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Si Me Amáis, Guardad Mis Mandamientos


Enviado por   •  3 de Junio de 2015  •  1.677 Palabras (7 Páginas)  •  201 Visitas

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“Si me amáis, guardad mis mandamientos”

POR EL ÉLDER ROBERT D. HALES

Del Quórum de los Doce Apóstoles

Utilizar nuestro albedrío para obedecer significa elegir “hacer lo que es correcto [y dejar] que las consecuencias ocurran”.

Hermanos y hermanas, de todas las lecciones que aprendemos de la vida del Salvador, ninguna es más clara y poderosa que la lección de la obediencia.

El ejemplo del Salvador

En el concilio premortal de los cielos, Lucifer se rebeló en contra del plan del Padre Celestial. Los que siguieron a Lucifer terminaron su progreso eterno. ¡Tengan cuidado de a quién eligen seguir!

Luego, Jesús expresó Su compromiso de obedecer diciendo: “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre”1. A lo largo de Su ministerio, Él “sufrió tentaciones pero no hizo caso de ellas”2. De hecho, “por lo que padeció aprendió la obediencia”3.

Porque nuestro Salvador fue obediente, Él expió nuestros pecados, de ese modo hizo posible nuestra resurrección y preparó el camino para que regresemos a nuestro Padre Celestial, quien sabía que cometeríamos errores mientras aprendíamos sobre la obediencia en la vida terrenal. Cuando obedecemos, aceptamos Su sacrificio, ya que “creemos que por la Expiación de [Jesucristo], todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes, ordenanzas y [mandamientos] del Evangelio”4.

Jesús nos enseñó a obedecer con palabras sencillas que son fáciles de comprender: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”5, y “Ven, sígueme”6.

Cuando nos bautizamos, “[tomamos] sobre [nosotros] el nombre de Cristo” y hacemos “convenio con Dios de [que seremos] obedientes hasta el fin de [nuestras] vidas”7. Todos los domingos renovamos ese convenio bautismal al tomar la Santa Cena y testificar que estamos dispuestos a guardar los mandamientos. Buscamos el perdón de todos los pensamientos, sentimientos o acciones que no estén en armonía con la voluntad de nuestro Padre Celestial. Cuando nos arrepentimos, apartándonos de la desobediencia y comenzando a obedecer otra vez, mostramos nuestro amor por Él.

Los tipos de obediencia

Al vivir el Evangelio, progresamos en nuestro entendimiento de la obediencia. A veces quizás tengamos la tentación de poner en práctica lo que yo llamo “la obediencia del hombre natural”, en la que de manera desobediente rechazamos la ley de Dios y damos preferencia a nuestra sabiduría, a nuestros deseos o aun la popularidad. Puesto que muchas personas practican eso ampliamente, esa distorsión de la obediencia menoscaba la importancia de las normas de Dios en nuestra cultura y en nuestras leyes.

A veces, los miembros participan en una “obediencia selectiva”, afirmando que aman a Dios y honran a Dios mientras que seleccionan cuáles de Sus mandamientos y enseñanzas —y qué enseñanzas y consejos de Sus profetas— seguirán completamente.

Algunas personas obedecen de forma selectiva porque no comprenden todas las razones de un mandamiento, así como los niños no siempre entienden las razones de las reglas y consejos de sus padres. Sin embargo, siempre sabemos la razón por la que seguimos a los profetas: porque ésta es la Iglesia de Jesucristo, y es el Salvador quien dirige a Sus profetas en todas las dispensaciones.

Conforme nuestra comprensión de la obediencia se profundiza, reconocemos la función esencial del albedrío. Cuando Jesús estaba en el Jardín de Getsemaní, Él oró tres veces a Su Padre en los cielos: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”8. Dios no anularía el albedrío del Salvador; sin embargo, misericordiosamente envió a un ángel para fortalecer a Su Hijo Amado.

El Salvador afrontó otra prueba en el Gólgota, donde Él podría haber llamado a legiones de ángeles para que lo bajaran de la cruz, pero tomó Su propia decisión de perseverar obedientemente hasta el fin y completar Su sacrificio expiatorio, aunque ello implicara un gran sufrimiento y aun la muerte.

La obediencia espiritualmente madura es “la obediencia del Salvador”; está motivada por el verdadero amor hacia nuestro Padre Celestial y Su Hijo. Cuando obedecemos de buena voluntad, como lo hizo nuestro Salvador, valoramos las palabras de nuestro Padre Celestial: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”9; y, al entrar en la presencia de nuestro Padre Celestial, esperamos con anhelo escuchar: “Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu señor”10.

Utilizar nuestro albedrío para obedecer significa elegir “hacer lo que es correcto [y dejar] que lleguen las consecuencias”11. Eso requiere autodominio y nos brinda confianza, felicidad eterna y un sentimiento de satisfacción a nosotros y, mediante nuestro ejemplo, a los que nos rodean. Además, siempre implica un compromiso personal y profundo de sostener a los líderes del sacerdocio y seguir sus enseñanzas y consejos.

Las consecuencias

Al decidir si obedeceremos, siempre resulta útil recordar las consecuencias de nuestras decisiones. ¿Entendían Lucifer y sus seguidores la consecuencia que traería el rechazar el plan de nuestro Padre Celestial? Si es así, ¿por qué tomaron tan terrible decisión? Podríamos hacernos una pregunta similar: ¿Por qué cualquiera de nosotros elige ser desobediente cuando entendemos las consecuencias eternas del pecado? Las Escrituras aportan

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