Matrimonio Como Sacramento
LibnyGV4 de Septiembre de 2013
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El matrimonio como sacramento
La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución humana. Sobre el matrimonio se establece la íntima comunidad de vida y amor conyugal fundada por el Creador y provista de leyes propias que no dependen del arbitrio humano.
En Gen 1, 16-28 vemos como el hombre y la mujer son creados simultáneamente y ambos son iguales en dignidad, pues los dos reflejan la imagen de Dios a la que fueron hechos. Se distinguen por la diferencia sexual. Por tanto desde el principio hombre y mujer aparecen como la primera pareja humana. Dios los creó en "pareja". Son creados en relación de uno al otro, de modo que ambos han de formar una unidad superior: una sola caro. Ambos han sido creados para el matrimonio.
Ya en el Nuevo Testamento el Señor mismo asiste a las bodas de Caná y realiza allí, a petición de su Madre, su primer signo. De esto la Iglesia ha interpretado que Cristo confirma la bondad del matrimonio y que será signo eficaz de Su presencia.
También enseñó el sentido original de la unión hombre-mujer tal y como el Creador la quiso: Es el matrimonio indisoluble. Así el matrimonio cristiano viene a ser signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia, y puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza ( Cfr.CIC can.1055,1).
Unidad e indisolubilidad, propiedades esenciales del matrimonio.
Del "matrimonio de los orígenes" deducimos que la unidad y la indisolubilidad son los elementos específicos del matrimonio.
Los términos bíblicos varón-varona se expresan en singular. Ambos, en su distinción específica están destinados a formar una sola carne. Formar una carne denota que el matrimonio da lugar a una unidad superior; por eso el hombre deja a su padre y a su madre para integrarse en unidad con la mujer y de ésta con el hombre. La unidad matrimonial supera los vínculos de la propia sangre: Serán los dos una sola carne.
Es la unidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos "de manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).
La permanencia del vínculo en la unión hombre-mujer brota de la unidad misma que forma la pareja: se une a su mujer y se hacen los dos una sola carne, un solo ser. Dabaq en hebreo significa unirse a modo de ligadura con afecto íntimo marital. Se unen de tal modo que no es posible la ruptura de tal ligamen. La interpretación que hace Cristo de Gn no deja lugar a dudas: lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre por que son una sola carne (Mt 19,6).
35.3 Los cónyuges, ministros y sujetos del matrimonio.
Son los esposos quienes, como ministros de la gracia de Cristo se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio expresando ante la Iglesia su consentimiento.
Los protagonistas son un hombre y una mujer bautizados y libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. Así pues, los cónyuges son los ministros y sujetos del sacramento.
35.4 La forma del sacramento.
La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable que hace el matrimonio, y que si éste falta no hay sacramento. Este consentimiento matrimonial es al acto de la voluntad, por el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio.
35.5 Fines del matrimonio y amor conyugal
Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación, a la educación de la prole y la ayuda mutua, formando una comunidad de vida y amor.
Por eso es esencial vivir la fidelidad conyugal por la que son fieles a Dios, a Cristo y a sí mismos. El amor conyugal es personal; se trata de un amor esponsalicio y es un amor libremente elegido. Tal tipo de amor exige y demanda fidelidad y ayuda mutua, unidad, indisolubilidad y fecundidad.
Formas Genéricas del matrimonio
A UNIÓN LIBRE
La unión libre es cuando una pareja vive como si estuviera casada, pero en realidad no lo está. No están casados ni por la Iglesia, ni por lo civil, pero viven en la misma casa y tienen relaciones sexuales.
Los casos más frecuentes de unión libre son:
Matrimonio a prueba o experimental
Cuando una pareja vive como si estuviera casada probando si su relación funciona o no.
Pero realmente no hay una unión cuando la pareja no se compromete, por miedo o comodidad. Los que viven así no se tienen la confianza entre los dos de vivir bien un matrimonio comprometido; el hombre y la mujer no confían tampoco en sí mismos, pues creen que posiblemente no funcionará su matrimonio; no confían en el futuro. No puede alguien realmente vivir tranquilo consigo mismo y con la pareja sin esta seguridad.
La mayoría de estas uniones limita también una de las finalidades del matrimonio, que es la procreación. Como es un matrimonio a prueba, no se quieren comprometer con hijos.
b) Unión libre de hecho.
