Una propuesta para el aprendizaje de la historia y uso de TIC´s en la educación media superior mexicana
flerDocumentos de Investigación11 de Enero de 2012
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Una propuesta para el aprendizaje de la historia y uso de TIC´s en la educación media superior mexicana.
Belinda Arteaga (Docente investigadora UPN) y Siddharta Alberto Camargo Arteaga (ILCE)
Resúmen: La ponencia explora las posibilidades teóricas y metodológicas de situar a los estudiantes de educación media superior en el papel del historiador/a mediante el trabajo de fuentes históricas de primera mano como un medio para suscitar en él el tipo de pensamiento que nos lleva a cuestionar, interpretar y tratar de comprender a través de las huellas del pasado y sus vestigios en el presente lo que hemos sido y aún somos.
Se sigue a esta reflexión una propuesta concreta que ya se realiza en México y que por su carácter pionero es innovadora e inestable. Lo que se muestra son ejemplos breves de este esfuerzo que nos ha permitido ya recuperar, digitalizar y poner al alcance de los usuarios de internet un catálogo de fuentes históricas de primera mano (referidas a la historia de México a partir del porfiriato y hasta nuestros días) así como una serie de guías analíticas para trabajar con ellas en la educación media superior.
También comentamos la experiencia concreta, pionera en México, que financiada por la SEP, el ILCE y la Universidad Pedagógica Nacional, se organiza actualmente para usuarios que comprenden chicos de 11 a 15 años y de 15 a 19 años, docentes en servicio y público amplio.
1. De la crisis de paradigmas a la reinvención del caleidoscopio.
En los años recientes en círculos de intelectuales a nivel mundial se reconoce y experimenta lo que muchos autores llaman: "la crisis de paradigmas" que afecta particularmente a las ciencias sociales.
Esta crisis esta asociada no sólo con problemas de tipo teórico sino con acontecimientos y procesos históricos que han puesto en duda o movido a la discusión sobre las bases mismas de algunas de las más sólidas hipótesis explicativas de las sociedades y su comportamiento. Los núcleos argumentativos del marxismo, el estructuralismo y el positivismo, por mencionar sólo algunas de las corrientes más importantes dentro de las ciencias sociales, son debatidos hoy a partir de nuevas miradas que resaltan lo que antes no fue considerado, arrojan luz sobre objetos poco trabajados y problematizan lo que se supuso resuelto.
Desde luego que existen en este panorama las posturas que proclaman el "fin de la historia" o que convocan al cinismo como salida natural para un mundo sin aparente solución .
Más allá de estas visiones están otras, lúcidas y heterogéneas, que abren las puertas a nuevas exploraciones en donde la ortodoxia y la rigidez seden el paso a lo inédito, la imaginación y la creatividad.
Al parecer lo que actualmente debe construirse es no sólo una serie de referentes explicativos, desde la racionalidad o desde otras fronteras paradigmáticas, sobre el "drama" social sino nuevas utopías. Las tareas, provocadoras e inciertas, coinciden con el nuevo milenio y tienen que ver con los compromisos respecto del presente pero también con la responsabilidad sobre el futuro. Lo que está en juego es el poder de los sujetos para trazar su propia historicidad como destino y herencia. Aludiendo al conflicto y a la permanente tensión entre actores, instituciones y estructuras.
Es desde esta lectura que podemos convocar a los desterrados, volver visible lo que ha sido borrado y escuchar la palabra de los herejes condenados por la historia oficial.
Es a partir de este horizonte amplio y complejo que podemos también empezar a trazar nuevas ecuaciones que nos permitan ir más allá de las fronteras disciplinarias y hablar de una nueva concepción de la historia que reconozca no solamente nuevos epicentros explicativos del presente/pasado sino ejes prolematizadores que nos permitan pensar a partir de redes teórico – metodológicas y hablar en un lenguaje transdisciplinario sobre objetos distintos que como la iconografía, el género, los nuevos actores sociales, las migraciones y/o las regiones no pueden ser aprehendidas sino desde una mirada que de cuenta de lo multidimencional, lo polifónico y lo diverso.
2. La historia problema, la historia global y los nuevos recursos argumentativos para comprender nuestro pasado/presente
La historiografía que proponemos, bien podría ser denominada historia problema ya que pone en el centro de sus preocupaciones más a la problematización y el cuestionamiento que al conocimiento de la Verdad, sobre todo si por Verdad suponemos una entidad preexistente, que debe ser aprehendida por los sujetos que se afanan en su descubrimiento. En este punto, conviene aclarar que a esta noción de Verdad, oponemos la de validez, cuya búsqueda se sitúa en el terreno de la intersubjetividad y se logra a través de la gestión de consensos acuñados por comunidades científicas, pensadas siempre en términos de colectivos y no de individualidades, por más brillantes y privilegiadas que éstas sean.
