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Teología de la vocación: Perspectivas a la luz de algunos documentos eclesiales.


Enviado por   •  29 de Julio de 2016  •  Tutoriales  •  4.272 Palabras (18 Páginas)  •  255 Visitas

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Teología de la vocación: Perspectivas a la luz de algunos documentos eclesiales.

Desde hace un buen tiempo la pastoral vocacional parece orientarse más desde las urgencias y

búsqueda de respuestas a los problemas inmediatos de falta de vocaciones, que por un adecuado y convencido horizonte teológico. Es decisivo enfrentar este desafío y orientarse hacia una renovación que tenga en cuenta el notable e rico material de estos últimos decenios, para una pastoral vocacional atenta a los nuevos desafíos.

Los documentos analizados en este artículo son: Plan pastoral de las vocaciones, Roma 1973;

Documento conclusivo del II Congreso internacional para las vocaciones, Roma, 1981; Desarrollo de las pastorales vocacionales en la Iglesia Particular, POVE 1992; Nuevas vocaciones para una nueva Europa, 1998.

1.- Modelos de teología de la vocación: una mirada al pasado.

Dos datos emergen de manera inmediata de los documentos eclesiales: la non homogeneidad en

el uso del concepto de “vocación” y la débil consistencia del cuadro teológico al cual se refieren. La no homogeneidad aparece en los diversos significados que la palabra “vocación” asume en contextos análogos: a veces evoca la dimensión teocéntrica, otras veces la dimensión antropológica; en algunos casos indica el aspecto dialógico relacional de la llamada, en otros el aspecto dinámico evolutivo; una vez se refiere a la vocación en sentido genérico, más a menudo a la vocación particular y de especial consagración. Tampoco las motivaciones teológicas resultan bien matizadas y profundizadas. Los documentos dan la impresión de que el fundamento teológico de la vocación sea más un apoyo que el fundamento normativo del entero discurso vocacional.

En otras palabras, no emerge una plena correspondencia de contenido entre el momento

teológico y el momento pastoral. Esta limitación tiene sus consecuencias pastorales. Es evidente que un planteamiento teológico no claro, débil, o poco convincente termina por conducir hacia una pastoral del mismo tono.

No obstante, esta limitación, es posible, y es importante, evidenciar algunos modelos vocacionales que hacen de trama a la impostación de fondo de los documentos vocacionales.

  1. Modelo personalista existencial

El primer modelo puede ser llamado “personalista-existencial”, siendo fundamentado en el

principio de la vida como vocación. El modelo constituye el trasfondo de algunos documentos

vocacionales, sobre la línea de GS. y PP., para explicar como el misterio de la vocación cristiana y específica tiene las raíces en el misterio más profundo de la llamada originaria de cada persona al encuentro con Dios. “La razón más profunda de la dignidad del hombre consiste en su vocación a la comunión con Dios. Desde su nacimiento el hombre es invitado al diálogo con Dios: no existe si no porque creado por amor de parte de Dios, por Él siempre por amor conservado en vida, y ni vive plenamente si no reconociéndolo libremente y confiando en su creador” (GS 19)

La impostación conciliar es confirmada por la referencia al conocido enunciado de la

Populorum Progresio: “En el designio de Dios, cada hombre es llamado a la realización porque cada vida es vocación. Desde el nacimiento a cada uno es dado en capullo un conjunto de aptitudes y cualidades que hay que hacer fructificar: su pleno desarrollo, fruto de educación y del esfuerzo personal, permitirá a cada uno de orientarse hacia su propio destino, propuesto por el Creador” (PP 15).

Se afirma en otros documentos la relación estrecha de la vida como vocación con la vocación

bautismal, que conduce al hombre hacia la configuración con Cristo y la pertenencia en la Iglesia; es así que “cada estado de vida responde a una vocación y la Providencia guía a cada hombre al cumplimiento del plan divino relativo a la persona y a todo el Pueblo de Dios. La vocación es una única realidad dinámica que se realiza progresivamente en el diálogo con Dios y con los hombres, en la fidelidad y en el servicio. Este camino de Fe inicia en el bautismo y madura en la disponibilidad a la acción del Espíritu: cada estado de vida, pues, debe ser presentado como una auténtica vocación que abarca permanentemente el ser humano” (Plan Past. Voc. CEI n. 28)

Las vocaciones específicas florecen como don del espíritu al interior de este contexto para el

bien de todo el cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. La reflexión vocacional se desarrolla luego en un tríplice nivel: vocación a la vida, vocación a la gracia, vocación al amor; o en análogas particiones: vocación a la vida, vocación a la configuración con Cristo, vocación a la Iglesia, vocación a la santidad, llamada al testimonio, llamado a la gloria del cielo...

La impostación presenta al menos dos cualidades positivas: la primera es proclamar la unidad

radical que subsiste entre vocación natural a la vida, vocación sobrenatural a la gracia en Cristo y las diversas vocaciones a servicio de la Iglesia y del mundo, la segunda es motivar la vocación especial con el fundamento de la vocación al amor inscrita en el ser de todo hombre, plenamente revelada en Jesús. Es cuanto aparece en el documento “Nuevas vocaciones para una nueva Europa” del 1998.

Remueve del principio de que no existe ningún ser humano sin vocación: existir es ser llamado por Dios, la vida es el signo de una elección divina, de una elección de amor.

“En esta perspectiva de la llamada a la vida una cosa es de excluir: que el hombre pueda

considerar la existencia como algo obvio, debido, casual... el simple hecho de estar aquí debería llenar a todos de maravilla y gratitud inmensa hacia aquel que de manera gratuita nos ha llamado de la nada pronunciando nuestro nombre. La percepción de que la vida es un don debería no solo suscitar un sentimiento de gratitud, sino lentamente debería sugerir la primera grande respuesta a la pregunta fundamental del sentido de la vida: la vida es la obra maestra del amor creativo de Dios y en si misma es una llamada al amor. Don recibido que por su naturaleza tiende a hacerse un bien donado”. (16)

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