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Obra Redentora


Enviado por   •  11 de Marzo de 2013  •  4.849 Palabras (20 Páginas)  •  483 Visitas

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PAZ Y SALVACION Y LA OBRA REDENTORA DE CRISTO

(Hacia una Teología Bíblica de la Paz – III)

Introducción:

El término “paz” (en sus principales formas) aparece unas cien veces en el Nuevo Testamento. A juzgar por el lugar prominente que ocupa en las Escrituras, debe ser un concepto de importancia fundamental para la comprensión del Evangelio. En su sermón en la casa de Cornelio, Pedro señala que el contenido del mensaje de Dios a los hijos de Israel es “el Evangelio de la Paz por medio de Jesucristo” (Hech. 10:36). Lo mismo dice Pablo en Romanos 5:1. Varias veces más Pablo escribe de “las buenas nuevas” o del “Evangelio de Paz” (Ef. 2:17; 6:17; Rom. 10:15). En Efesios 2, señala la creación de una nueva comunidad de paz como resultado fundamental de la obra redentora de Jesucristo.

Las Escrituras nos dicen que Dios es un Dios de paz; que Cristo es Señor de Paz. El profeta le llamaba al Mesías esperado el “Príncipe de paz”; el fruto del Espíritu de Dios es paz y “vivir en el Espíritu es … justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En resumen, Dios es Dios de paz; Jesucristo es Señor de paz; Su Espíritu es Espíritu de paz; Su Reino es reinado de paz; Su Evangelio es la buena nueva de la paz; Sus hijos son pacificadores.

La paz está en el corazón mismo de la vida que vivimos y del mensaje que proclamamos los cristianos. Pero, ¿en qué sentido puede llamarse las buenas nuevas de la obra salvadora de Dios el “Evangelio de la Paz” como en efecto Pedro y Pablo lo hacen? En nuestra búsqueda para una respuesta bíblica empezaremos señalando dos visiones de paz en la tradición cristiana que han complicado nuestra comprensión del Evangelio como Evangelio de paz, y de la relación de la paz con la salvación experimentada en Cristo.

A) Otros Significados de Paz

Primero, cuando la vitalidad misionera de la iglesia primitiva palestinense la llevó al mundo greco-romano con su proclamación del Evangelio de paz, encontraron que entre los griegos ya tenían su propio término para la paz, “eirene”. Pero lo notable es que su significado era bastante distinto del “shalom” hebreo que ellos habían aprendido de Jesús y de los apóstoles. Paz, para los griegos, era un estado o una condición estática, más bien que el sentido dinámico de relaciones interpersonales vividas en el contexto de la comunidad del pacto que caracterizaba el “shalom”. Podría significar un estado de descanso o la ausencia de conflicto. Para los estoicos principalmente significaba una condición mental y espiritual de armonía y orden interior. Se manifestaba en actitudes y sentimientos pacíficos y tranquilos, de recogimiento interior.

A pesar de representar un énfasis bastante extraño al pensamiento hebreo y bíblico, pronto notamos algunos de estos conceptos con sus prácticas correspondientes haciendo entrada en la iglesia. Ascetas y ermitaños cristianos se retiran a solas del bullicio mundano buscando recogimiento y armonía espiritual interior. Algunos de estos conceptos (tranquilidad interior, etc.) que son más griegos y paganos que hebreos y cristianos han perdurado hasta nuestros tiempos en ciertas clases de espiritualidad.

Segundo, La Pax romana era renombrada en el mundo antiguo y consistía de la ausencia de conflictos armados, siendo asegurada por la presencia del poderío militar del Imperio Romano. En realidad el centurión a quien Pedro dirigía sus palabras en Hechos 10:36 era un “pacificador” según el modelo romano, oficial en el ejército de ocupación, encargado de la seguridad y el orden a fin de que las riquezas de las colonias pudieran llegar a Roma. Esta paz consistía en el mantenimiento de la “ley y el orden” en el Imperio. Poetas romanos se referían a la época como una “edad de oro”. Pero entre las naciones subyugadas no era exactamente eso, pues la pax romana estaba construida sobre la represión de todos los enemigos del imperio. Eran oprimidos y exprimidos y sus recursos colocados al servicio de Roma. Fue a partir del emperador Constantino cuando esta forma de imponer la paz, tan contraria al espíritu de Jesús y al significado de “shalom” comenzó a recibir la bendición de la iglesia. Eusebio se convirtió en su apologista.

Otro aporte romano al concepto de paz en la iglesia ha resultado de su tendencia a concebir la relación entre Dios y los hombres en términos forenses o jurídicos y legales, según la mentalidad romana. Con el paso de los siglos, sus conceptos de pecado y transgresión de la ley divina y de perdón en términos de castigo, satisfacción, y declaración de absolución forense, contribuyeron al sistema penitencial romano. Luego el sistema sacramental de la iglesia (contrición, confesión, satisfacción, absolución) estaba diseñado para lograr “paz con Dios” de parte del pecador penitente en quien se había creado una conciencia atribulada.

Luego en la Reforma Protestante, aunque Martín Lutero reaccionó contra el legalismo en el sistema penitencial de la Iglesia Romana, él también luchaba dentro de sí mismo para encontrar seguridad de perdón (era monje agustino). En esta situación encontró consuelo en el texto paulino “justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1). Pero la “paz con Dios” ha tendido a comprenderse principalmente en términos de seguridad interior que el individuo halla bajo el indulto de un Dios misericordioso. Este aspecto es importante pero no agota en ninguna manera el sentido bíblico de “paz”.

El concepto bíblico global de “shalom”, que es el que orienta el pensamiento de los escritores del Nuevo Testamento, no hace inválida la idea de paz personal que le da a uno confianza y seguridad interior de reconciliación con Dios. Pero sí subraya el hecho de que la paz bíblica es muchísimo más que esto. Tiene que ver con una nueva relación con Dios y también con nuestros semejantes en el contexto de la comunidad del Espíritu.

Por la gracia de Dios se abre la posibilidad de una comunidad de paz y justicia basada en el amor e inspirada por el Espíritu de Dios, en lugar de ser una mera agrupación de individuos guiados por intereses propios y preocupaciones egoístas y relaciones un tanto legalistas o jurídicas. Desgraciadamente, la dimensión comunitaria, social y espiritual de la “paz de Dios” se les escapa a muchos cristianos que conciben la “paz” en una forma casi netamente individualista e interiorizada. Debido a las distorsiones y deformaciones griegas y romanas ocurridas

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