ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

San Antonio De Padua


Enviado por   •  19 de Agosto de 2014  •  2.691 Palabras (11 Páginas)  •  289 Visitas

Página 1 de 11

Taumaturgo Franciscano nacido en Lisboa en 1195 y muerto en Vercelli el 13 de Junio de 1231. Fue bautizado con el nombre de Fernando.

Escritores del siglo quince afirman que su padre fue Martin Bouillon, descendiente del renombrado Godofredo de Bouillon, comandante de la primera cruzada y su madre, Teresa Tavejra era descendiente de Froilán I, cuarto rey de Asturias. Desafortunadamente, su genealogía es incierta. Todo lo que sabemos de sus padres es que eran nobles, poderosos y temerosos de Dios y cuando Fernando nació, ambos eran jóvenes y vivían cerca de la Catedral de Lisboa.

Habiendo sido educado en la escuela de la Catedral, Fernando, a los quince años, ingresó en 1210 a los Canónigos Regulares de San Agustín en el convento de San Vicente, fuera de los muros de la ciudad . Dos años mas tarde, para evitar ser distraído por amigos y familiares, quienes frecuentemente venían a visitarlo, se fue con permiso de su superior al Convento de Santa Croce en Coimbra en 1212, donde permaneció por ocho años, ocupando su tiempo principalmente con el estudio y la oración. Dotado de un gran entendimiento y una memoria prodigiosa, pronto encontró en las Sagradas Escrituras y en los escritos de los Santos Padres un tesoro de conocimiento teológico.

En 1220, habiendo visto transportar a la Iglesia de Santa Croce los restos de los primeros mártires franciscanos, quienes habían muerto en Marruecos el 16 de Enero de ése mismo año, se sintió inflamado con el deseo del martirio y decidió ingresar con los Frailes Menores para así poder predicar la Fe a los sarracenos y sufrir por amor a Cristo. Habiéndole confesado su intención a algunos de los hermanos del convento de Olivares (cerca de Coimbra), quienes fueron a suplicar al Abad de los Canónigos Regulares, recibió de sus manos el hábito Franciscano en el mismo convento de Santa Croce. Así Fernando dejó a los Canónigos Regulares de San Agustín para incorporarse a la órden de Frailes Menores, adoptando el nuevo nombre de Antonio, nombre que también adoptó en el Convento de Olivares.

]Al poco tiempo de haber ingresado a la Orden, Antonio salió para Marruecos, pero decaído por una severa enfermedad que lo afecto durante todo el invierno, le ordenaron zarpar hacia Portugal en la Primavera siguiente (1221). Su barco, sin embargo, fue atacado por una violenta tormenta y llevado a la costa de Sicilia, donde Antonio permaneció por algún tiempo, mientras se recuperaba su salud. Habiendo oído de los frailes de Messina que un capítulo general tendría lugar en Asís el 30 de Mayo, decidió viajar, llegando a tiempo para tomar parte en él. Finalizado el capítulo, Antonio permaneció completamente ignorado.

"No dijo una sola palabra acerca de sus estudios", escribe su más antiguo biógrafo, "ni de ninguno de los servicios que había desempeñado; su único deseo era seguir a Jesucristo crucificado". De acuerdo a esto, pidió al Padre Graciano, Provincial de Cóimbra, un lugar donde pudiese vivir en soledad y penitencia y poder introducirse mas profundamente en el espíritu y la disciplina de la vida franciscana. El Padre Graciano se encontraba en la necesidad de un sacerdote para la ermita de Montepaolo (cerca de Forli), así pues envió ahí a Antonio para que pudiera celebrar la Misa para los hermanos no sacerdotes.

Mientras Antonio vivía retirado en Montepaolo, sucedió que un día cierto número de frailes franciscanos y dominicos fueron enviados juntos a Forli para su ordenación. Antonio se encontraba presente, pero simplemente como acompañante del Provincial. Cuando fue hora de la ordenación, descubrieron que no había ningún predicador designado. El superior primero preguntó a los dominicos si entre ellos habría alguien que dirigiese algunas palabras a los hermanos reunidos; pero todos declinaron indicando que ninguno estaba preparado. En la emergencia escogieron a Antonio, de quien creían que sólo era capaz de leer el Misal y el Breviario, y le ordenaron hablar lo que el espíritu de Dios pusiera en su boca. Antonio accedió por obediencia, hablando al principio tímida y lentamente, pero pronto exaltado por el fervor, empezó a explicar el sentido mas oculto de las Sagradas Escrituras con tan profunda erudición y sublime doctrina que todos los presentes quedaron atónitos. A partir de ése momento empezó la carrera pública de Antonio.

San Francisco, informado del conocimiento de Antonio, le escribió la siguiente carta para enseñar teología a los hermanos:

Al Hermano Antonio, mi obispo (i.e. maestro de ciencias Sagradas), el Hermano Francisco envía sus saludos. Es un placer para mi que vos enseñéis teología a los hermanos, entendiendo, sin embargo, como se encuentra expresado en la Regla, el espíritu de oración y devoción no debe extinguirse. Hasta pronto. (1224)

Antes de iniciar la instrucción, Antonio fue por algún tiempo a Vercelli para conversar con el famoso Abad Tomas Gallo; luego fue a enseñar con éxito en Bolonia y Montpellier en 1224 y posteriormente e Toulouse. Sin embargo no ha quedado nada de sus cátedras; los documentos primitivos, así como los legendarios, mantienen completo silencio en éste punto. Sin embargo, estudiando sus trabajos, podemos formarnos nosotros mismos una idea suficiente del carácter de su doctrina; una doctrina, la cual, dejando de lado cualquier especulación árida, prefiere un carácter enteramente seráfico, acorde con el espíritu y el ideal de San Francisco.

Fue como orador, sin embargo, mas que como maestro, que Antonio cosechó sus máximos frutos. Poseía en alto grado, las cualidades que caracterizan al predicador elocuente: una voz clara y fuerte, talante imponente, memoria prodigiosa y un profundo conocimiento, a lo cual le fue añadido desde lo alto el espíritu de profecía y un extraordinario don de milagros. Con celo apostólico, tomó a su cargo reformar la moralidad de su tiempo combatiendo de forma especial los vicios del lujo, avaricia y tiranía. El fruto de sus sermones fue, entonces, tan admirable como su misma elocuencia. No fue menos ferviente en la extinción de la herejía, sobre todo la de los cátaros y los patarinos, quienes infestaron l centro y norte de Italia, y probablemente también aquella de los albigenses en el sur de Francia, aunque no existen documentos que lo confirmen. Entre los muchos milagros, con que San

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (16.3 Kb)  
Leer 10 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com