles... y muchos de ellos se rebelaron contra Dios y quedaron convertidos en demonios. Y Lucifer (fuente de luz), la criatura más hermosa creada por Dios, se convirtió en el Dragón. “Y fue arrojado el Dragón grande, la antigua serpiente, llamada diablo y Satanás... Miguel y sus ángeles pelearon contra el Dragón y peleó el Dragón y sus ángeles y no pudieron triunfar y no pudo haber lugar para ellos en el cielo” (Apocalipsis 12, 7-9).
Y aquí comienza también el drama de la humanidad. Adán y Eva creados por Dios con los dones preternaturales de la inmortalidad, impasibilidad, integridad y ciencia infusa, por instigación del diablo pecaron contra Dios y quedaron privados de estos dones. Desde entonces toda la Historia humana se desarrolla como una gran batalla (Dios, ángeles, hombres, Satanás, demonios). Así lo expresa el Apocalipsis y el capítulo 6 de la Carta a los Efesios: “Confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder; vestíos con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los malos espíritus..., estad, pues, alerta” (Ef 6, 10-14). “Sed sobrios y vigilad que vuestro adversario el Diablo como león rugiente, anda rondando, buscando a quién devorar” (I Pedro 5, 8). “Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Sant. 4, 7).
LA VIDA
Vive tu vida con alegría. La vida es un don maravilloso. Fuimos creados para el gozo y la alegría de vivir con Dios, pero el pecado trastornó los planes divinos y desde entonces la vida es una lucha constante, una prueba, una gran batalla. Para ganarla debemos obedecer a Dios, que, como buen Padre, sabe mejor que nosotros los que nos conviene. Debemos amarlo con todo el corazón y seguir sus mandamientos.
No olvidemos que sólo se vive una sola vez. Por eso, debemos aprovechar bien el tiempo de vida que Dios nos dé. Vivamos de cara a la eternidad que nos espera. Demos más importancia al alma que al cuerpo, a las cosas espirituales que a las materiales. Si empleáramos tanto tiempo en el cuidado del alma como el que empleamos en el cuidado del cuerpo, qué bien nos iría. Pero, con frecuencia, nos olvidamos de Dios y de las cosas espirituales y vivimos abocados totalmente al cuerpo y a las cosas de este mundo. Perdemos de vista la perspectiva del más allá y olvidamos que esta vida es pasajera. No queremos darnos cuenta de la gran realidad de la muerte, que puede venir en cualquier momento.
Por ello, debemos vivir conscientes, con la mirada en alto, siempre preparados, sin olvidar que la vida es demasiado frágil y que puede romperse en cualquier momento. Aprovechemos cada minuto de sesenta segundos que nos lleven al cielo. Como decía el fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer: “Este mundo se nos va de la mano, no podemos perder el tiempo, hay que administrarlo bien, con sentido de la responsabilidad. Pero no debemos desear morir antes de tiempo. Debemos desear vivir hasta haber cumplido fielmente nuestra misión. Hemos de desear vivir para trabajar por nuestro Señor, para hacer el bien a los hermanos”.
Vivir es recibir con ilusión la luz de cada día, es tener a Dios como compañero de camino, sin olvidar a nuestros hermanos santos y ángeles. Vivir es enfrentarse sin temor al día de mañana, es comer con gozo el pan ganado con el sudor de cada día. Vivir es abandonarse plenamente en los brazos de Dios y confiar en Él, pase lo que pase. Es tener paz en la conciencia y poder dormir sin sobresaltos ni temores cuando llega la noche. En una palabra, vivir es amar y tener la vida de Dios en nuestro corazón. Por eso, la vida se desarrolla y se enriquece cuando aumenta el número de instantes que están llenos de amor. El que desprecia un instante no llegará jamás a la plenitud de la vida. Sepamos, pues, decir ¡Sí! a Dios en cada instante. Vivamos el presente en plenitud y responsabilidad.
