Ansiedad de separación y conflictos de apego: una mirada transgeneracional en psicoterapia psicoanalítica del niño y sus padres.
Scarlett SepulvedaApuntes3 de Octubre de 2016
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Ansiedad de separación y conflictos de apego: una mirada transgeneracional en psicoterapia psicoanalítica del niño y sus padres
Paulina Peluchonneau C.
Los conflictos de apego y ansiedades de separación forman parte de los trastornos del vínculo madre-hijo/a y del lugar y función que ocupa la figura del padre en estas etapas del desarrollo psicológico. La naturaleza relacional de estos conflictos, invita a ampliar la comprensión e intervenciones hacia la inclusión de los padres en el tratamiento.
Incluir a los padres en la psicoterapia de un niño implica considerarlos como seres reales y no sólo como “objetos introyectados”, es pensar y trabajar simultáneamente a nivel de relaciones objetales y de las relaciones reales con los padres. Esto implica asumir una concepción relacional del desarrollo humano y destacar la intersubjetividad como fuente y trama esencial de la subjetividad intrapsíquica.
Particularmente en conflictos que tienen que ver con apego temprano y progresivas capacidades de separación y autonomía se ponen de manifiesto dificultades y ansiedades de los padres. Estas dificultades se anclan en las propias experiencias infantiles que son reactualizadas ante las nuevas tareas de parentalización. De esta manera la relación con un hijo constituye un terreno vulnerable que invita, con la fuerza de los mecanismos inconscientes, a repetir dolores y angustias vividas en el pasado.
Considerar los conflictos transgeneracionales de una familia permite una mejor comprensión de la subjetividad de los padres que consultan, ampliando el campo de intervención y facilitando el proceso de cambio.
El presente trabajo describe una experiencia clínica en que se observa cómo en una familia se han desarrollado problemas de apego y ansiedades de separación entre padres e hijos, constituyendo una trama relacional que en su conjunto se hace comprensible al analizar la participación de todos los miembros. La intervención realizada consistió en una terapia de juego con un niño e intervenciones desde la perspectiva transgeneracional con los padres. En la segunda etapa se realiza una psicoterapia de juego vincular de la madre y la hija menor.
La pareja de padres solicita ayuda para un niño de seis años que manifiesta creciente rechazo para asistir al colegio. Los padres se muestran desconcertados ya que a pesar de que el niño tiene buen desarrollo intelectual y social, su proceso escolar se está deteriorando. El niño cursa 1º año básico, su informe escolar señala que ha tenido buena integración, que es sociable y respetuoso, pero comienza a mostrar actitudes pasivas, timidez, falta de interés e iniciativa.
Los padres forman una pareja transcultural, él es un hombre de negocios, europeo de 40 años. La madre, una mujer chilena de 39 años, artista plástica. Se casaron hace 13 años, a los 20 días de haberse conocido. A los 7 años de matrimonio nació el primer hijo, con quien la madre tuvo una estrecha relación de apego. Cuando nació la hija la madre sufrió una depresión psicótica puerperal, el niño tenía tres años y medio, la madre estuvo grave, con delirios y mucha angustia, permaneció aislada de sus hijos durante ocho meses. Al respecto señala:
“Estaba pésimo, sentía que no me la podía con los dos, no quería volver a la casa, tenía alucinaciones, me quería morir y a la vez me angustiaba mucho la idea de los dos niños con una mamá loca”.
La madre compara los nacimientos de ambos niños:
“Cuando nació él estuvimos siempre juntos, estábamos pegados, le di pecho un año, era una verdadera simbiosis, para mí fue un regalo maravilloso. Cuando nació ella sentía que para estar con los dos tenía que ser superpoderosa, me sentía inundada, no me la podía”.
Durante la enfermedad, fue el padre quien se hizo cargo de los niños.
Para el padre, la relación con su hijo es difícil porque el niño prefiere estar con la mamá:
“Tengo que convencerlo para que haga cosas conmigo, no me obedece, quiere rebelarse, trato de ayudarlo en las tareas, trato de enseñarle pero él se resiste, tengo que presionarlo y me enojo si no me obedece”.
La relación con la madre es diferente:
“Somos muy apegados, es que nos amamos mucho, creo que quiere refugiarse en la casa para no enfrentar las cosas del colegio, no entra en competencia, anda desanimado. Cuando está conmigo está felíz, mientras yo esté a su lado él está bien”.
En la hora de juego diagnóstica del niño, salgo a buscarlo, está escondido, aparece súbitamente, se ríe, se acerca a la mamá, lo invito a pasar, la madre se complica, y el niño logra pasar solo. Toma un avión y dice:
“Yo tengo un avión como éste, lo estoy haciendo con mi papá, también tengo un cordel como éste pero se me acabó, que bueno que hay scotch”.
