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Agorafobia

EdwinR.M15 de Octubre de 2013

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Agorafobia

Las calles transitadas y los espacios abiertos suelen provocar gran pánico en los agorafóbicos.

Clasificación y recursos externos

CIE-10

F40.00 Sin trastorno de pánico, F40.01 Con trastorno de pánico

CIE-9

300.22 Sin trastorno de pánico, 300.21 Con trastorno de pánico

Aviso médico

La agorafobia es un trastorno de ansiedad que consiste en el miedo a los lugares donde no se puede recibir ayuda, por temor a sufrir una crisis de pánico. Un ataque de pánico o crisis de ansiedad consiste en un cuadro clínico caracterizado por el aumento de la frecuencia y presión sanguínea, la respiración agitada, sudor, sensación de ahogo, mareo, temblores y despersonalización.

La agorafobia es miedo al miedo. Los agorafóbicos temen las situaciones que puedan generarles sensaciones de ansiedad, miedo a la propia activación fisiológica y a los pensamientos sobre las consecuencias de experimentarlas, como la idea de morir.1

De acuerdo con la etimología de la palabra, la agorafobia está especialmente relacionada con el temor intenso a los espacios abiertos o públicos en los que pueden presentarse aglomeraciones. La palabra procede de los términos griegos "ágora", "plaza", y "phobos", "miedo".

La agorafobia está estrechamente relacionada con el trastorno de pánico, y no es raro que ambos trastornos sean comórbidos.

Entre los miedos que experimenta el agorafóbico están el miedo a vivir una crisis, a desmayarse, a sufrir un infarto, a perder el control, a hacer el ridículo, etc.

El trastorno se genera por alguna experiencia negativa por parte de la persona, quien al evitar las situaciones parecidas está desarrollando un mecanismo de aprendizaje que hace permanecer el problema. Entre los factores de riesgo se pueden incluir episodios relacionados con intensos niveles de pánico o experimentar eventos estresantes, incluido el abuso sexual o físico durante la infancia. El tratamiento cognitivo-conductual de la agorafobia es el más exitoso entre los utilizados y se basa en someter al paciente a una exposición gradual a las situaciones que típicamente le provocan la ansiedad.

La agorafobia suele incluir o desarrollar en la persona afectada otras fobias más específicas, tales como estar o quedarse solo/a (anuptafobia), fobia a los lugares cerrados (claustrofobia), a las alturas (acrofobia), al agua (hidrofobia), a estar rodeado de gente (enoclofobia), a las enfermedades (hipocondría), al día o a la noche (nictofobia), al tiempo/clima (cronofobia) e incluso al sexo (erotofobia).

El agorafóbico tiende a evitar situaciones potencialmente ansiógenas, como lo pueden ser salir de casa, usar transportes públicos, ir de compras, comer en restaurantes, entrar al cine, hacer deporte, viajar, estar en lugares públicos o áreas amplias, etc. Estas situaciones pueden representar un grave problema en la vida del agorafóbico, pudiendo llevar a la persona afectada a casi no salir de su casa con el fin de tratar de evitar la gran cantidad de ansiedad causada por el pánico.

Este trastorno tiene un mayor porcentaje de pacientes mujeres que hombres. Entre un 1% y un 5% de la población española ha desarrollado un episodio psicológico relacionado con la agorafobia durante su vida.

Al igual que otras fobias, el tratamiento más habitual es de tipo conductual o cognitivo-conductual.

Índice

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• 1 ¿Qué siente un agorafóbico?

• 2 ¿Cómo surge el pánico en una persona agorafóbica?

• 3 Terapia Cognitiva-Conductual

• 4 Notas

• 5 Fuente bibliográfica

• 6 Véase también

• 7 Enlaces externos

[editar] ¿Qué siente un agorafóbico?

La gran mayoría de las personas agorafóbicas experimentan una serie de emociones desencadenados por la respuesta de ansiedad al ser sometidas o expuestas al estímulo causante. El afectado siente intensas sensaciones fisiológicas que aparecen súbitamente o como venidas de la nada, aumentando gradualmente y apareciendo una tras otra o varias combinaciones a la vez, según la persona entre en un estado emocional agudo.

Estas sensaciones generalmente son:

• taquicardia.

• ráfagas de calor/frío.

• calor, sudor, sofoco.

• temblores.

• ahogo o falta de aire; hiperventilación.

• mareo y vértigo.

• sensación de irrealidad.

• dolor u opresión en pecho.

• astenia: fatiga o cansancio.

• náuseas, dificultad para tragar, sensaciones extrañas en el estómago (como mariposas en el estómago).

• visión borrosa o sensación de ver luces.

• pinchazos, calambres, entumecimiento, tensión, piernas débiles, pérdida de sensibilidad, palidez.

