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La Sagrada Familia


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2011  •  2.317 Palabras (10 Páginas)  •  1.276 Visitas

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Domingo dentro de la octava de Navidad. Ciclo A. El Niño crecía y se llenaba de Sabiduría. El amor debe ser la ley suprema tanto en el hogar como en todas las relaciones sociales.

1. La fiesta de hoy nos introduce en la intimidad de la Sagrada Familia en la que creció el Hijo de Dios y evoca las virtudes domésticas que reinaban en el hogar de Jesús: fidelidad, trabajo, honradez, obediencia, respeto mutuo y amor entre los padres y el hijo... y pide que sigan teniendo vigencia en nuestras familias.

2. La Sagrada Escritura describe los deberes de los hijos muy concretamente y a la vez con suma delicadeza. Los padres ancianos, aunque ”su mente flaquee”, deben ser cuidados y tratados con respeto, y no abochornados por el hijo --mientras es fuerte--. El que no honra a sus padres, no experimentará ninguna alegría de sus propios hijos. En cambio, la piedad para con los padres será tenida en cuenta para obtener el perdón de los propios pecados. "El que honra a su padre expía sus pecados. El que respeta a su madre acumula tesoros" Eclesiástico 3,3. Buena lección para la sociedad nuestra. Si este mundo se enfoca como un jardín de placeres, con la finalidad de pasarlo bomba, y como estación término, todo se explica. Pero si se ve con ojos de evangelio, hemos de rectificar muchas conductas.

3. El amor mutuo entre padres e hijos se fundamenta con una psicología insólitamente profunda: la obediencia de los hijos a los padres le gusta al Señor, que ha dado ejemplo de esta obediencia (Lc 2,51). También la conducta de los padres se puntualiza con precisión: “Hijos, obedeced a vuestros padres, que eso le gusta al Señor. Padres, no seáis posesivos, para que no se desanimen vuestros hijos" Colosenses 3,12. Tampoco les sobreprotejáis en exceso, porque se quedarán enanos, no crecerán y estarán necesitando a todas horas y en todos los problemas, el paraguas de papá, la sombrilla de mamá. ¡Yo bendigo el día en que el Obispo, a mis veinticuatro años, me nombró párroco y tuve necesidad de sacarme las castañas del fuego con mis propias manos! --No exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos--. La autoridad de los padres ha de fomentar en los hijos su coraje de vivir, su cratividad y espíritu de iniciativa, lo que pertenece a la esencia de la autoridad, que en su sentido etimológico significa fomento, más que potestas. Y el deber educador ineludible de los padres también nos conduce al sentido etimológico del vocablo latino educere, que significa sacar, hacer aflorar. La imagen plástica sería la del escultor que, arrancando virutas de la madera o del mármol, saca con sabiduría del bloque informe, la imagen del ángel o del hombre, como sacó el Moisés Miguel Angel, que le salió tan perfecto que le golpeó la rodilla y le gritó ¡habla!. O el San Bruno de Pereira en la Cartuja de Miraflores, que hizo exclamar: "No habla porque es cartujo". La expresión de recogimiento y meditación que impera en esta figura muestra la preferencia de su autor por un lenguaje sereno y elegante, lleno de sobrio misticismo. El delicado tejido de amor mutuo no puede romperse: La Sagrada Familia es el ejemplo que todas las familias deben seguir. La abnegación y los desvelos de los hijos por sus padres son un deber de gratitud y constituyen uno de los diez mandamientos principales de la Ley. En los padres se encuentra Dios, sin cuya acción no puede nacer ningún hombre. Engendrar hijos es un acontecimiento que sólo es posible con Dios. Por eso en el cuarto mandamiento el amor agradecido a los padres es inseparable de la gratitud debida a Dios.

4. San Pablo señala la unidad del amor en la familia: --Sobrellevaos mutuamente y perdonaos--. El amor es el único vínculo que mantiene unida a la familia por encima de todas las tensiones. Y esto no en el plano de la simpatía natural, sino que --todo lo que de palabra y de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús y en acción de gracias a Dios Padre--. En la carta a los Efesios, el amor recíproco de los padres aparece diferenciado: a los maridos se les recomienda amor como el que Cristo tiene a su Iglesia, sin despotismo ni complejo de superioridad; y a las mujeres, la correspondencia a ese amor.

5. Jesús, que quiso compartir la vida de un hogar humano es quien quiere interceder para que los novios sientan la presencia de Dios en la vivencia de su amor mutuo y para que se preparen santamente para su matrimonio. Jesús es el que debe iluminar y consolar a las familias desunidas, a los esposos que han de vivir separados a causa del trabajo, a los hijos de los divorciados, a los hogares sin hijos y a los que lloran la muerte de sus familiares.

6. "Sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente, perdonándoos, como el Señor os ha perdonado. Y por encima de todo, el amor, la Palabra, la Eucaristía...

7. Dios crea al hombre y a la mujer y les imprime la vocación, y con ella, la capacidad y responsabilidad del amor y de la comunión, a imagen de la Trinidad, de cuyo amor el matrimonio es la expresión y la prolongación. A imagen de la Trinidad. Este concepto puede engendrar confusión o incomprensión. Me explicaré. En la Santa Trinidad hay una sola naturaleza, también hay una sola naturaleza en el hombre y la mujer. Los dos tienen memoria, entendimiento y voluntad. En la Trinidad hay distinción de Personas. También hay distinción en el hombre y la mujer, los dos son un yo y un tu y cada uno de los dos tiene sus características propias y distintas, sexuales y psicológicas, que hacen posible la procreación y la complementariedad.

8. San Pablo dice: --Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. En este texto se presenta la relación fundamental que, constituye el origen de la familia: la relación esposa-esposo. Leyendo con perspectiva moderna las palabras de Pablo, salta a la vista una dificultad. Pablo recomienda al marido que –ame-- a la mujer, pero después recomienda a la mujer que sea –sumisa-- al marido, y esto, en una sociedad fuertemente consciente de la igualdad de sexos, parece inaceptable. Sobre este punto san Pablo está condicionado por la mentalidad de su tiempo. Con todo, la solución no es eliminar de las relaciones entre marido y mujer la palabra “sumisión”, sino hacerla recíproca, como recíproco debe ser también el amor. No sólo el marido debe amar a la mujer, sino que también la mujer al marido; no sólo la mujer debe ser sumisa al marido, sino también el marido a la mujer. La sumisión sólo es aspecto y exigencia del

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