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Religion Sin Redencion

cabezademeco28 de Agosto de 2014

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Presentación

Estamos ante una obra que despierta una fuerte emoción. Hablo en primera persona,desde mi historia, de lo que me provocó leer el presente libro de Luis Martínez Andrade. Este libro —escrito desde la pasión y desde una apuesta política de pensamiento—, despertó en mí un sentimiento que hace mucho no sentía al leer una obra escrita. ¿Por qué? ¿Cuál es la razón? Por el argumento central, y de base, que recorre todo el libro: la furiosa críticaal eurocentrismo, al racionalismo conservador, y a cierta historia de las ideas enla filosofía de occidente como hegemonía: Europa y su pensamiento como una tiranía de las ideas, o para decirlo más claro, como ideología de opresión sobre la periferia que es Latinoamérica. Mientras avanzaba en la lecturade este libro no pude norecordar mis años de estudiante y mis clases con el profesor Enrique Dussel en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hace ya algún tiempo, en el aula 005. Kant, Hegel, Marx, Nietzsche… mis ídolos, los pensadores que he estudiado y admirado, sí… pero ellos se olvidan(se olvidaron, o quizá no les importó) del asunto de América Latina. Se dedicaron a sistematizar, a metaforizar conceptualmente, otras cuestiones y otros temas. Todos estos “héroes filosóficos”, que han sidopunta de lanza en la historia de la filosofía, no reflexionaron nunca en la figura del indígena, por poner sólo un ejemplo, quizá porque no les correspondía o porque estuvieron más preocupados en abordar y escribir sobre otras figuras conceptuales, otras ideas que correspondíanmás bien a otro tipo de problematizacióncercana a sus posturas ideológicas o a su temperamento argumentativo. Ante esta perspectiva habría que buscar en otros autores, como hace Luis Martínez Andrade. Buscar en una metafísica de liberación, o mejor dicho, en una teología de la liberación. Llevar a cabo un nuevo puente entre filosofía y sociología, un nuevo tipo de reflexión que se ajuste al estudio de la “problemática” más reciente al respecto de la identidad latinoamericana. Llevar a cabo una literatura emancipadora, pues. La propuesta de Martínez Andrade también puede ser entendida como un arriesgarse —como unencontrar un proyecto contra-hegémonico e incluyente en autores comoFrantzFanon, Theodor W. Adorno, Ernst Bloch,Leonardo Boff,Frei Betto, Maurice Merleau-Ponty o, incluso, elcreador de una poética profética-liberadora: el poeta latinoamericanoErnesto Cardenal; entre muchos otros autores geniales— hacia una potencialidad emancipadora. Justo esto es algo que sorprende (y enciende) del libro: la cantidad de autores, el entretejido de pensadores, filósofos, sociólogos y hombres de religión que a lo largo de toda la obra van apareciendo junto a sus respectivas propuestas de contestación a la hegemonía. Estamos aquí ante una muy rica estructuración textual, llena de energía, que permiteuna mirada otra de Latinoamérica.

Lo que sigue a continuación es una reseña “teórica” (si se me permite esta expresiónacadémica), sobre el libro de Luis Martínez Andrade, Religión sin redención: contradicciones sociales y sueños despiertos en América Latina. No me dediqué a escribir una reseña general sino una reseña específica, particular, sobre lo que más me conmovió y fascinó de esta escritura radical.

En lo que sigue, me guía el entusiasmo.

1. Paradigmas civilizatorios

El capitalismo, la modernidady la colonialidadson unmismo resultado, el producto de lamisión civilizadora de la cultura europea. Este acontecimiento, esta misión civilizadora, fue iniciada porlos imperios marítimos de España y Portugal.Estos países ampliaron sus dominios y su poder gracias al financiamiento de sus monarcas, posicionándose así como las primeras grandes potencias coloniales de América.Con el surgimiento de este enloquecidosueño de conquista, las “relaciones de dominación, diversos mecanismos de control y múltiples patrones de explotación a favor de los intereses de las élites”comenzaron a desplegarse por los, hasta ese momento, inexplorados territorios del planetapresentándose entrelazados de diversos modos y sirviendo de ideal, y de ejemplo a seguir, por otros países europeos menos poderosos pero con la misma voracidad y anhelo de poderío. Al mismo tiempo que se expandió este deseo de dominación y conquista, entre el siglo XVI y el siglo XVII, nos dice el autor, surgetambién la modernidad. Es a partir del “Tratado de Tordesillas” y con el acuerdo del reparto de las zonas conquistadas del nuevo mundo, situado en estemismo corte temporal,que los indígenas sometidos debían convertirse a la religión colonizadora: el cristianismo. El imperativo de esta“nueva religión”proveniente del viejo y duro corazón de Europa será en realidad la nueva imposiciónideológica inscrita en los pueblos recién conquistados a fuerza de opresión y violencia.Se funda una civilizaciónbajo pulsiones sádicas que tendrán como metala crueldad sobre lo diferente. Éste es el inicio, elsurgimiento del primer conflicto: una lucha de imaginarios que devendrá en una nueva identidad formadora de los pueblos del nuevo continente. Para Martínez Andrade, estos acontecimientos, estas microfísicas,siguen ordenando y estructurando los diversos discursos e ideologías que se concretizan enmuchos de los modos de actuar (de hacer) y de pensar (de saber) en la población latinoamericana de hoy.

