Transhumanismo grade 11
Juan DiazTrabajo2 de Septiembre de 2021
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TRANSHUMANISMO
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¿QUÉ ES EL TRANSHUMANISMO?
EL PODER DE UNA IDEA: nos habla del transhuanismo como un tipo de filosofía utópica algunos llegan a considerarla como la cosmovisión propia de la época postmoderna, dominada por el culto a la técnica; el único gran relato posible tras el descrédito en el que han caído todos los demás. Probablemente usted ya lo sabe: se habrá encontrado varias veces con el término en los medios de comunicación, y quizás por eso se ha interesado por este libro. Pero si quiere certificarlo, basta con que navegue un rato por internet buscando información sobre el tema. De hecho, hacía tiempo que no estaba tan de moda una propuesta filosófica, si bien en el transhumanismo se dan la mano tesis filosóficas, científicas, tecnológicas y tesis político-sociales. Internet y las redes sociales bullen con comentarios sobre sus aspectos más polémicos. Los medios de comunicación sacan con frecuente periodicidad noticias sobre científicos o ingenieros que ofrecen doctrina sobre la inmortalidad, la supe inteligencia o el volcado de la mente en un ordenador y nos describen con arrobo las inmensas posibilidades vitales que las nuevas tecnologías nos abrirán, entre ellas, exploraciones y colonizaciones de lugares lejanos del universo, o experiencias mentales y sensoriales insólitas, ajenas por completo a nuestra especie, como las que vive de forma virtual el protagonista de la película Avatar. Es ciertamente un producto que, una vez vencida cierta reticencia inicial, se vende muy bien entre un público expectante. De una forma más rotunda y convincente que en ocasiones anteriores, el discurso transhumanista nos dice que la ciencia ficción es en el fondo un género realista de la literatura y que la investigación científica puede ya poner en nuestras manos lo que hasta ahora parecía el producto de la imaginación desbordada de los artistas.
Cuando tantas promesas hechas por otras utopías han dejado de ser creídas, el transhumanismo se presenta con promesas renovadas, no mucho más irrealizables que las de las viejas utopías, pero sí más potentes, deslumbrantes y atractivas. Una parte importante de su fuerza está precisamente en que ya no encuentran una competencia respetable, excepto desde el lado —también renovado— de las religiones.
Pero su principal reclamo radica en haber sabido conectar con los deseos insatisfechos de amplios sectores de la población en los países más desarrollados; deseos un tanto difusos, que el transhumanismo ha tenido la habilidad de centrar en objetivos que parecían fuera de nuestro alcance y que ahora, sin embargo, se presentan como seguros y de disfrute irrenunciable para quienes buscan novísimas formas de consumo o estar simplemente al día respecto a lo que la tecnología marca como la siguiente oleada de avances.
que algunos dispuesto a pagar incluso si no tienen por lo importante e útil y necesario que es Algunos de sus adalides rechazan de plano que se considere al transhumanismo como una utopía, pero es difícil que puedan convencer a los demás con el argumento de que el transhumanismo no postula ningún paraíso final y acabado, sino que reclama un constante e infatigable progreso, insatisfecho siempre con cualquier posible receso.. Según Frank Damour las utopías no tienen que ser estáticas si no que van cambiando
que, al igual que el resto de las utopías, el transhumanismo se sitúa en la frontera entre lo real y lo imaginario, y propone un programa metafísico así como un repertorio de conceptos y valores que impulsan prácticas concretas encaminadas a la consecución de una nueva era.
No hace falta buscar una improbable vida más allá de la muerte, como la que las religiones anuncian, cuando podemos aspirar a no morir jamás. Una aspiración que no es tan descabellada como parece, pues se pueden aducir razones para sustentarla si acudimos a la ciencia. Para la mayoría de los investigadores que se dedican al tema, el envejecimiento y la muerte son errores biológicos, o más precisamente subproductos evolutivos, resultados colaterales de la selección natural que podrían ser corregidos. Y todo esto se resumiría un poco o no resumir si no que fue un punto de vista del trans humanismo que dice que Leyendo cosas así, es comprensible que el transhumanismo haya sido declarado por uno de sus más afamados críticos como «la idea más peligrosa del mundo.
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MÁQUINAS SUPERINTELIGENTES, CÍBORGS
Y EL ADVENIMIENTO DE LA SINGULARIDAD
Se habla de cuando era ciencia ficción el tema de máquinas con una inteligencia igual y .El campo de investigación conocido como «Inteligencia Artificial» se basa en la aspiración razonada de obtener en un plazo no demasiado lejano tales máquinas inteligentes. O mejor sería decir «sistemas artificiales capaces de realizar tareas que requieren inteligencia», evitando de este modo asumir que la inteligencia sea una propiedad única y homogénea. Los críticos de la IA insisten en que estas son características sin las cuales no cabe hablar de inteligencia, y ponen en cuestión que las máquinas puedan desplegar alguna vez tales características.
Estas voces discrepantes no son tenidas muy en cuenta por los científicos e ingenieros implicados directamente en proyectos de IA, y sus argumentos no son definitivos contra los que presentan los defensores de las máquinas inteligentes, aunque desde luego no carezcan de plausibilidad inicial en muchos aspectos.
