LA ENERGIA MARINA EN EUROPA DE 1919
SERJA29 de Octubre de 2013
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LA ENERGIA MARINA EN EUROPA DE 1919
La utilización de las mareas con el auxilio de los venerables y conocidos “molinos de marea”, es tan antigua o más que la de energía de los cursos de agua, por los molinos establecidos sobre los mismos y cuyo pasado se pierde a través de la edad media.
Esos molinos de marea que hicieron época en las regiones de Francia, Inglaterra y España, en las cuales las circunstancias locales, son favorables, se les encuentra aún en gran número en la Bretaña (Francia), cuyas costas son las que ofrecen mayores facilidades para ellos a las cantidad de anfractuosidades y abras del litoral marítimo, ocupando el fondo de una de ellas y donde por procedimiento sencillo y modesto se represa el agua de mar en marea alta, obligándosela a pasar al descender el nivel de ella durante la bajamar, por una rueda de cangilones de madera, reemplazadas posteriormente por pequeñas y verdaderas turbinas metálicas, fabricadas por un especialista de Chartres.
Estos rústicos medios de captación, han trabajado durante siglos, explotándoseles únicamente en la época de grandes mareas a causa de las cotas, a las cuales era ventajoso establecerlos, así como también debido al trabajo a que se les destinaba, la molienda del trigo. Muchos de estos molinos han sido abandonados a causa de los aterramientos producidos en los estanques, que han hecho más precaria su utilización, y otros debido a la ventaja y economía que representa la utilización de los motores de combustión interna o de la energía eléctrica fácilmente distribuida en las regiones donde se encuentran instalados. Por lo tanto en Francia, es la misma Bretaña la más indicada para que en ella alcance su máximo desarrollo esta forma de utilización de una de las mayores fuentes de energía natural, pues se trata de una península cuyas costas son las más quebradas y en las cuales el mar tiene la mayor y más numerosa penetración debido a las bahías, estuarios y abras que determinan anfractuosidades propias de ellas, como así también el hecho de ofrecer allí las mareas, los mayores desniveles de que son susceptibles las mismas en las costas de Francia.
Por otra parte, no hay que olvidar que la Bretaña es la parte del territorio francés más alejada de los macizos montañosos, en los cuales donde estaban radicados los centros productores de hulla blanca, y aunque existan en ellas montañas y las lluvias sean abundantes y bien distribuidas, no son posibles grandes embalses de agua, debido a la topografía de la península.
Los últimos años anteriores al estallido de la Primera Guerra, habían actualizado la situación en la cual se veía, surge un problema de resolución inmediata, digno de estudio, pero con la firma del armisticio la cosas variaron completamente de aspecto, por haberse producido de inmediato la crisis mundial del combustible, y con especialidad de la producción francesa, como consecuencia del estado en que quedaron las minas en los departamentos ocupados por los alemanes.
El gobierno, justamente alarmado por esta causa, por el encarecimiento del carbón, de la mano de obra y de los fletes, teniendo en cuenta las necesidades siempre crecientes de energía, para la industria nacional, el gran número de estudios, proyectos, patentes de invención y las numerosas proposiciones o pedidos de concesiones para captar y explotar la energía de las mareas, decidió en el año 1919 crear una comisión especialmente de atender todo lo concerniente a las cuestiones relativas a la llamada “Hulla Azul”, en obsequio de la brevedad, compuesta por miembros del “Comité de estudios y búsqueda científicos para la utilización y distribución de las fuerzas hidráulicas”.
Esta Comisión comenzó a documentarse reuniendo toda la bibliografía que encontró a su alcance, consultó a todos los expertos y competentes en el asunto que tuvo a su mano, especialmente a los ingenieros Boisnier, Maynard y Huguenin, así como el almirante Amet, todos los autores de estudios muy serios y completos, se pudo en contacto con inventores y analizó las patentes respectivas y todas las demás que pudo conseguir, y por último consideró los numerosos pedidos de concesiones para explotar este tipo de energía que ya habían sido objeto de tramitaciones ante el gobierno, llegando en octubre de 1919 a la conclusión, que no sólo la realización del asunto era de utilidad pública y privada, sino que esta última iniciativa había hecho avanzar tanto los procedimientos para su verdadera y definitiva solución, que se imponía desde ya la intervención del Estado en la gestión de todo aquello que se hiciera en adelante, psrs dirigir y estimular lo hecho y en curso de ejecución organizar concursos y efectuar ensayos en escala suficiente como para obtener resultados concluyentes. Por estas causas, se dictó la ley del 16 de octubre de 1919, propiciada por la misma Comisión. Posteriormente se pasó a considerar las distintas formas de aprovechamiento de las energías marinas, a saber:
I. La producida por los saltos artificiales susceptibles de crearse aprovechando los desniveles debidos a las mareas.
II. La debida al movimiento oscilatorio de las olas, y
III. La que podría obtenerse por las corrientes provocadas por las mismas mareas, determinándose que esta alternativa se la podía descartar de inmediato y definitivamente, por su falta de practibilidad (falta de tecnología de la época); en efecto, considerando la más rápidas corrientes conocidas cuya velocidad es de 11 nudos, que por la simple aplicación de la conocida fórmula h= v² / 2g, se llega a la conclusión que ellas equivalen a una altura de caída de 1,50 mts, cantidad mu pequeña por cierto.
Mientras que las dos primeras opciones (I y II) son sin duda capaces de permitir una captación técnica y financieramente aceptables; sin embargo, la Comisión se decidió por la primera, por ser la más racional y adecuada para aquellas costas donde las mareas son notables, indicando la segunda como impuesta para los litorales que ofrecen pequeñas mareas o prácticamente están privados de ellas.
I. UTILIZACION DE LAS MAREAS
Aceptada en principio tal forma de captación de las mismas, se pasó de inmediato a considerar las dos maneras en que es posible hacerlo, es decir: 1° flotadores que sigan sus fluctuaciones; 2° aprovechar las oscilaciones de las mareas para embalsar las aguas en grandes estanque seminaturales y provocar así una caída artificial. Se constató de inmediato que el primero es completamente ilusorio (para esa época), pues los flotadores reciben una impulsión demasiado lenta, para poder vencer económicamente los rozamientos debido a las transmisiones, siendo además necesarias superficies enormes, frágiles y costosas para producir pocos caballos; en efecto, el ingeniero Boisnier calculó que la potencia obtenida con el uso de un flotador formado por un buque que desplazara 20.000 toneladas, alcanzaría apenas 110 caballos. Por lo tanto, se pasó a discutir los cuatro sistemas de captación de que es susceptible la segunda manera, teniendo muy en cuenta la discusión y estudios comparativos que de ellos hicieron el ingeniero Boisnier y el almirante Amet, concluyéndose que para todos los casos que hubiera que estudiar en Francia, el sistema de estanque único a doble efecto, es sólo el que asegura la mejor captación de las energías de las mareas, que sea prácticamente aplicable, y pasible de resultados económicamente aceptables, en todos los sitios considerados aptos para establecer usinas mareomotrices, pues el ciclo a simple efecto, funcionando antes y después de las bajamares solamente durante ocho horas, da lugar a interrupciones mucho más largas, a una irregularidad más fuerte de la potencia y por último a una energía anual mucho menor.
CONSIDERACIONES SOBRE LOS ELEMENTOS DE UNA USINA MAREOMOTRIZ.
Los cambios de ideas o discusiones que sobre el tema se produjeron “en el seno de la Comisión”, la llevaron a analizar las condiciones, que es necesario tener en cuenta al idear las diversas partes que componen una usina, para que ello le sirviera de guía en el estudio de las proposiciones o proyectos que presentaran a su consideración y que por su indiscutible utilidad se describe a continuación.
a. ESTANQUES
No puede ni debe por el momento pensarse en utilizar como tales, sin las anfractuosidades que la naturaleza ofrece en forma de abras, ensenaduras, bahías o estuarios a lo largo de las costas marítimas de las regiones dotadas de mareas apreciables, mediante su oportuno cierre por un muro de presa, pues debe descartarse por mucho tiempo aun, sin duda alguna, la idea de construirlos artificialmente, la idea de construirlos artificialmente sobre trozos de playa más o menos rectilíneos, por cuanto cerrar con un muro una entrada natural del mar, es ya técnica y financieramente una cosa difícil si las condiciones locales no son favorables. En efecto, la embocadura debe ser relativamente estrecha para reducir en lo posible la longitud del muro a la necesaria para alojar cómodamente las turbinas y las compuertas, pues algunos estuarios
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