Ello implica también, hasta cierto punto, el abandono de una argumentación centrada en lo fáctico con inevitable correlato empirista así como la superación de una lógica ligada inevitablemente a la eficiencia discursiva, como la defendida por los teóricos del “Giro Lingüístico”a principios de siglo. A cambio, ofrece la posibilidad de construir diversas rejillas de interpretación del mundo situadas más allá de lo “objetivo”, lo mensurable o lo racionalmente concebible, mismas que nos llevan a encontrar en la historia y en el mundo de lo humano dimensiones simbólicas, subjetivas y estéticas que contribuyen no sólo al desciframiento las de complejas relaciones entre el pasado y el presente sino a forjar conciencias colectivas capaces de analizar los grandes problemas de nuestro tiempo y contribuir a su resolución.
Como dice Josep Fontana: “La conciencia se vale de la memoria para evaluar las situaciones nuevas a las que debe hacer frente mediante la construcción de un presente recordado que no es la evocación de un momento determinado del pasado, sino la capacidad de poner en juego todo un conjunto de experiencias previas para diseñar un escenario al que podemos incorporar los nuevos elementos que se nos presentan…
De manera parecida, los historiadores, al trabajar con la memoria colectiva, no se dedican simplemente a recuperar hechos que estaban enterrados bajo las ruinas del olvido, sino que utilizan la capacidad de construir, a partir de una diversidad de elementos… presentes recordados que puedan contribuir a que la conciencia colectiva responda a los nuevos problemas que se le presentan, pero no extrayendo lecciones inmediatas de situaciones del pasado que no se repetirán, sino creando escenarios contrafactuales en los que se puedan interpretar los nuevos procesos que se desarrollan”
La historia problema nos obliga no sólo a desconfiar del pensamiento único, de las propuestas parceladas que nos llevan a tener una visión reduccionista de una realidad siempre compleja o de la historia catequística emanada del positivismo, atada a la certeza y a la fe en el dato duro como referente apropiado para comprender el pasado, sino que nos alerta contra todo método que pudiera transformarse en “un recetario mecánico que, como algunas fórmulas del pasado, brinde respuestas a partir de una teoría previamente memorizada según una serie de formulaciones que… funcionan como una suerte de conjuros para actuar sobre la realidad presente y transformar al mundo”
En este sentido, la historia problema intenta alejarse del viejo camino que, por una parte separaba la teoría del método y a éste del problema y que, por otra, señalaba una jerarquización que daba preeminencia a la teoría por sobre los sujetos y los procesos a investigar mutilando así posibles interrogantes, sobre todo aquéllas que tenían que ver directamente con la vida, la educación, el trabajo y/o los sentimientos de los hombres y mujeres comunes, esos que dejaron sus huellas en nuestra educación, sus aulas, sus escuelas y sus múltiples documentos. Para, como Fontana sugiere, reconocer que: “Ha de ser la naturaleza del problema que pretendemos estudiar la que determine los métodos (y los paradigmas)… que elegimos para hacerlo… y no los métodos los que nos obliguen a contentarnos con ver sólo un aspecto de los problemas” .
Además, esta historia problema nos lleva a cuestionar la linealidad cronológica como el “esqueleto” de toda narración sobre el pasado y a poner en tela de juicio si el recorrido que nos lleva de éste al presente sólo cuenta si explica la constitución de un Estado unitario, de una sociedad patriarcal o del capitalismo como sistema mundo dominante. El desafío entonces consiste en no dejarse anudar a una historia lineal, estatista, patriarcal o eurocéntrica que nos aleja de los sueños, las miradas, las presencias de millones de hombres y mujeres, que nos impide ver que en cada momento del pasado ha existido una diversidad de futuros posibles y nos lleva a negar las aportaciones de los pueblos no europeos, de las mujeres, de los saberes populares así como la racionalidad de proyectos alternativos derrotados que no por ello han sido olvidados.
Como afirma Fontana: “El mayor de los desafíos a los que han de hacer frente los historiadores de comienzos del siglo XXI es justamente, el de superar el viejo esquema tradicional que tenía como protagonistas a los grupos dominantes – políticos, económicos, culturales - de las sociedades desarrolladas y dejaban al margen la historia de los pueblos y grupos subalternos, incluida la inmensa mayoría de las mujeres”
En este sentido la historia problema es también una historia global, porque sin
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