Alimentos Transgénicos
0219945 de Enero de 2014
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Alimentos transgénicos y empresas transnacionales
ÍNDICE
I - PREVIO: Objetivos y metodología utilizada 3
II – INTRODUCCIÓN 3
III – MARCO TEÓRICO E HIPÓTESIS 6
Riesgos 7
Alternativas a los cultivos transgénicos 20
Soberanía alimentaria 21
Ni tecnofanatismo, ni tecnocatastrofismo 22
IV – CONCLUSIONES 23
V – EPÍLOGO: El futuro próximo 24
VI – ANEXO I: El primer alimento transgénico 24
VII – ANEXO II: Reflexiones 25
VIII - BIBLIOGRAFÍA 25
I.- PREVIO: Objetivos y metodología utilizada.
Los objetivos de este trabajo serán revelar cuáles son los verdaderos intereses que mueven a diversas transnacionales a manipular genéticamente los alimentos, además analizaré los problemas y riesgos que conlleva tanto la producción como la entrada de estos alimentos en la cadena alimenticia.
La metodología que utilizaré será establecer primero un marco teórico estableciendo los puntos importantes que abordaré durante el trabajo. Para ello, aportaré numerosos datos que darán fiabilidad a los argumentos que iré exponiendo, con lo que no quedarán en simples conjeturas. Además, diversos acontecimientos que iré relatando durante el trabajo, justificarán que los argumentos o temores que iré exponiendo no son mera demagogia.
Además me centraré en exponer todos los argumentos que utilizan las multinacionales para justificar la producción y consumo de alimentos transgénicos, los cuales iré rebatiendo uno a uno, entre ellos la gran falacia que utilizan las empresas transnacionales como baluarte de esta nueva “revolución verde”, como es que “los transgénicos acabarán con el hambre en el mundo”.
II – INTRODUCCIÓN
Existe una gran incertidumbre y desconocimiento entorno a los alimentos transgénicos. La mayoría de las personas tienen una formación biológica insuficiente, con lo que se sienten amenazados por un peligro confuso que no aciertan a comprender, pero sí a intuir. Y en ese estado, ciertamente son presa fácil de cualquier demagogia.
Lamentablemente una pauta dolorosamente recurrente en esta sociedad capitalista, es la socialización de daños y riegos, pero con una apropiación privada de los beneficios. Pese a que describiré los riesgos más adelante, ya podemos intuir ciertas amenazas:
Mercantilización creciente de la diversidad genética de la biosfera.
Progresiva privatización del conocimiento científico (a través de cambios en el derecho de patentes, subordinación de la investigación pública a los requisitos de rentabilidad de la empresa privada, continua expansión del secreto comercial industrial...)
Las técnicas de manipulación genética en sí mismas conllevan cierta peligrosidad intrínseca, pero el problema es el contexto legal, político y económico en el que se emplean, y los intereses a los que sirven.
Esto es, el problema no es la biotecnología en sí misma, sino “la biotecnología de las multinacionales”, agravado en que la biotecnología de las multinacionales tiende a convertirse en toda la biotecnología.
A este efecto, hace falta un punto de vista crítico, en el que,
Para valorar los riesgos de la ingeniería genética para la salud humana, ¿acaso haremos caso a los ejecutivos de las multinacionales agroquímicas como Monsanto, Novartis o Aventis?
Si hay que anticiparse a los impactos de las nuevas biotecnologías sobre las relaciones Norte-Sur, ¿tendrá la última palabra la OMC, con su ofensiva a favor de las patentes sobre la vida?
Para ir entrando en materia, observemos algunos hechos,
Hubo un silenciamiento del científico Arpad Putszai que denunció efectos adversos producidos en ratas por la alimentación con patatas transgénicas.
Se provocó un gran escándalo al divulgarse que Lord Sainsburg, subsecretario de ciencia en el gobierno de Blair y ardiente defensor de los alimentos transgénicos, es propietario de la patente de un gen clave en la manipulación genética de alimentos.
Anuncio del incremento de las alergias a soja en un 50% en tan sólo 1 año, tras la introducción de soja transgénica en la cadena alimentaria.
Y es que los países europeos han guardado ciertas reticencias, como podemos comprobar en estos hechos:
En Febrero de 1999, las asociaciones de administraciones locales británicas acordaron recomendar que no se consuman productos transgénicos en escuelas, residencias de ancianos y servicios diversos de las administraciones locales.
