Mineria Informal

LA MINERÍA INFORMAL

La minería ilegal e informal, como de pequeños productores, se caracteriza por su expansión acelerada en varias regiones del país, debido a la ausencia del Estado, a la falta de oportunidades de trabajo y de ingresos, así como a los altos precios internacionales del oro. En muchos casos, poderosos intereses económicos alientan esta situación con el fin de sacar provecho de la informalidad. Esta situación ha generado graves impactos sociales y ambientales como la explotación del trabajo infantil, trata de personas, problemas de salud pública, contaminación de fuentes de agua y degradación de ecosistemas. En consecuencia, la minería ilegal e informal constituyen otra fuente de conflictos socioambientales, que no está siendo adecuadamente tratada por el Estado.

La riqueza minera del Perú ha traído al país numerosos inversionistas extranjeros que extraen de las entrañas de la tierra cantidades inmensas de oro, plata y cobre principalmente, proporcionando empleo a la población y sustanciales ingresos al erario público. Sin embargo, no todo ha sido provechoso para el país debido a que las empresas han provocado serios daños al medio ambiente y no siempre se han preocupado por el bienestar y seguridad de los hombres que entran diariamente en los socavones.

Pero más allá de la formalidad de las grandes empresas mineras existe un capítulo importante en este mundo de la producción que sale a la luz pública cuando ocurren desgracias. Nos referimos al sector de la minería informal.

A principios de marzo de este año ocurrió una desgracia en el campamento minero de Winchumayo, provincia de Caramaya, Puno. Las intensas lluvias de los días anteriores provocaron un alud que sepultó a 50 humildes viviendas instaladas en medio de un cerro y debajo de los tajos que informalmente abrieron sus ocupantes en busca de oro.

La práctica minera aquí –y en otros lugares del país- es totalmente artesanal e informal. Cientos de mineros trabajan sin condiciones mínimas de seguridad. No saben de salarios y remuneraciones mensuales, tampoco de bonificaciones o seguridad social. Se forman centros poblados precarios y desordenados ubicados sin tomar las mínimas medidas de prevención de desastres.

Es interesante la siguiente descripción del trabajo de los mineros informales: unos se arrastran como topos por socavones de 60 centímetros de ancho por 40 centímetros de alto. Otros, a punta de combo y barreta, taladran durísimas rocas en las que han detectado vetas con el dorado mineral. Las piedras, luego, son molidas en morteros gigantes, y, para ello, los mineros no cuentan con protección alguna. A ninguno parece preocuparle mucho las condiciones en las que tenga que trabajar con tal de conseguir su tan anhelado objetivo: hallar oro.

De acuerdo a un estudio elaborado por el padre Xavier Árbex de Morsier, del vicariato apostólico de Puerto Maldonado, demuestra que la minería informal ha destruido en los dos últimos años más 10 mil kilómetros de bosque primario, incluyendo la contaminación y la muerte de los arroyos y lagunas en Madre de Dios. Como si no fuera suficiente la presencia de maquinaria pesada que “tritura la naturaleza”, en 2009 se contempla el uso de 80 toneladas métricas de mercurio que envenena el área y contamina los ríos.

El Ministerio de Energía y Minas (MEM) informó que alrededor de 100 mil personas se dedican a la minería informal en el país; mientras que otras 500 mil participan indirectamente en esta actividad. El 98 por ciento de mineras informales explotan yacimientos de oro debido a que, su valor se mantiene y está en aumento.

Un elemento interesante de la minería informal es el uso de la dinamita en los socavones. En Nasca y alrededores hay, por lo menos, 300 propietarios de minas y 9 mil mineros informales que requieren explosivos para sus actividades diarias. Se calcula que en esa ciudad se venden alrededor de 800 cajas de dinamita al mes y cada caja tiene aproximadamente 315 cartuchos, se calcula que cada mes se comercializan 252 mil cartuchos de dinamita. Esta dinamita ha sido adquirida originalmente para obras muy diferentes a las de la minería informal, pero han encontrado el camino por otras vías hasta llegar a los mineros informales.

Según datos del Ministerio de Energía y Minas, aproximadamente el 70 por ciento de la minería artesanal dedicada a la extracción de oro en el Perú es informal. El restante 30 por ciento es formal, meta que tendrían que alcanzar los mineros informales para obtener mejores beneficios en todos los campos.

EL DRAMA DE LA MINERÍA INFORMAL

Esta ilícita actividad opera hace más de 50 años sin un adecuado control y fiscalización. No paga impuestos; genera explotación de adultos y niños trabajadores; provoca conflictos y enfrentamientos entre mineros y agricultores; origina delincuencia, alcoholismo, violencia e inseguridad; y ocasiona graves impactos ambientales por las precarias condiciones de operación y empleo de sustancias muy tóxicas como cianuro –que permite recuperar el oro del material removido– además de arsénico, mercurio, soda caústica, carbón activado y dinamita, cuyos desechos, son arrojados a ríos, lagos y suelos, produciendo gran contaminación.

En este contexto, para comenzar a prevenir y reducir la minería informal, además del mejoramiento de la situación socioeconómica en las zonas donde prolifera esta actividad, se requiere de políticas eficaces de control y supervisión del trabajo informal e insumos, así como del establecimiento de normas y procedimientos que incentiven la formalización de los productores ilegales.

A) ASPECTOS POSITIVOS

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