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Manuel Azaña: el falso patriotismo


Enviado por   •  19 de Junio de 2014  •  2.502 Palabras (11 Páginas)  •  255 Visitas

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Manuel Azaña: el falso patriotismo

Al patriotismo se lo ha definido como "el último refugio de los canallas".

Y podríamos añadir que lo ha sido también de los aprovechados, los frustrados, los cobardes y de los fanáticos. También sirve aún para aguarlo con todo tipo de adjetivos que legitimen oscuras maniobras ideológicas. Y es que hablar no cuesta.

En la Historia de España ha habido grandes oradores institucionales que han hecho del patriotismo su escudo y su excusa, pero que no han tenido la menor intención de esforzarse para realizar en la práctica esos discursos en provecho del pueblo y de la nación, que es su fin.

Azaña es con toda seguridad el político que, en el siglo XX, más ha utilizado de modo efectivo el patriotismo.

Y también el que más lo ha prostituido y traicionado en la práctica.

Manuel Azaña Díaz nació en Alcalá de Henares en 1880 y murió en Montauban (Francia) en 1940. Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y doctor en 1900. Dirigió las revistas “La Pluma” y “España” entre 1920 y 1924. En 1930 fue secretario del Ateneo de Madrid. Militó en el Partido Reformista. Miembro del Comité Revolucionario en 1930. Con la República fue ministro de la Guerra y presidente, y con el gobierno del Frente Popular, que él creó, jefe de gobierno, y presidente de nuevo durante toda la Guerra Civil.

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Si hay un prototipo del intelectual-político durante el agitado periodo de la II República y el primer tercio del siglo XX en España, ese es Azaña, el hombre de “los buenos y grandes propósitos”.

Ya en 1914 forma parte de la "Liga de Educación Política" de Ortega, que le criticaría por “mesiánico” y “protagonista” ante sus pretensiones de “tomar la dirección moral e intelectual” del país desde un punto de vista elitista y jacobino.

Formó parte de una élite de abogados, periodistas, catedráticos, funcionarios y profesionales liberales, poco relacionados con los propietarios industriales, que se enfrentarían con el régimen en un proceso social similar a la Revolución Francesa, o a las del "Tercer Mundo" años después. No obstante, la producción ideológica de todos ellos fue pobre.

Huraño y altivo en su trato, no obstante, era un populista, exaltador de los “batallones populares”, y pretenderá utilizar para sus fines al pueblo y a los partidos obreros, sin tener que pagar el precio de su hegemonía y de sus desmanes, a los que temió siempre, y a los que siempre recurrirá... hasta la guerra.

En 1930 decía que “la República será tan radical como los republicanos más radicales consigamos que sea”, y ya en 1923 hablaba de “acorazarse contra la transigencia”.

En 1936 asumirá la necesidad de radicalizar aún más el régimen ante la entrada masiva de la extrema-izquierda en la coalición electoral del Frente Popular.

No resultará entonces extraño para nadie que, como presidente de la República, se enajenara el odio de anarquistas, socialistas de izquierda, católicos, conservadores, monárquicos, Iglesia y militares y terminara marginado por sus aliados socialistas, republicanos, nacionalistas catalanes y comunistas, atentos a sus propias revoluciones. Ni que fuera el autor de una draconiana Ley de Defensa de la República y que hablara de “romper el espinazo” y “triturar”.

Si en mayo de 1931 se opuso a mandar al Ejército a impedir el incendio de iglesias (“Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano”), no tendrá los mismos escrúpulos ideológicos en reprimir por las armas a los mineros de Figols, a los obreros de Manresa y de Córdoba, o los anarquistas de Casas Viejas.

Por otra parte, los principales responsables del aparato represivo desde 1936 serán cargos de la IR azañista: Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad, Ángel Galarza Gago, Ministro del Interior, o Prudencio Sayagües, responsable de los Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra.

Azaña es el prototipo de intelectual exaltador pero huidizo. Pasará los cinco meses anteriores a la proclamación de la República escondido en casa de su suegro, evitando su detención como miembro del Comité Revolucionario, escribiendo tranquilamente, “aburrido”, una novela autobiográfica (“Fresdeval”), y sin participar en la “revolución” de diciembre, la huelga general, la crisis de gobierno, la campaña por la amnistía, el juicio al Comité, su libertad, la campaña de las elecciones y las propias elecciones, hasta el punto que en los últimos tres meses nadie sabe donde está.

Esta actitud escapista volverá a tenerla en 1936, cuando ante los crímenes y quiebra de la autoridad republicana por parte del mismo Frente Popular, se refugiará en la Presidencia de la República para poder lamentarse sin hacer nada para evitarlo.

Queda bonito su “paz, piedad y perdón” y su exilio solitario, como el de tantos dirigentes republicanos que no pisarán los campos de refugiados de Saint Cyprien o Argelés: Largo Caballero, Federica Montseny, Prieto...

Permitirá la inclusión del partido y sindicato comunista (y de los troskistas del POUM y los radicales de las JJSS) en su alianza electoral con los socialistas, por su simple ratificación del manifiesto, por indicación del ala izquierda socialista de Largo Caballero (incluso el nombre lo impusieron ellos). Esto va a marcar decisivamente el carácter de la República durante la Guerra Civil.

Un hombre, como él mismo se definió, de “cabildeos, reuniones y propuestas”, pero que sabe inflamar ánimos, que ante la oleada de conflictos sociales en los inicios de la República no sabrá qué hacer. Hablará de “estremecimiento” social, de “virus” sindical, pero no comprenderá el drama que sectores sociales e individuos viven por sus medidas.

Azaña se representará siempre a sí mismo. Su partido, Acción Republicana, después Izquierda Republicana, era Azaña. Un personalismo que caracterizaba al movimiento republicano, a su mesianismo finisecular. Los 108 diputados que tuvo en 1936 lo fueron en virtud del reparto electoral pactado con el PSOE (cuya alianza era su única base política). Pero no por ello esos 108 diputados suponen para Azaña un menoscabo de su responsabilidad en la matanza y los abusos desde el primer día del triunfo del Frente Popular.

“No sé, en esta fecha, cómo vamos a dominar esto”, dice el 17

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