Austria ha prohibido la importación de maíz transgénico de Novartis y Monsanto, y no permite plantar ningún cultivo transgénico comercial en su territorio.
En Francia, se dio una prohibición de facto para los cultivos comerciales, con varios casos en los tribunales.
Dinamarca, en Noviembre de 1998 anunció una moratoria para los cultivos transgénicos y la venta de semillas manipuladas genéticamente.
Así, el 24 de Junio de 1999 el consejo de ministros de medio ambiente de la UE decidió una moratoria de facto para la aprobación de nuevos cultivos transgénicos mientras no entren en rigor normas más estrictas.
Pero la opinión no es unánime, de hecho encontramos 3 grandes rasgos entre los países de la UE:
Francia, Dinamarca, Grecia, Italia y Luxemburgo que suspenderán las autorizaciones para la difusión de nuevos organismos modificados genéticamente (a partir de ahora, OMG).
Austria, Bélgica, Alemania, Finlandia, Holanda y Suecia, que dejarán de autorizar la puesta en el mercado de OMGs hasta que se demuestre que no tienen efectos negativos sobre el medio ambiente o sobre la salud humana.
España, Reino Unido, Irlanda y Portugal, que no han suscrito ninguno de los 2 textos del acuerdo, siendo los países más “tecnoentusiastas”.
En realidad, parece que los intereses comerciales de un puñado de grandes empresas se han antepuesto a los intereses de salud pública y protección ambiental comunes a la mayoría de la sociedad.
Mientras, con escasísima o nula participación pública, se toman decisiones que hacen avanzar los acontecimientos:
En 1999, EEUU, Canadá y Argentina albergan el 99% de los cultivos transgénicos comerciales del mundo.
Desde Otoño de 1996, España importa soja y maíz transgénico de EEUU, para alimentación animal. Pero a través de la carne, leche o huevos, los cultivos transgénicos han entrado ya a la cadena alimenticia humana.
Y es que, una vez introducida en los circuitos de la industria alimentaria sin etiquetado distintivo, seguirles la pista resulta imposible.
España se ha convertido en el principal cultivador e importador de cultivos transgénicos de toda la UE, alimentos que han entrado en la cadena alimenticia sin etiquetado distintivo, privando hasta hoy a los consumidores toda posibilidad de elección. Pero lógicamente, en el mundo es EEUU quién está a la cabeza.
Voy a exponer varios casos de sucesos acontecidos en Europa, si bien no son por manipulación genética, si que podemos extraer algunas conclusiones respecto a la evaluación de riesgos:
Las vacas locas en 1996 evidenció el tipo de problemas que genera el modelo agropecuario dominante, sometido a intensas presiones productivistas que con frecuencia llevan a desdeñar los riesgos para la salud pública, por no hablar de las atroces condiciones de vida de los animales en las granjas-factoría.
No es un caso de manipulación genética, pero pone de manifiesto el fracaso de las estructuras de evaluación de riesgos de las industrias agropecuarias y de las instancias públicas que las controlan.
En 1999, el gobierno belga tuvo que retirar de la circulación miles de pollos, huevos y productos porcinos con dioxinas, uno de los componentes más peligrosos que existen. Parece que empresas de piensos empleaban para la fabricación de sus productos, unas grasas y aceites usados contaminados con venenos industriales, precursores de las dioxinas.
Y es que industrias como las papeleras, la metalurgia, las químicas de síntesis y sobre todo las incineradoras de residuos, generan dioxinas que se dispersan por el entorno, para luego ascender concentrándose por las cadenas tróficas.
Así, en Francia en 1997 se hallaron altos niveles de dioxinas en productos lácteos y se estima que cada año entre 1.800 y 2.500 franceses mueren cada año de algún cáncer relacionado con dioxinas.
Ya se vio en España en los años 80, con la intoxicación por aceite de colza, y tal como afirmó Manuel Sacristán, “el complicado fondo causal último de la intoxicación española en 1981 es la necesidad capitalista de mantener lo más bajo posible el valor de la fuerza de trabajo”.
Es por lo tanto, “lógico” para el sistema producir alimentos baratos, ignorando o infravalorando los riesgos de todo tipo, con el objeto de abaratar el valor de la fuerza de trabajo e incrementar así las rentas del capital.
III - MARCO TEÓRICO E HIPÓTESIS
A partir de ahora se pasará a enumerar y rebatir los
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