La preocupación social de la iglesia

La preocupación social de la Iglesia es un tema de gran importancia y relevancia en nuestra sociedad, especialmente en el contexto chileno y latinoamericano. Aunque nadie cuestiona la legitimidad y conveniencia de que la Iglesia se preocupe por los problemas sociales y brinde ayuda a través de la asistencia y la educación, surgen críticas cuando esta preocupación social cuestiona el sistema político y económico vigente.

Algunas personas, incluso católicos, acusan a la Iglesia de intromisión ilegítima en asuntos temporales y sugieren que debería centrarse en el culto y las prácticas religiosas. Ante estas objeciones, la Iglesia ha respondido formulando una doctrina social que expresa su preocupación social y busca orientar la acción de sus miembros en el ámbito político y económico.

Esta doctrina social se basa en la convicción de que tanto la economía como la política son actividades humanas, producto de decisiones libres y responsables de las personas y equipos humanos. Por lo tanto, ambas son susceptibles de calificación moral y no pueden considerarse neutrales desde un punto de vista ético. La Iglesia, con su autoridad moral, emite juicios éticos y ofrece principios de justicia y equidad para orientar la acción en estos ámbitos.

La intervención de la Iglesia no tiene un carácter científico o técnico, sino que se basa en su autoridad moral y su comprensión de los principios éticos fundamentales. La Iglesia realiza un discernimiento de la realidad mediante el examen de los hechos y situaciones, recurriendo cada vez más a las ciencias sociales y a expertos en diferentes áreas. Con este conocimiento, la Iglesia juzga según principios de justicia y equidad, teniendo en cuenta los derechos y obligaciones fundamentales de las personas, comunidades y pueblos.

Algunos de los principios fundamentales en los que se basa la doctrina social de la Iglesia incluyen la dignidad de la persona humana, la solidaridad universal, el principio de subsidiariedad, la opción preferencial por los pobres, la primacía del bien común, la prioridad del trabajo sobre el capital y la opción por un estilo de lucha no violento.

Es importante destacar que la doctrina social de la Iglesia no propone un sistema o modelo alternativo al capitalismo o al colectivismo, y no se identifica con ningún partido político. Aunque ha habido aproximaciones vitales entre la Iglesia y algunos movimientos políticos cristianos, la Iglesia se distingue de la comunidad política y reconoce la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes.

En conclusión, la preocupación social de la Iglesia es legítima y conveniente en la medida en que busca promover principios éticos y valores fundamentales para construir una sociedad más justa y fraterna. La doctrina social de la Iglesia ofrece directrices para la acción basadas en la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiariedad y otros principios que deben ser asumidos por la conciencia cristiana y los hombres de buena voluntad. A través de esta doctrina, la Iglesia invita a sus miembros a asumir responsablemente su papel en la construcción de una convivencia humana más justa y fraterna,

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