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Tratamientos para la agorafobia desde la terapia Cognitivo Conductual

shavedpussypoetrDocumentos de Investigación27 de Julio de 2021

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Universidad Central

Facultad de Salud

Escuela de Psicología y Terapia Ocupacional

Carrera de Psicología

Tratamiento cognitivo conductual para la agorafobia en adultos.

    Integrantes: Matías Osses.

Florencia Sandoval.

Profesora: Carmen Gloria Diaz.

Ayudante: Javiera Astudillo.

11 de julio de 2021, Santiago de Chile.

RESUMEN.

La presente investigación, tiene como objetivo indagar acerca del método actual más efectivo dentro del campo cognitivo conductual para el tratamiento del trastorno de agorafobia en adultos, considerando que actualmente existe una variedad de terapias con las que tratar dicho trastorno, tales como: la terapia de la exposición regular, la terapia de exposición virtual y la terapia con psicofármacos, entre otras. La exploración se llevará a cabo a través de una minuciosa revisión bibliográfica de tipo cualitativa, la cual se basará en datos científicos que permitan determinar qué tipo de terapia es más efectiva hoy en día, incluyendo en ello el contexto de pandemia y confinamiento debido al nuevo coronavirus.

  1. Introducción.

Según reportes publicados en 2015 por la OMS, los trastornos de ansiedad ocupan el sexto lugar en la lista de trastornos mentales que más discapacidad produce en la población, con una prevalencia mundial del 3,4% y de un 6,5% en Chile. Dentro de estos se encuentran cinco diagnósticos principales de trastornos de ansiedad crónicos: las fobias de tipos específicas, sociales y la agorafobia, trastornos de pánico y trastorno de ansiedad generalizada. Aunque se diferencian en las características semiológicas para su diagnóstico, como el objeto del miedo o ansiedad, sus mecanismos y las estrategias utilizadas por la persona para afrontarlo, todos ellos comparten la presencia de una ansiedad excesiva. La sintomatología varía en su intensidad según categorías e individuos, pero hay algunos tipos de trastornos de ansiedad que pueden llegar a ser considerablemente graves e invalidantes, en particular ciertas fobias (Pelissolo, 2019).

        La agorafobia se encuentra dentro de los trastornos fóbicos más frecuentes vistos en el área clínica, además de considerarse el más discapacitante (Telch, et al., 1995). Se compone por un conjunto de temores hacia los lugares o situaciones, tanto en espacios abiertos como cerrados, de los cuales resulte difícil o vergonzoso escapar o pedir ayuda en caso de tener un ataque de pánico, experimentar síntomas similares a los del pánico, u otros eventos que pudiesen considerarse vergonzosos, como una caída. Como consecuencia, la persona evita las situaciones temidas, las resiste con ansiedad intensa o requiere la presencia de un acompañante (American Psychiatric Assosiation, 2013).

        “Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente o viajar en autobús, tren o automóvil” (Diez, et al., 2002, p. 60). La cotidianeidad de estas situaciones que gatillan el temor en la persona resulta en un impedimento importante para que ésta pueda llevar a cabo su vida normal, interfiriendo en esferas de su vida social, laboral y familiar, llegando en casos más extremos al aislamiento de la persona por evitar salir de su propio hogar.

        Considerando entonces la prevalencia, sintomatología y gravedad, y el impacto en la vida del paciente, resulta necesario contar con intervenciones adecuadas y eficaces para el tratamiento de este trastorno. La terapia de exposición en vivo (EV) y la terapia cognitivo conductual (TCC) se han establecido como uno de los tratamientos más utilizados para la ansiedad y evitación agorafóbicas. Sin embargo, dentro de ésta última existen métodos combinados que suelen incluir educación sobre la ansiedad y el pánico, técnicas de respiración controlada, reestructuración cognitiva, auto exposición en vivo, entre otras (Bados, 2001). Es por esto que resulta pertinente preguntarse cuál de estos métodos actualmente, es más efectivo en la terapia cognitiva conductual para el trastorno de la agorafobia en adultos.

Por un lado, la terapia de la exposición es una de las más adecuadas, puesto que a través de ella se le informa al paciente, y se le enseña cómo exponerse gradualmente a los espacios en donde ocurren estos problemas.

