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Relación entre la experiencia religiosa de fe y la acción de la catequesis


Enviado por   •  4 de Marzo de 2018  •  Apuntes  •  3.435 Palabras (14 Páginas)  •  242 Visitas

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  1. Relación entre la experiencia religiosa de fe y la acción de la catequesis.

Cuando ubicamos el planteo de la catequesis, la primera estructura que nosotros vamos a expresar es la de nuestra vivencia.

La primera estructura es la de la vivencia interna, que no tiene relación con la manera en que hemos “aprendido la catequesis”, sino como Dios a lo largo de los mojones de tu historia se fue constituyendo, fue tomando nombre Propio... no todos llegamos a la vivencia de un Dios Padre, por más que sepamos que Dios es Papá,... porque ubicarme como hijo delante de un Padre, es un proceso que va mucho más allá de lo que aprendí.  

Luego mi estructura interna se va a ser mensaje, cuando yo empiezo a recorrer los elementos de mi estructura interna, de mi vivencia interna, empiezo a tener más clara conciencia de como Dios operó... con su pedagogía, su didáctica... es exigencia para nuestras tarea recordar permanentemente estos aspectos: si me olvido que cada vez que tuve que bajar a lo más profundo de mi, he tenido que hacerlo con el Amigo, porque solo no podía, ni puedo.  Tanto he contemplado la acción del Señor en mi historia que han recibido nombre cada uno de los momentos con El, porque El mismo se me fue presentando, como Padre, como Hermano, Misericordioso, Salvador.  Esto es lo único que le da sentido al escrudiñar, a la acción introspectiva por la cual vamos hacia nuestro interior, queriendo encontrar vida, para dar vida.

La Pedagogía, y todas las demás ciencias auxiliares que nosotros usamos para ir dándole nombre a esto que realizamos, son insuficientes a la hora de tener que llamarnos de alguna manera; yo no siempre soy hermano, caritativo, hijo de Dios. Esto no es un planteo de orden moral, que tiene que ver con la posibilidad de realizarme la pregunta.  Sino me pregunto nada, no puedo proponer la pregunta, el interrogante a otros, sino reconozco que Dios tuvo pasos en mí, que tuvo una estrategia para meterme, para invitarme. Si bien la elección, el OK, me compete, Dios se la ingenia para seducirme, acompañarme, hacerse presente, esto se confirma al constatar que cada uno de nosotros tiene una vivencia del Espíritu totalmente distinta y que las mediaciones también han sido totalmente diferentes... esto se aplica a todas las instancias del hombre.

Cuando apreciamos el esquema anterior, de inteligencia, voluntad, afectividad  con todos sus correlatos, los ritos, el estilo de vida, la caridad, uno tiene la tentación de realizar un salto y homologar cada una de estas instancias con la acción de la catequesis, y da la sensación a simple vista, que cada uno es correlativamente directa de los contenidos procedimentales, actitudinales, y conceptuales.  Lejos nuestra intención de marcar estos aspectos netamente pedagógicos a la luz de estas aproximaciones.  No olvidemos que estamos hablando de DIMENSIÓN.  Esta palabra otorga otro sentido, expresa otra manera de conceptualizar cada uno de estos elementos. Nosotros tenemos que organizar nuestras “estructuras catequísticas” teniendo en cuenta estos aspectos, pero de ninguna manera, quiere decir, que son pasos correlativos, sino que refieren a una Dimensión, la dimensión Religiosa del Hombre.[1]

O sea que puedo tener una estructura lógica, sana, completa, pero mi posicionamiento no esta claro, con lo cual mi acción no va a reflejar lo que tengo como intención, como vivencia.  Y yo, fui vivencia, después fui concepto.

  1. De la experiencia religiosa a la didáctica para la catequesis

La metodología catequística es a la experiencia de fe, como la didáctica es al estilo de vida.  Dos aspectos inseparables.