• sensación de orinar o evacuar, entre otros.

Cada persona experimenta toda una serie de respuestas fisiológicas en cada uno de sus ataques de pánico, y lo que hace es buscar ayuda de la manera posible e inmediata para salir de tal situación, para disminuir o cortar las emociones y que a su vez le mantenga a salvo.

No obstante con los síntomas, a todo esto aparecen automáticamente "pensamientos negativos o catastróficos" que por obvias razones, hace que aumente la respuesta fisiológica, convirtiendo su ansiedad en un verdadero pánico, volviendo así un caos la estabilidad emocional del afectado, ya que se siente extremadamente fuera de control y asegura que su estado físico-emocional no terminará y culminará en algo catastrófico (morir posiblemente).

Es importante resaltar que los pensamientos negativos o catastróficos aparecen automáticamente y como venidos de la nada, aún cuando la persona se esfuerce en no tenerlos, lo que a su vez aumenta la respuesta fisiológica. Dependiendo de la sensación más aguda que se experimente, es el pensamiento que su sistema nervioso autónomo (cerebro) dará; donde frecuentemente aparece el miedo a:

• Tener un ataque al corazón: Aunque es el miedo más común, es la reacción más corriente provocado por el pánico. Quienes sienten esto, generalmente aparece en su cerebro la creencia de que van a morir de un infarto.

Para que suceda un infarto o accidente cardíaco, se necesitan características muy específicas, como: lesiones graves en el corazón o arterias cincundantes, exceso de ácidos grasos en la sangre, sobrepeso, vida sedentaria, consumo excesivo de alcohol, tabaco u otras drogas, antecedentes genéticos, edad avanzada. Debe quedar claro que el estrés por sí solo no causa accidentes cardíacos, aunque se esté en el peor de los ataques de pánico y reuniendo algunas de las características antes mencionadas la posibilidad es muy baja.

Lo que sucede en realidad es que aparece una subida brusca en la frecuencia cardíaca para enviar más oxígeno a los tejidos y músculos del cuerpo, ya que nuestro organismo se prepara para correr o luchar. Por lo tanto, más que provocar un accidente cardíaco, lo que hace las subidas bruscas en la frecuencia cardíaca es fortalecer el corazón. Así, la próxima vez que se note esta sensación se debe pensar que se ha iniciado un entrenamiento de nuestro corazón.

• Ahogarse o asfixiarse: La única forma de que una persona muera asfixiada es que no llegue oxígeno a los pulmones, y lo que sucede en un ataque de pánico es completamente opuesto a la asfixia; el nivel de oxígeno es superior a lo normal. En este caso se está en un estado antagonista a la asfixia.

Como parte de la respuesta de ansiedad, nuestro organismo acelera el ritmo respiratorio, haciendo la respiración más profunda y rápida. La explicación ya se conoce: se necesita más oxígeno en el cuerpo para luchar o correr. Sin embargo, si no se realiza una de estas actividades caemos en un estado de "hiperventilación". En nuestro organismo hay más oxígeno del que se necesita, y paradójicamente uno de los efectos que esto produce es la sensación de asfixia o falta de aire. En este caso se emplean las técnicas de relajación y respiración.

• Desmayarse: Este miedo es muy habitual para quienes notan sensaciones de mareo, vértigo, debilidad o piernas flojas. Su temor es el de un inminente desvanecimiento o pérdida de la conciencia en pleno ataque de pánico.

Fisiológicamente, los desmayos son producidos por una bajada brusca de la presión arterial. Si de pronto se desacelera el ritmo cardíaco, la sangre no llega con suficiente fuerza a nuestro cerebro; entonces se produce un desmayo. Sin embargo, cuando se está en un ataque de pánico, ocurre todo lo contrario: el corazón late con mayor fuerza y aumenta la presión, con lo cual es muy difícil desmayarse en ese estado.

Algunas personas que tienen este miedo, quizás hayan pasado por algún desmayo real. Si su caso es uno de estos, es interesante que compare cómo un desmayo es un alejamiento progresivo de la realidad, como caer en un sueño profundo, mientras que en el pánico es todo lo contrario; el cuerpo se encuentra «ultraacelerado» y lo que nunca ocurrirá es desmayarse; si la adrenalina vaga libremente por las venas.

• Perder el control o volverse loco: Esta creencia aparece como resultado de notar anomalías en la visión, como "ver lucecitas", sensación de irrealidad, o pensamientos acelerados de querer escapar.

Cuando se está en pleno ataque de pánico, el organismo se prepara para correr o luchar; así activa todo nuestro cuerpo para una mejor reacción ante el peligro y sobrevivir. En este caso aumenta el campo visual dilatando nuestras pupilas para un mejor alcance visual de nuestro enemigo.

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