Toma unos soldados, tanques, banderitas y arma dos ejércitos, luego guarda todo sin realizar ninguna acción. Saca una pistola, la mira y la guarda. Deja los juguetes, corta un pedazo de cordel y amarra un auto que deja colgando. Toma un papel lustre y lo pega en una hoja, le amarra un cordel, se lo cuelga al cuello y dice:
“¿Ves lo que puedo fabricar?, así me vas conociendo, mira me enrollé el dedo con cordel, me enrollé para un lado y para el otro lado, me lo tiro para un lado, después para el otro y así se queda atrapado y no puede salir”.
Toma palitos de helado, cordel y scotch, amarra dos palitos juntos y lo repite con otros dos, realiza movimientos en que acerca y separa las parejas de palitos. Trabaja concentrado, se esfuerza, deja todo y toma bloques de madera, intenta realizar una construcción alta e inestable que se derrumba. Construye otra más pequeña y con escaleras, lo deja todo y vuelve a los papeles, tijeras y pegamento. Al avisar los 5 minutos finales responde:
“No importa, igual tengo tiempo porque 5 minutos no es tan poco”, sigue trabajando y pregunta: “¿puedo traer a mi hermanita, tiene dos años, espera me falta un poco, hice un gancho para pescar, me falta otra cosa, ¡ya está!, una caña de pescar”. Observo que se angustia y le es difícil terminar.
El niño muestra un funcionamiento disarmónico, usa fácilmente el lenguaje pero se confunde y no se le entiende bien, frente al anuncio de término responde tranquilo que no hay problemas, pero le resulta difícil y angustiante finalizar. El juego inicial de las escondidas parece comunicar sus problemas de separación, la ausencia y presencia manejada desde él; los recortes y pegoteos muestran las necesidades elaborativas de dichos temas y un funcionamiento de niño menor. La presencia pasiva de la agresión aparece como un factor que impide resolver con éxito la separación, esto se ve cuando el niño arma ejércitos que luego guarda y mira la pistola sin usarla, es entonces cuando vuelve a un funcionamiento más regresivo de cortar y pegar. El juego de construcción puede representar su deseo y posibilidad de crecer, el primer intento, poco realista se ve frustrado, el niño vuelve a armar una construcción más pequeña pero posible. La alusión al padre al comienzo de la hora alude a la necesidad de identificación con la figura paterna.
Analizando el material de entrevistas, encontramos que desde el nacimiento madre e hijo establecieron una estrecha relación en que el padre quedó excluido, la depresión postparto de la madre provocó una súbita ruptura en la relación madre-hijo, a raíz de lo cual el padre asume mayor responsabilidad con el niño. La relación padre-hijo se configura en torno al aprendizaje y estimulación intelectual, relación en que el padre se siente frustrado debido al rechazo del hijo. Vemos que madre y padre enfrentan dificultades diferentes en la relación con el niño.
La madre, quien refiere tener una relación apegada con el niño, no alcanza a visualizar sus propias necesidades de apego y dificultades para separarse. Dio Bleichmar (2005) plantea que puede hablarse de una relación simbiótica cuando la figura de apego, sintiéndose inconscientemente indefensa, busca al hijo como compañía y teme la separación y la soledad no por razones de supervivencia, sino por razones afectivas. Para esta autora los fenómenos de simbiosis no son estadios intrapsíquicos normales del desarrollo, sino condiciones anormales de las relaciones padres-hijos. Por tanto puede pensarse que cuando un niño presenta ansiedades de separación, el adulto también está sufriendo con la separación y crecimiento del hijo.
Si bien las dificultades madre-hijo para avanzar en el proceso de separación-individuación deben ser entendidas en términos de una causalidad bidireccional, la dificultad padre-hijo para articular una relación satisfactoria debe ser considerada como otro factor que impide se desarrolle tal proceso.
Proceso terapéutico, primera etapa: padre, madre y niño.
En terapia de juego el niño elabora ansiedades y necesidad de separación a través del uso frecuente de papel, tijeras, pegamento, cordel, scotch y plasticinas, con estos materiales recorta, pega, une, amarra. Otras actividades que le permiten elaborar dichas ansiedades son el juego de las escondidas y “la gallinita ciega”, para éste me explica:
“Ponme un pañuelo en los ojos para que no pueda verte, tengo que buscarte hasta encontrarte y ahí cambiamos”. Cuando me toca a mí buscarlo él se arranca, no me deja encontrarlo, a veces me da pistas: “estoy lejos, estoy cerca, más lejos, más cerca”.
Paralelamente el trabajo con los padres se orienta a entender las dificultades de la madre para separarse del hijo y la necesidad de tenerlo cerca. Ella es capaz de ver la intensa reacción de apego que surgió desde el nacimiento con el niño:
“Mi hijo me cambió la vida, cuando me embaracé no paraba de llorar de emoción, desde el comienzo tuvimos una simbiosis de piel, dormía conmigo, le di pecho un año, siempre hemos estado unidos. Cuando lo llevé al jardín se quedó llorando y yo salí llorando también, era bueno, no rompía cosas, no hacía pataletas, lo pasó bien hasta que nació la hermana, allí se gatilló todo. Todo cambió, no lo asimiló, yo estuve muy grave con alucinaciones, sentía que me estaba volviendo loca, estuve dos semanas en posición fetal”.
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