Si lees, lee plenamente; si comes, hazlo como quien experimenta un regalo con agradecimiento; si hablas con alguien, dedícate a escucharlo. Hazlo así en todas las cosas, en el trabajo, en el sueño, en el tiempo libre, en la oración. Y así en medio de la vida, encontrarás el camino hacia lo profundo de ti mismo y encontrarás a Dios y serás feliz. Como decía San Agustín: “Dios es más íntimo que lo más íntimo de ti mismo y más superior que lo más supremo de ti mismo”.
Te recomiendo que no seas mediocre, que aspires siempre a las alturas, que des sentido a cada momento de tu vida, haciéndolo todo por amor a Dios. No importa lo que seas ni lo que hagas, hazlo todo con amor y por amor, porque Dios no mira tanto lo que hacemos cuanto el amor con que lo hacemos. Haz bien lo que haces y no olvides la eternidad. Se nos dice en el Eclesiástico: “Acuérdate de tus postrimerías y nunca jamás pecarás”. Acuérdate de que después de la muerte hay un juicio y después viene una eternidad feliz o infeliz. Toma tu vida con ambas manos y ofrécesela a Dios con amor, y confía en Él sin temor.
Para meditar en la fugacidad de la vida, puedes visitar un cementerio y pensar en los que fueron y ya no son. Puedes imaginarte que tienes cáncer y sólo te quedan dos meses de vida o que te vas a quedar ciego o paralítico. ¿Qué harías? ¿Cómo vivirías el tiempo que te queda de vida? Imagina tu muerte y tu funeral. Dentro de cien años, ¿dónde estarás? Medita y ora y no temas. Dios está a tu lado y te ama y te quiere hacer feliz por toda la eternidad. Ponte en sus manos como un niño y confíale tus problemas, tus pecados y tus necesidades. Sonríe, DIOS TE AMA. Y trata de vivir con alegría y cumplir fielmente la misión que te ha encomendado. Como decía el Cardenal Newman: “Dios me ha confiado un trabajo que no ha encomendado a ningún otro. Tengo una misión en la vida. De algún modo, yo soy necesario para su propósito y no puedo defraudarlo”. Para conseguirlo debes orar mucho.
LA ORACIÓN
Decía Sta. Teresita del Niño Jesús: “Cuán grande es el poder de la oración. Diríase que es una Reina que tiene siempre libre entrada en el palacio del Rey, pudiendo obtener todo lo que le pide... Para mí la oración es un impulso del corazón, una simple mirada al cielo; es un grito de agradecimiento y de amor que elevamos al cielo, lo mismo en medio de la tribulación que en el seno de la alegría. En fin, es algo elevado y sobrenatural, que dilata el alma y la une a Dios”. Ella misma nos dice que cuando no podía rezar, recitaba muy despacio el Padrenuestro y el Avemaría y sentía que alimentaba espiritualmente su alma. Y ¿qué podemos decir del Rosario meditando en los misterios de la vida de Jesús y de María, que tantas veces nos recomienda María, nuestra Madre? ¿Y del rezo del Oficio Divino, la oración pública de la Iglesia? Pero por encima de todas las oraciones, está la santa Misa, la oración misma de Jesús. Porque es Jesús quien sigue ofreciéndose al Padre por la salvación del mundo como lo hizo en la cruz. Y nosotros debemos vivir la Misa y hacer de nuestra vida una misa continua, viviendo nuestra propia misa. ¿Cómo? Ofreciéndonos en cada momento y ofreciendo todo lo que somos, hacemos o tenemos con Jesús por la salvación del mundo. Es importante hacerlo todo en unión con la Sangre de Jesús, en el Nombre de Jesús, en unión con cada misa que se celebra en el mundo o asistiendo a cada sagrario del mundo y adorar a Jesús Eucaristía en unión con los ángeles y los santos que lo acompañan.
¡Cuántas veces he pensado en el valor de la Eucaristía! En tan pocos minutos, una Misa bien celebrada tiene un valor infinito que hay que aplicar por la salvación actual del mundo. Pero qué importante es celebrarla bien y asistir con amor y devoción para recibir a Jesús mismo en la Comunión. ¡Cuánto vale también el sacramento de la confesión para quedar
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