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ANÁLISIS DEL LIBRO TERROR DE LA ESPERANZA DE THEOTONIO DOS SANTOS

antonio.guevara18 de Marzo de 2013

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LIBERALISMO, GLOBALIZACIÓN E INTERVENCIÓN ESTATAL

Dentro del pensamiento liberal radical—y el neoliberalismo es una expresión de este pensamiento—, el Estado es un monstruo que se opone a los

individuos.Estos son entes utilitarios que buscan alcanzar la máxima satisfacción de sus necesidades o deseos con el mínimo esfuerzo. Según esta doctrina, este comportamiento racional maximaliza los esfuerzos humanos y permite alcanzar el máximo desarrollo de cada individuo y, por ende, de toda la sociedad, pues ésta no es más que la suma de los individuos.

En la visión radical liberal, el Estado se opone así a la sociedad civil, en vez de ser su expresión, como Marx lo había constatado. El carácter impositivo y dictatorial del Estado, en el que se concentran la soberanía, el poder de vida y muerte, y el monopolio final de la violencia, carácter reconocido por liberales y anarquistas, era también admitido por Marx y sus seguidores. No obstante, reconocían en el Estado un producto de la división de clases de la sociedad civil. El Estado es el instrumento máximo del poder de la clase dominante en un modo determinado de producción y en una formación social determinada. Cuanto más legítimo es este poder, menos se necesita el Estado; cuanto más cuestionado, más se necesita este instrumento de imposición de normas y reglas al conjunto de la población, permitiendo la reproducción de las relaciones de producción dominantes.

Pero el Estado no cumple únicamente esta función soberana de garantía de orden. Tiene que materializar, además, su poder militar y policial. Históricamente, fue siempre una fuente de poder económico, cumpliendo tareas productivas de contenido social que los poderes privados no logran realizar. El Estado del modo de producción asiático implantó el sistema de regadío que le dio un inmenso poder sobre las comunidades rurales. En la Antigüedad, en el Medio Oriente ejerció un papel similar con respecto a la agricultura y a los conocimientos astronómicos esenciales para el éxito de la siembra y la cosecha. Cumplió un papel regente en la expansión mercantil europea, tanto marítima como terrestre. Aseguró el régimen de trabajo esclavo, y apoyó materialmente su expansión en las colonias. Cumplió un papel fundamental en la implantación de las actividades religiosas, la organización urbana, el comercio, el artesanado, la acumulación de conocimiento, etcétera. Si el Estado tuvo menos poder en la alta Edad Media occidental, fue debido a que estas economías representaban zonas muy atrasadas en comparación con el Oriente. Roma mantuvo el ideal imperial y la burocracia estatal más o menos en interrelación con las clases dominantes y la burocracia religiosa. Las ciudades-Estado mantuvieron y hasta acrecentaron su poder en torno a las actividades comerciales del Mediterráneo, debido a su función de intermediarias entre éstas y la Europa Central. En cuando a los grandes Estados imperiales de Oriente, siguieron sustentando las economías comerciales, o simplemente el saqueo militar o el cobro de tributos a los pueblos dependientes del poder militar imperial. La moderna economía mercantil nació acoplada directamente al poder de las Coronas, sobre todo las monarquías ibéricas: Portugal y España. Las nacientes burguesías comerciales no disponían de suficiente poder para asumir por sí mismas la inmensa tarea de expansión oceánica. El capital financiero acumulado por genoveses y judíos sirvió sobre todo para los monarcas españoles y portugueses, financiando sus planos de expansión mundial. Si bien el Estado holandés no ejerció directamente funciones productivas, sin embargo tuvo un importante papel en la organización de las finanzas y las condiciones comerciales de expansión holandesa. Y aún más activo fue el Estado inglés en la creación de la acumulación primitiva que permitió el surgimiento del capitalismo como un nuevo modo de producción. El Estado francés organizó directamente las manufacturas que dieron origen a las industrias modernas. El tan criticado mercantilismo fue el que creó las condiciones de existencia de su enemigo: el liberalismo. Mientras más se desarrolla y consolida la economía industrial moderna, más avanzan las tareas económicas de contenido colectivo y más obligado se ve el Estado a asumir las tareas fundamentales para la sustentación del desarrollo económico. Así, el Estado liberal fue ampliando sus tareas del siglo XVIII al XIX. Descartó los monopolios comerciales que habían forjado la expansión comercial imperialista, y se hizo antimercantilista sólo para apoyar las nuevas actividades industriales y los nuevos centros urbanos, que se expandieron mediante la destrucción de la economía rural precapitalista y la expansión de las concesiones estatales para la construcción de infraestructuras en todo el imperio (centro y colonia): ferrocarril, barcos a vapor, puertos modernos, telefonía, gas, electricidad, extracción de carbón.

