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San Cayetano


Enviado por   •  21 de Agosto de 2012  •  1.344 Palabras (6 Páginas)  •  430 Visitas

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San Cayetano, abogado de los humildes y patrono del trabajo

Cayetano de Thiene fue un noble de la región del Véneto que abandonando fortuna, títulos nobiliarios y un futuro promisorio consagró su vida a los desvalidos, los enfermos y los humildes, de acuerdo a lo que establece la ley de Dios

Cayetano nació en Vicenza en 1480, en una casa ubicada sobre la actual calle San Marcos 667, en el seno de una familia de notables. Su padre, el conde Gaspar de Thiene era general de los ejércitos venecianos y su madre María Porto, una dama ejemplar que puso un celo especial en el cuidado de sus tres hijos.

Cuando Cayetano tenía dos años, el conde de Thiene marchó a la guerra pereciendo en combate en el reino de Nápoles.

Infancia piadosa

Cuando Cayetano nació, su madre lo consagró a la Santísima Virgen María, hecho que habría de marcarlo para el resto de su vida. Desde muy pequeño, su amor por Nuestro Señor Jesucristo lo llevó a amar a la Iglesia y el sacerdocio. Uno de sus pasatiempos principales era ir a rezar y al regresar de misa, armar pequeños altares para repetir en ellos el sagrado ritual de la consagración.

Así fue que creció, devoto y piadoso, apreciado por su bondad y caridad. Y fueron esas cualidades las que lo llevaron a edificar la iglesia de Rampazzo, pequeña población cercana a Vicenza, que sostuvo con la herencia de su progenitor.

Funcionario papal y sacerdote

En 1504, Cayetano viajó a Padua para estudiar en su célebre universidad, Teología, Derecho Civil y Derecho Canónico. Obtenidos sus doctorados, se trasladó a Roma donde el Papa Julio II manifestó su deseo de conocerlo.

Presa de viva emoción, Cayetano se presentó ante el Pontífice y fue tal la buena impresión que causó que aquel lo designó protonotario apostólico y secretario privado, hecho que lo obligó a vivir el Vaticano. Poco después, experimentó en su interior la necesidad de abrazar el sacerdocio y llevar adelante una vida austera y santa. Fue así que en 1526 recibió las sagradas órdenes e inició su ministerio visitando enfermos, dementes y apestados, socorriendo a los menesterosos que pululaban por las calles y asistiendo a los hospitales.

Abogado de los humildes

Muerto Julio II, su protector, Cayetano regresó a su ciudad, donde asistó a los indigentes de la misma manera que lo había hecho en la Ciudad Eterna. Viajó luego a Venecia para alojarse en un hospital donde su labor con los enfermos fue agotadora. En vista de ello, el director espiritual del nosocomio, un religioso de la orden de los Predicadores, le aconsejó regresar a Roma por considerar que se trataba de un campo ideal para el tipo de apostolado que estaba llevando.

Nueva congregación

De regreso en la Ciudad Eterna, el piadoso joven decidió constituir una orden de clérigos regulares con la idea de combatir la degradación y el relajo que estaba padeciendo gran parte de la grey católica. Por esa razón, tomó contacto con Gian Pietro Carafa, obispo de Chieri y futuro Papa Paulo IV, quien se entusiasmó tanto con la iniciativa y con el buen nombre del que gozaba su interlocutor que se unió a él, poniendo a su disposición toda su autoridad.

El 24 de junio de 1524 nacen con la aprobación papal los Clérigos Regulares Teantinos a quienes se unen desde el primer momento el caballero Bonifacio de Colle, notable de Milán y Pablo Couliglieri, de la noble familia de los Gisleri.

El obispo Carafa fue elegido primer superior, reteniendo el cargo de obispo por expresa disposición del Santo Padre. El petitorio de aprobación elevado a consideración del Pontífice decía, en uno de sus apartados: “Queremos ser pobres, no poseeremos rentas, ni tierras, ni beneficios eclesiásticos. Tendremos prohibido pedir limosnas o participar en negocios. Viviremos del Altar y del Evangelio. Solo aceptaremos las donaciones espontáneas del pueblo. Si falta comida nos alimentaremos de pan mientras tengamos. No poseeremos nada, no seremos dueños de nada. Confiaremos totalmente en Dios y en su providencia. La riqueza no le da al Clero ni paz, ni libertad para el apostolado.

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