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Pensamientos


Enviado por   •  6 de Marzo de 2015  •  2.188 Palabras (9 Páginas)  •  163 Visitas

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Posteriormente, en 1923, en uno de los escritos más importantes de la llamada segunda tópica –El Yo y el Ello- Freud vuelve a establecer la equiparación entre las pulsiones sexuales y el Eros, concepto en el que "integraba no sólo el instinto sexual ["la pulsión sexual"] propiamente dicho, no coartado, sino también los impulsos instintivos ["mociones pulsionales"] coartados en su fin y sublimados derivados de él, y el instinto de conservación, que hemos de adscribir al yo" 117; pulsiones a las que opone la pulsión de muerte, para restablecer el dualismo indispensable para explicar no sólo la noción de conflicto, sino la existencia de la vida misma. De nueva cuenta, este escrito nos advierte que el "Eros, cuyo fin es complicar la vida y conservarla así, por medio de una síntesis cada vez más amplia de la sustancia viva, dividida en particular ["dispersada en partículas"]" 118. A pesar de que Freud vuelve a hablar en términos de una sinonimia, lo que vemos es que no hay tal igualación entre pulsiones sexuales y pulsión de vida ya que la meta de la segunda es la unión, que ahora incluye el concepto de síntesis –y que podrá asociarse con beneficio con la función sintética del Yo, así como recurrirse a las fallas de dicha función en los procesos psicóticos en donde puede constatarse una disgregación de la estructura psíquica, principalmente de la instancia yóica. Dicha función sintética derivada de un Eros que liga podemos verla también operando sobre funciones tan específicas como el proceso del pensamiento 119 y la energía catéctica que liga a las representaciones entre sí. En forma semejante, el juicio estará sustentado en este interjuego pulsional, pues la afirmación tendrá que ver con procesos de vinculación, mientras que la negación será tributaria de la pulsión de muerte. 120

Una vez más, a renglón seguido, Freud concluye: "Ambos instintos se conducen en una forma estrictamente conservadora, tendiendo a la reconstitución de un estado perturbado por la génesis de la vida; génesis que sería la causa tanto de la continuación de la vida como de la tendencia a la muerte". 121 Si la pulsión de vida tiende a la síntesis y hacia una complejización creciente, no resulta clara esa tendencia conservadora a la que una y otra vez alude Freud. Por el contrario, advertimos que es cada vez más firme la aseveración de que se trata de procesos cuya marca distintiva está en sus tendencias respectivas a la unión y la desunión: la vinculación en el Eros y la desvinculación en la pulsión de muerte. Acorde con lo anterior, podemos pensar que cuando predomina el Eros estará favorecida la mezcla –unión- de las pulsiones con la consecuente neutralización de la pulsión de muerte; mientras que cuando predomina la fuerza de esta última pulsión, entonces se advertirá una tendencia a la desmezcla y, por tanto, a la liberación de las energías destructivas, independientemente de que estas se manifiesten sobre el sujeto mismo (autodestrucción, masoquismo), o sobre los objetos del mundo externo (destructividad, heteroagresión, sadismo).

Ciertamente hemos estado tratando de entender los entretelones de un aspecto un tanto contradictorio en el seno de los escritos freudianos en torno de la doctrina de las pulsiones, que debemos asumir como un proyecto que no se terminó de pulir y que su autor dejó con numerosas ambigüedades en el curso de sus consideraciones teóricas. Uno de los problemas clínicos con los que Freud se debatía tenía que ver con las transformaciones del amor en odio y viceversa, enigma por el que tuvo que empezar a considerar la posibilidad de una energía primaria, neutra, aún sin cualidad (energía a la que había negado toda posibilidad de existencia desde sus polémicas con Jung). Esta nueva hipótesis freudiana que fue deslizada "calladamente" –como el mismo admite en 1923- establecía la posibilidad de asumir la presencia de cierta energía sin cualidad específica "pero susceptible de agregarse a un impulso erótico o destructor, cualitativamente diferenciado, e intensificar su carga general" 122. Sin embargo, esta posibilidad seguía resultando tan contraria a su manera de pensar, que unos párrafos más adelante, anula esta posible alternativa y establece que "dicha energía, desplazable e indiferente, que actúa probablemente tanto en el yo como en el Ello, procede, a mi juicio, de la provisión de libido narcisista, siendo, por tanto, Eros desexualizado" 123. Desde esta perspectiva –concluye- se trata de libido sublimada y, por tanto, mantendrá el fin que caracteriza al Eros: "el de unir y ligar" 124.

En este sentido, y para sustentar el supuesto del cambio de meta del que venimos hablando, conviene recordar que en Las resistencias contra el psicoanálisis, de 1925, al estar hablando de la universal tendencia a evitar el displacer y, por lo tanto, a desembarazarse de cualquier incremento pulsional que invada al sistema psíquico, Freud se sintió tentado a incursionar sobre el tema de la reacción psíquica frente a lo nuevo, pues en ocasiones pudo comprobarse "una sed de estimulación que se apodera de cuanto nuevo encuentra, simplemente por ser nuevo" 125 –una de las pocas alusiones que podemos encontrar a lo largo de la obra freudiana que contradice la tendencia a la descarga y que se acerca a lo que hoy conocemos acerca del papel de la información que se almacena y estructura en forma de experiencia. Esta avidez o hambre de estímulos es lo que los seres vivos acumulan como información sobre el medio circundante (y sobre su propio funcionamiento) al servicio de la sobrevivencia y adaptación al medio del sujeto, así como en forma de capacidad creativa para proyectar acciones futuras.

Finalmente, la búsqueda del objeto tamizará con intensidad los últimos escritos de Freud. Así, en Inhibición, síntoma y angustia de 1926, la pulsión erótica es presentada en términos que se acercan, de nueva cuenta, al concepto bowlbiano del apego, ya que dice que "el Eros quiere el contacto, pues tiende a la unión, a la supresión de los límites espaciales entre el yo y el objeto amado" 126. Aferrarse al objeto, apegarse a la madre será, así, una de las manifestaciones primigenias de la pulsión de vida, y la pérdida del objeto –incluso la pérdida del amor del objeto- una de las experiencias más devastadoras en el desarrollo temprano de cualquier bebé. De ahí la necesidad de incluir el concepto de angustia de separación, aunque en ocasiones tenemos la impresión de que Freud, en este punto confunde separación y pérdida, ya que la primera da origen a la angustia mientras que la segunda en la que promueve un trabajo de duelo. De cualquier manera, pensamos que este trabajo de 1926 establece

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