Toda esta moderna parafernalia fue instalándose bajo la orientación del Estado, que financió y construyó los medios para el llamado progreso y, a la vez, creó las condiciones de ciudadanía moderna con el surgimiento de la educación pública en la segunda mitad del siglo XIX. El proteccionismo fue combatido en Inglaterra, donde ponía serios límites al desarrollo industrial. Se trataba de promover la importación de productos agrícolas para los trabajadores industriales, y de materias primas para las fábricas que iban surgiendo. Pero los principios proteccionistas fueron adoptados por las nuevas potencias industriales, como Estados Unidos de Hamilton y de la guerra civil contra la rebelión librecambista de los productos sudistas; o como la Alemania de Bismarck y el Japón de la restauración Meiji (ejemplo perfecto del Estado articulador y organizador de la actividad económica industrial).

Mientras más avanza el modo de producción capitalista y la forma social de la producción (concentrada en enormes fábricas y unidades de producción, distribución, comercialización y financieras),más se necesita la intervención estatal. Las tareas de la consolidación nacional (siempre producida mediante la fuerza, ejercida sobre los demás por las etnias y los grupos lingüísticos y religiosos triunfantes) y de la expansión imperialista exigieron una intervención aún mayor del Estado en el plano militar. Las fuerzas armadas se comprometieron con estas políticas expansionistas, hasta que se llegó a las dos guerras mundiales del siglo XX, en las que el Estado asumió el control directo del sistema económico capitalista en su conjunto. De la Primera Guerra Mundial resultó la Revolución rusa y la caída definitiva de las monarquías de la Europa Central. La crisis de 1929 mostró los límites finales de los sistemas de regulación económica basados en el mercado, e introdujo nuevas reglas de conducción de la vida económica bajo la creciente intervención del Estado. Esta intervención empezó a ser considerada como una obligación del Estado de Bienestar. La noción de ciudadanía y de sociedad civil cambió drásticamente. Surgieron nuevos derechos sociales que responsabilizaron al Estado por el pleno empleo, por la educación hasta un nivel superior, por el crecimiento económico, y por la innovación tecnológica que lo sustenta, por el transporte público, la vivienda y toda la infraestructura urbana y suburbana.

Hay que resaltar el contenido mundial de estas tareas: derrotado el

nazifascismo después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados nacionales de los países que surgieron del proceso de descolonización tuvieron que responsabilizarse directamente por el desarrollo. Las empresas multinacionales exigían también la intervención estatal para sustentar su expansión mundial. Los préstamos internacionales organizados por el Banco Mundial, el financiamiento de las exportaciones por parte del Eximbank norteamericano, imitado luego por los países desarrollados ya recuperados de los efectos de la guerra, los planos internacionales de desarrollo, como el plan Marshall, y los varios planos nacionales, pasaron a financiar proyectos económicos internacionales, nacionales, regionales, y locales. La ayuda económica se convirtió en una obligación establecida por las Naciones Unidas. El FMI intervino cada vez más en el mundo ex colonial para imponer medidas de estabilización monetaria. En los años sesenta y setenta, el surgimiento de regímenes progresistas en el Tercer Mundo, y de los nuevos movimientos sociales en los países

desarrollados, que se intensificaron en las jornadas de 1968, aumentó aún

más sensiblemente la intervención del Estado en el conjunto de la vida

económica, social y cultural.

Con el surgimiento y desarrollo de los Estados socialistas, aumentó significativamente

la intervención del Estado en las economías de Europa

Oriental, de la Union Soviética, de China, Cuba yArgelia, Corea y Vietnam.

Unas profundas reformas agrarias en Japón, en Corea del Sur, en la

China de Formosa, se combinaban con políticas industriales y comerciales

bien definidas, y poderosos imperios industrial-comercial-financieros. Las

comunidades locales, las prefecturas y gobernaciones, o los consejos de planificación

regional, aumentaban el papel del Estado en la definición, el

apoyo y el financiamiento de casi todas las actividades económicas.

En los países dependientes y coloniales en proceso de industrialización,

y en las nuevas naciones y Estados en formación, los Estados nacionales

recién creados o recién fortalecidos asumieron un creciente papel en las

políticas de desarrollo.Tuvieron que crear directamente colosales

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