2. El surgimiento de la primera figura negada de la modernidad: el indígena

No será sino hasta el siglo XIXen donde las sociedades latinoamericanas sufrirían la influencia de otras potencias emergentes como Inglaterra, Alemania y Francia. Nuevos países imperiales infestados de unaferocidad reprimida ylista para ser descargada en la población de América. He aquí un segundo período de desangre en el cual se consolida, también, una nueva lógica atroz: la lógica del capital.Si en el siglo XVI los indígenas debían convertirse al cristianismo, nos dice Martínez Andrade, en el siglo XIX los habitantes —indígenas y mestizos—, tenían que convertirse en ciudadanos de las nuevas ciudades emergentes.¿Qué tenía que hacer el indígena para convertirse en un “ciudadano normal” de la nueva ciudad? Tenía que someterse a las reglas industriales impuestas por el capitalismo, tenía que insertarse en la lógica de la mercancía. El indígena tenía debía transformarse en el ciudadano, dentro de una normasocial (el hombre blanco,cristiano y civilizado, de lagran ciudad),que debía regirse bajo las reglas del capital. El indígena ya no podía seguir existiendo ni siendo tal como era hasta ese momento: su cuerpo y su alma tenían que sufrir una metamorfosis: el objetivo era ser semejantea aquél por el cual era detestado u odiado, el conquistador europeo. Tenía que adaptarse, por medio de duros métodos de disciplina y corrección, a un molde que no comprendía. El castigo ante el desacato era el fuego, el asesinato,la muerte.Si bien Luis Martínez Andrade está de acuerdo con Michel Foucault cuando este último sugiere que “la modernidad no debe pensarse como emancipación sino como otra forma de represión, ya que su modus operandi es la constante negación de una alteridad determinada”, discrepa con él cuandoéste afirma que la locura es el primer discurso negado de la modernidad. Para Foucault, en su Historia de la Locura en la Época Clásica, 1656 es un momento importante en el imaginario moderno pues no sólo es el año en el que se construye el hospital general de París sino que a partir de ahí “la locura se encuentra excluida y separada de la narrativa discursiva hegemónica.”Según Jacques Lacan —otro pensador francés, psicoanalista y filósofo, que atendió al llamado “almuerzo estructuralista”—, toda exclusión y separación violenta del discurso del Uno genera una alienación (y enajenación) contundente al goce del Otro. Es un pacto mortífero. Para Martínez Andrade, siguiendo la línea teórica construida por Enrique Dussel, no es el loco (ni la locura, como anormalidad) la primera figura negada por la modernidad, sino el indígena en 1492.

3. Racismo y capitalismo en América Latina

Desde el siglo XIX la misión colonizadora de los pueblos europeos se regirá no sólo por una moral cristiana, sino por una lógica industrial que estará constantemente impulsada por la idea de “progreso” y alimentada, sobretodo, por un racionalismo conservador, llegando así a su punto más alto de fabricación cruel en la ideología colonial. Desde ese entonces América Latina se convirtió en un territorio maltratado por la industrialización del capitalismo. “La lucha contra el capital es la lucha por la vida en todas sus manifestaciones. No claudicar, ni ceder en el campo político así como en el terreno teórico debe ser muestra de nuestra intolerancia ante dichas ideologías”, nos dice Martínez Andrade. La lógica del capital, elsistema-mundo y la colonialidad del poderforman el saber y el haceractual del logos hegemónicooccidental que ha dadocomo resultado —como plus-de-jouissance—, todos aquellos imaginarios de la subjetividad moderna.El tiempo de la subjetividad moderna, en Latinoamérica, esuntiempo de negatividades dolientes y de cuerpos dóciles que viven en un territorio catastrófico, descentrado,periférico y marginal, pero sobretodo excluido del pensamiento europeo. Para Martínez Andrade, 1492 fue el momento fundacional en el imaginario colectivo de la subjetividad occidental moderna puesto que implicó no sólo el descubrimientodel otro

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