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La Importancia del Perdón


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2013  •  1.581 Palabras (7 Páginas)  •  224 Visitas

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La Importancia del Perdón

Aunque, de entrada, la consideración de algo así pueda parecer una auténtica ‘ñoñería’, lo cierto es que, todos sabemos que algo así nos ayudaría muchísimo en nuestro día a día y, sobre todo, nos facilitaría muchísimo más la comprensión hacia nosotros y hacia los que nos rodean, especialmente, si se trata de personas a las que queremos o tenemos en gran estima.

Además, teniendo en cuenta la sociedad que estamos generando y la educación que estamos inculcando, estoy más convencida todavía de que nos iría infinitamente mejor si ejercitásemos con mayor frecuencia la práctica del perdón.

Así que, por todo ello y porque considero que cada uno de nosotros desde su sitio puede contribuir, en mayor o menor medida, gracias a la aportación de su pequeño granito de arena, quiero “predicar con el ejemplo” (como diría mi madre) y dar el primer paso. Así, la mejor manera que se me ocurre, para comenzar a hacerlo, es invitaros a la lectura de algunos extractos literales que quiero compartir con vosotros y que han sido obtenidos de un libro en concreto: Cómo Perdonar – Perdonar para Sanar. Sanar para Perdonar, Jean Monbourquette.

“Cuando lesionan nuestra integridad física, moral o espiritual, algo sustancial ocurre en nosotros. Una parte de nuestro ser se ve afectada, lastimada, incluso mancillada y violada, como si la maldad del ofensor hubiese alcanzado nuestro yo íntimo. Nos sentimos inclinados a imitar a nuestro ofensor, como si un virus contagioso nos hubiese contaminado. Tendemos a nuestra vez a mostrarnos malos, no sólo respecto al ofensor, sino con nosotros mismos y con los demás.

...La imitación del agresor es un mecanismo de defensa, donde por un reflejo de supervivencia, la víctima se identifica con su verdugo [...].

Algunas reacciones emotivas desmesuradas no son más que la reactivación de una herida del pasado mal curada. Vivir irritado, incluso inconscientemente, exige mucha energía y mantiene un estrés constante. Entenderemos mejor lo que ocurre si tenemos presente la diferencia entre el resentimiento, que engendra estrés, y la cólera, que no lo hace. Mientras la cólera es una emoción sana en sí misma que desaparece una vez expresada, el resentimiento y la hostilidad se instalan de manera estable como actitud defensiva siempre alerta contra cualquier ataque real o imaginario.

La persona que no quiere o no puede perdonar difícilmente lograr vivir el momento presente. Se aferra con obstinación al pasado y, por eso mismo, se condena a malograr su presente, además de bloquear su futuro [...].

La venganza se trata, sin duda, de la respuesta a la afrenta más instintiva y espontánea... No cabe duda de que la imagen del ofensor humillado y sufriendo proporciona al vengador un gozo narcisista; extiende un bálsamo temporal sobre su sufrimiento personal y su humillación; da al ofendido la sensación de ya no estar solo en la desgracia. Pero ¿a qué precio? Es una mínima satisfacción, que no es auténticamente gratificante y carece de creatividad relacional.

El instinto de venganza ciega al que sucumbe a él. ¿Cómo es posible evaluar el precio exacto de un sufrimiento para exigir del causante un sufrimiento equivalente? En la danza de las venganzas más que llevar se es llevado. La obsesión de revancha encierra una espiral de violencia...; la satisfacción que proporciona la venganza es brevísima y no es capaz de compensar los daños que habrá ocasionado en la red de relaciones humanas [...].

El proceso del perdón exige una buena memoria y una consciencia lúcida de la ofensa; si no, no es posible la cirugía del corazón que el perdón requiere. Es un error pensar que la prueba del perdón es el olvido; todo lo contrario: el perdón ayuda a la memoria a sanar. El suceso desgraciado está cada vez menos presente y es menos obsesivo; la herida va poco a poco cicatrizando; el recuerdo de la ofensa ya no inflige dolor. Por eso la memoria curada se libera y puede emplearse en actividades distintas del recuerdo deprimente de la ofensa.

Las personas que afirman: “Perdono, pero no olvido” demuestran, pues, una buena salud mental; han comprendido que el perdón no exige amnesia. Pero si al hablar así quieren expresar su decisión de no volver a confiar y estar siempre sobre aviso, ello probaría que no han llevado a término su proceso de perdón.

Cuando se recibe un golpe duro, una de las reacciones más frecuentes es acorazarse contra el sufrimiento y contra la emergencia de emociones. Esta reacción defensiva a menudo adquiere la forma de una negación de la ofensa. Si persiste el reflejo de la defensa, la reacción puede llegar a ser patológica. Por ello, es preciso encontrar el medio de asumir la cólera y la vergüenza (si la hubiese) [...].

El error consiste en hacer del perdón un simple acto de voluntad, en lugar del resultado de un aprendizaje. Y el proceso es más o menos largo en función de la herida, las reacciones del ofensor y los recursos del ofendido. Por supuesto, la voluntad ha de representar un papel importante, pero no realiza el

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