Es cuando viven como matrimonio estable, sin haberse casado. Se trata de uniones sin ningún vínculo institucional públicamente reconocido, ni civil ni religioso, donde hay intención de permanecer viviendo así, ni por la ley civil. Son diferentes de las uniones libres llamadas a prueba, porque en las primeras se está experimentando, en las segundas se buscan como una forma de vida para siempre.
Las consecuencias de la unión libre son:
1. El matrimonio no importa como un sacramento donde Dios esté presente, únicamente importa el vivir unidos sin más ni más.
2. Se está confiando más en uno mismo y la pareja, que en Dios, pues se excluye a Dios de la vida conyugal.
Por lo tanto, la ayuda de Dios por medio de la gracia no existe en este tipo de uniones. Recordemos que Jesucristo se compromete a otorgar su gracia, su ayuda, a los esposos que se casan por la Iglesia, para mantener unido su matrimonio. La gracia también ayuda en la educación de los hijos y a alcanzar la salvación eterna. El matrimonio tiene sus dificultades y, sin esta gracia de Dios, es muy difícil que salga adelante.
3. Se vive en pecado, pues las relaciones sexuales únicamente se pueden tener cuando se está casado por la Iglesia. Vivir así es una grave ofensa a Dios.
4. Se vive en un escándalo, pues se acepta vivir en pecado.
La unión libre afecta la dignidad del matrimonio
1. Ofende la fidelidad, puesto que no hay un compromiso estable, total, generoso, y expone a que dicha unión se rompa con facilidad.
2. Ofende a la unión, porque la unión matrimonial no puede dejarse desprotegida y, mucho menos, ponerse a prueba.
3. Ofende la totalidad, ya que la donación de los esposos debe ser total. La relación sexual es el símbolo real de la donación total de toda la persona.
4. Ofende la indisolubilidad, pues, en el caso de la unión libre a prueba se abre, de entrada, la posibilidad de la separación. En el caso de la unión libre de hecho, al no dar los elementos que garanticen la estabilidad y permanencia de dicha unión, la exponen a que se rompa.
5. Ofende a la fecundidad, puesto que en la unión libre a prueba se trata de evitar tener hijos y si se trata de unión libre de hecho, no existe la seguridad de tener lo que los hijos requieren en su formación, no se pueden transmitir a los hijos los valores que la misma pareja no vive. Por otro lado, no se cuenta con la gracia de Dios para educar a los hijos.
6. Ofende directamente al amor, pues la unión libre se origina por el egoísmo, por ese deseo del placer sin responsabilidad. Si realmente hay amor, ¿por qué no se casan?
¿Por qué la Iglesia se opone al “matrimonio” gay?
A muchos les parece que el hacer posible que se casen dos hombres o dos mujeres es una medida de justicia. Si todos los ciudadanos tienen derecho a contraer matrimonio, ¿por qué no los homosexuales? Si las familias suelen organizarse en torno a dos personas que comparten su vida, ¿por qué esas dos personas han de ser siempre un hombre y una mujer? Si todo matrimonio puede procrear hijos o adoptarlos, ¿por qué privar a las parejas homosexuales de esa posibilidad
Sin embargo, la Iglesia, remontándose a la razón humana, a la Sagrada Escritura y a toda la tradición, sigue insistiendo: el matrimonio es la unión conyugal de un hombre y de una mujer, orientada a la ayuda mutua y a la procreación y educación de los hijos.
En esta defensa a ultranza de la institución matrimonial, la Iglesia no “gana” nada. No obtiene ningún “beneficio”. No aumenta su poder, ni su influencia, ni tampoco incrementa la cantidad de donativos que pueda recibir. Al contrario, se expone al escarnio público por parte de algunos colectivos muy influyentes y al rechazo de sus posiciones por parte de sectores importantes de población. Si a pesar de este “coste”, la Iglesia sigue insistiendo en su mensaje, es que algo muy serio está en juego.
En efecto, el matrimonio no es una institución meramente “convencional”; no es el resultado de un acuerdo o pacto social. Tiene un origen más profundo. Se basa en la voluntad creadora de Dios. Dios une al hombre y a la mujer para que formen “una sola carne” y puedan transmitir la vida humana: “Sed fecundos y multiplicaos
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