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Las Campanas


Enviado por   •  10 de Abril de 2015  •  459 Palabras (2 Páginas)  •  152 Visitas

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El templo había estado sobre una isla, dos millas mar adentro. Tenía un millar de campanas, grandes y pequeñas, labradas por los mejores artesanos del mundo. Cuando soplaba el viento o arreciaba la tormenta, todas las campanas del templo repicaban al unísono, produciendo una sinfonía que arrebataba a cuantos escuchaban.

Pero, al cabo de los siglos, la isla se había hundido ene l mar y, con ella, el templo y sus campanas. Una antigua tradición afirmaba que estas seguían repicando sin cesar y que cualquiera que las escuchara atentamente podría oírlas.

Movido por esa tradición, un joven recorrió miles de millas, decidido a oír aquellas campanas. Estuvo sentado durante días en la orilla, frente al lugar en el que en otro tiempo se había alzado el templo y, escuchó con toda atención.

Pero lo único que oía era el ruido de las olas al romper contra la orilla. Hizo todos los esfuerzos posibles por alejar de sí el ruido circundante, con objeto de poder concentrarse en las campanas, pero todo fue en vano; el ruido del mar parecía inundar el universo.

Persistió en su empeño durante semanas. Cuando le invadió el desaliento, tuvo ocasión de escuchar a los sabios de la aldea que hablaban de la leyenda de las campanas del templo y de quienes las habían oído y certificaban lo fundado de la leyenda. Su corazón ardía en llamas al escuchar aquellas palabras… para retornar al desaliento cuando, tras nuevas semanas de esfuerzo, no obtuvo ningún resultado. Por fin desistió de su intento; tal vez él no estaba destinado a ser uno de aquellos seres afortunados a quienes les era dado oír las campanas. O tal vez no fuera cierta la leyenda. Regresaría a casa y reconocería su fracaso. Era el último día en el lugar y se propuso acudir una última vez a su observatorio, para decir adiós al mar, al cielo, al viento…

Se tendió en la arena, contemplando el cielo y escuchando el sonido del mar. Aquel día no opuso resistencia a dicho sonido, sino que, por el contrario, se entregó a él y descubrió que el bramido de las olas era un sonido realmente dulce y agradable. Pronto quedó tan absorto en aquel sonido, que apenas era consistente de sí mismo; tan profundo era el silencio que producía en su corazón…

¡Y en medio de aquel silencio lo oyó! El tañido de una campañilla, seguido por el de otra y otra, y otra… Y enseguida todas y cada una de las mil campanas del templo repicaban en una gloriosa armonía, y su corazón se vio transportado de asombro y alegría.

Si deseas escuchar las campanas del templo, escucha el sonido del mar. Si deseas ver a Dios, mira atentamente la creación. No la rechaces: no reflexiones sobre ella. Simplemente, mírala.

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