La exposición regular en vivo a los estímulos temidos es el tratamiento psicológico más eficaz actualmente disponible para hacer frente a las conductas de evitación en los trastornos fóbicos. La evaluación cuidadosa de los objetivos y de las tareas es un proceso fundamental en la aplicación terapéutica de esta técnica. Los objetivos son algo que el paciente teme o evita y que le crean dificultades en su vida cotidiana. Las tareas son los pasos concretos para conseguir cada uno de esos objetivos. (Caballo, 2008, p. 93)

En efecto, el terapeuta enseña al paciente cómo adaptarse a esta situación y le facilita las herramientas adecuadas para su control, ‘’los objetivos son algo que el paciente teme o evita y que le crean dificultades en su vida cotidiana. Las tareas son los pasos concretos para conseguir cada uno de esos objetivos.’’ (Caballo, 2008, p.93), desde lo más básico, como hacerlo consciente de que la evitación es la principal condición de este tipo de trastorno fóbico que le causa esta sintomatología al exponerse, hasta lo más complejo que vendría a ser la exposición gradual del lugar al que vaya.

Por otro lado, también la terapia de la exposición se puede aplicar a través de mecanismos de inmersión virtual, haciéndola una muy buena opción en el contexto actual de pandemia y confinamiento.

En muchos casos el usuario puede moverse por el entorno con un controlador manual cuando ello es apropiado, puede percibir vibraciones a través de una plataforma y se le pueden presentar estímulos olfativos mediante una máquina de olores que utiliza aire comprimido para difundir sustancias olorosas. (Rothbaum, et al., 2012, p.67)

De tal manera que, se sienta en un espacio más seguro y cómodo al realizar esta operación desde su hogar, pues le permite la opción de parar y continuar la experiencia en el minuto en el que lo desee, haciendo que este tenga el control de la situación. Así mismo, el uso el tratamiento de psicofármacos también alivia los síntomas de la agorafobia, ‘’sin embargo, la recaída tras la interrupción de los psicofármacos y los efectos secundarios a largo plazo, que no por desconocidos deben menospreciarse, no hacen aconsejable la medicación como primera línea de tratamiento de la agorafobia’’ (Caballo, 2008, p.100), por lo que, es de suma importancia ser minucioso como terapeuta para recurrir a un método adecuado para el paciente.

2. Marco Teórico.

2.1 Antecedentes y sintomatología.

        Según el Manual Diagnóstico DSM-V (año), la agorafobia es caracterizada principalmente por un miedo o ansiedad intensa y desproporcionada que experimenta la persona hacía diferentes situaciones o lugares, como el uso de transporte público, estar en espacios abiertos o cerrados, estar en medio de una multitud, o fuera de casa solo. El temor o evitación a estas situaciones se da debido a la idea de que el escape puede ser difícil o que puede no disponer de ayuda en caso de que ocurran síntomas similares a los del pánico u otros síntomas incapacitantes o vergonzosos, como caerse en el caso de personas mayores, pérdida de control de esfínteres, vómito, molestias cardíacas, entre otros. Como consecuencia, la persona evita activamente las situaciones temidas, las resiste con ansiedad intensa o requiere la presencia de un acompañante. Este miedo o la ansiedad resultan patológicos al ser desproporcionados al peligro real que plantean las situaciones agorafóbicas ya nombradas, además de ser irracionales y fuera del control voluntario, y, junto con la evitación, causan un malestar clínico significativo y un deterioro en la vida social, familiar, laboral y funcional de la persona.

        Las situaciones agorafóbicas no siempre son evitadas, sino que en ocasiones son afrontadas con ansiedad o a través de conductas de búsqueda de seguridad o conductas defensivas (Funeyama et al., 2013). Por ejemplo, la necesidad de ir acompañado de alguien de confianza o alguna mascota que brinde más seguridad, tomar medicamentos, sentarse cerca de la salida de escape en algún lugar cerrado, salir sólo a lugares donde haya acceso rápido a hospitales o centros de urgencia, entre muchos otros. Estas conductas suelen dar un alivio inmediato, sin embargo, contribuyen a que la ansiedad se mantenga e impiden que las interpretaciones de amenaza sean invalidadas, ya que la persona cree que al seguir estas conductas defensivas ha evitado una situación angustiante y peligrosa, además de restringir la vida de los afectados. En los casos graves las personas pueden llegar a pasar la mayor parte del tiempo en su casa y llegar incluso al enclaustramiento total y aislamiento social, ya que el temor no aparece sólo en el momento en que la persona se enfrenta a estas situaciones, sino que también al anticipar las mismas, y esta ansiedad anticipatoria puede ser peor incluso que la ansiedad experimentada en la situación misma (Bados, 2017).

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