La experiencia de fe será reconocida según como vivamos. No basta con definirla, asumirla etc. El otro, los otros son los que otorgan significación a la experiencia que nosotros expresamos.

La manera de vivir va a caracterizar nuestro estilo. Luego el hacia donde encaminamos nuestra vida, la orientación que le demos a nuestra existencia (personal o grupal) tendrá que ver con la posición que adoptemos (posicionamiento). Posición que se ve inspirada en las dimensiones de la experiencia religiosa y en las dimensiones de la catequesis.

[pic 1]

Cuando se solía hacer referencia a la identidad del catequista, concordábamos en decir que: el catequista habla de lo que vive,  ahora tratamos de comprender que, el catequista, según como vive, dice...

Nosotros no nos movemos según una estructura; no es la estructura antes que la experiencia.

La experiencia antecede a la estructura, le da sentido.  La estructura sirve a los efectos de armar los elementos comunes de la experiencia que hemos vivido, en una idea, en un concepto.

La idea es de construcción posterior a nuestra experiencia.  Primero se vive, luego se cuenta, se dice, se habla... La vivencia se imprime en mí como totalidad y al expresarse se hace símbolo y signo, porque no son las palabras las que pueden abarcar todo el significado de la experiencia.  No bastan las palabras para decir... en un momento, cuando el límite es evidente, se hacen símbolo y a la insuficiencia de ello lo suple el silencio significativo que el otro le otorga. Nosotros hablamos de lo que sabemos, y hemos visto y oído... otros interpretaran el mensaje de esto que hemos descripto con nuestras palabras y nuestras obras... para que así muchos sean felices. (Crf I Jn 1)

La alegría, como símbolo de lo que estamos viviendo, solo puede ser compartida por otro si descubre lo que yo he descubierto y si le da el mismo significado.

Lo vivido se registra, se procesa, se tramita en mi interior de muchas maneras (tendrá que ver con distintos aspectos y con distintos lugares, culturas, etc.).  Cuando lo quiero expresar me doy cuenta que a veces las palabras son insuficientes, no bastan, no alcanzan.  La palabra a veces no está, a veces no llega.

Como completar la insuficiencia de las voces (palabras) sino con el símbolo, con los signos.  Recordemos como expresaba el profeta Jeremías su vivencia “hay como un fuego en mí interior que me devora”... sino lo expreso... Podemos observar que el símbolo construido (fuego devorador) por Jeremías favorece que le otorguemos significado a su experiencia.  Su experiencia se hizo símbolo y al transmitirla, sufre, padece de la significación que cada uno de nosotros al leerlo le otorgue.[2]

A veces lo que digo no significa lo mismo para los otros.  Y si lo llegara a ser, nunca sería igual que para mí.

Una catequesis hecha símbolo, signo, ofrece la riqueza de estar dando testimonio de nuestra pobreza frente al uso de la palabra.  Estamos diciéndole al otro que “este fuego devorador” no puede ser explicado, entendido desde la palabra, hace falta la experiencia...

En síntesis a la estructura la construimos nosotros desde nuestra experiencia de fe... así es como verdaderamente nos expresa.  Esto es un problema para algún sector de nuestra Iglesia... no puede actualizar la estructura por la cual expresa su Mensaje... es una incapacidad por darle nombre propio a las cosas, por lo tanto  no puede mostrarse con un mensaje original. Gracias a Dios, la tradición sustenta nuestra experiencia de fe ... porque si fuera por nuestros métodos estaríamos muy lejos ... gracias a la tradición el hombre vuelve a arrodillarse, a preguntarse, a encontrar en Dios consuelo y respuesta, algo de lo vivido permanece en él, tiene un lugar en su manera de concebirlo, ha quedado una marca... esto lo mueve a encontrar a Dios más allá de la estructura que las comunidades ofrecen, las excede, las trasciende ... y se encuentra con el Señor y vuelve a sentirse Hijo.

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