Sueños con robots: Jastrow en 1995 plante el inicio de la competencia entre los hombres y los ordenadores. Es decir, creía que para entonces los ordenadores habrían igualado a los seres humanos en inteligencia. Los ordenadores satisfarían necesidades sociales y económicas de los seres humanos y estos, a cambio, satisfarían las necesidades de mantenimiento y reproducción de los ordenadores. Pero la relación simbiótica acabaría cuando los ordenadores fueran mucho más inteligentes que los humanos. Ante la imposibilidad de prescindir de los ordenadores, la única solución que veía era la de transferir el contenido de las mentes humanas individuales a ordenadores, de modo que tendríamos mentes humanas con cuerpos de máquina y podríamos alcanzar así la inmortalidad.
El fallo notorio de esta predicción de igualación y superación de la inteligencia humana para 1995 podría imputarse, con algo de buena voluntad, al hecho de que Jastrow no era un investigador en IA, sino un científico interesado en ese campo, que hablaba sin un conocimiento directo del estado de la investigación Es posible que estas estén más difundidas entre los investigadores en IA, dado que son ellos los que más implicados están en la tarea de dotar de inteligencia a las máquinas, aunque no todos las compartan. Parece claro, sin embargo, que hay mucho de intención propagandística en ellas y que en gran parte su objetivo ha sido el de llamar la atención de la opinión pública sobre un área de investigación necesitada de grandes recursos de financiación para sus proyectos. Y no se puede negar que se ha logrado un éxito más que notable en ese objetivo propagandístico, en gran parte gracias a la labor personal de Marvin Minsky y, en tiempos más recientes, a la de Kurzweil. Su mera formulación pone de manifiesto la insuficiencia de la que todavía adolece el campo de la Inteligencia Artificial en lo que se refiere a la reflexión acerca de qué tipo de máquinas debemos crear y cuánto control estamos dispuestos a delegar en ellas.
Pero lo que quiero destacar ahora es que hay muchos puntos infundados en los argumentos mezclados de profecías que ofrecen Moravec y Minsky. Para empezar, la cuestión de si los robots heredarán la Tierra junto con el resto de la galaxia ni siquiera se plantearía en el caso de que los robots estuvieran especializados en tareas inteligentes muy específicas y carecieran, por tanto, de una inteligencia diversificada capaz de tratar satisfactoriamente problemas muy distintos, como sucede con la inteligencia humana. Esta es una situación bastante más probable que la que dibuja Moravec, aunque solo sea porque desde el punto de vista de la rentabilidad en el mercado interesaría mucho más tener robots del primer tipo que del segundo. Supongamos, pese a ello, que la inteligencia de los robots no los limita a tareas muy específicas.
Deberían, en suma, tener capacidad y deseo de autoconservación y reproducción. Aunque inmediatamente Bostrom aclara que dichos agentes inteligentes podrían otorgar un valor instrumental a su supervivencia en cuanto que esta es un requisito indispensable para conseguir el objetivo para el que estén programados. Hay quienes consideran evidente que una inteligencia artificial suficientemente compleja debería tener como uno de sus objetivos la persistencia en existir y en hacer que exista su propio género, pero yo creo que no lo es en absoluto, en particular si los seres humanos no introducen inicialmente ese objetivo en su construcción. No hay razón para pensar que dicha inteligencia adquiriría por necesidad el objetivo de la preservación de su existencia.
Nada hay de contradictorio en la idea de que una inteligencia artificial pudiera ser autodestructiva, o sencillamente indiferente a la cuestión de su propio deterioro. Los robots inteligentes deberían, en segundo lugar, tener autonomía para satisfacer sus necesidades. Es decir, deberían ser capaces de subsistir sin los seres humanos. Ello exigiría, entre otras cosas, la capacidad. De hecho, la mayoría de los casos de competencia interespecífica que pueden ser observados y estudiados son de especies que coexisten sin que ninguna de ellas termine por eliminar a la competidora. En tales casos lo habitual es que ambas especies hayan reducido su nicho ecológico fundamental o precompetitivo para disponer de un nicho efectivo o postcompetitivo marcadamente diferente del de la especie competidora. De este modo, se evita la competencia dentro del mismo nicho y ambas especies reparten los recursos existentes o los explotan de forma distinta. Esta reducción del espacio ecológico producida por la coexistencia de las dos especies es una posibilidad que se parece más a las previsiones que realiza el propio Moravec en el trabajo más reciente de los citados.
No obstante, pese a los deseos de Moravec, tampoco es posible predecir cómo habría de ser la eventual reducción del espacio ecológico de los seres humanos motivada por una competencia con los robots inteligentes.
Por otra parte, si los robots inteligentes fueran tan superiores a los seres humanos como afirma Moravec—llega a especular con la posibilidad de máquinas con una inteligencia 10
En efecto, si hacemos caso a la ecología, a mayor diferencia fenotípica, mayor grado de diferencia en las necesidades y los recursos explotados y menor grado de competencia interespecífica. De las tesis de Moravec parece seguirse que, a la larga al menos, las necesidades y los recursos utilizados por nuestra «progenie mental» serían muy diferentes de los nuestros. Con lo cual, los robots no serían nuestros competidores, porque en realidad su nicho ecológico no sería el mismo. Incluso su tamaño ideal podría ser finalmente de una escala muy distinta a la de los seres humanos.
El poseer una misma característica fenotípica, en este caso la inteligencia, no es una condición suficiente para que se establezca la competencia.
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