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Análisis De La Realidad Social


Enviado por   •  19 de Mayo de 2015  •  2.774 Palabras (12 Páginas)  •  353 Visitas

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Práctica 4: TRABAJO FINAL

Este trabajo se desarrollará considerando 3 apartados, desarrolla cada uno de éstos de acuerdo a las siguientes especificaciones:

1er. Apartado: 10%

El contenido de la materia tiene dos ejes que orientan su desarrollo: la asistencia social y su concepción como reflejo del papel de la mujer en la sociedad y cómo el poder político del presidente puede representar la figura de la autoridad paterna.

En este apartado responde ampliamente a la siguiente pregunta:

¿Consideras adecuadas estas similitudes para analizar la realidad mexicana y su impacto en la dinámica familiar? (la extensión de la respuesta debe ser de mínimo de media página y máximo dos páginas)

Por supuesto ya que considero que la familia del siglo XIX representaba toda una institución de enseñanza moral y religiosa que, ayudada por la Iglesia, se encargaba de controlar la forma de pensar, actuar y sentir de la mujer. Esta afirmación no va muy lejos de la realidad, ya que no importaba la clase a la cual perteneciera la mujer en aquella época, se le tomaba como simple objeto de pertenencia, primeramente por el padre, posteriormente por el esposo o hermano, la familia fue la institución más importante para la conservación de la riqueza, de la sangre y de la religión, por medio de ella se dan las alianzas matrimoniales y, por ende, el mantenimiento del poder, del linaje y la riqueza. La Iglesia ve en esta institución, por un lado, la conservación de la religión y, por el otro, la conservación de su poder político, económico y social.

El dinero y el poder que de él emanaba, y que regía aquella época, influyó de manera particular en la clase alta, ya que la mujer sufrió la esencia de aquel pensamiento varonil, en el que se respiraban aires de inferioridad con relación a lo femenino.

La influencia de la familia y la iglesia en su vida tenía un gran peso para su formación matrimonial, ya que estos dos elementos le proporcionaban los ideales para ser "feliz". Ella nunca conoció el verdadero amor, aunque siempre lo soñaba, pues desde pequeña era "vendida" al mejor postor con la finalidad de salvar de la ruina a su padre o a su futuro marido.

Cuando la mujer de clase alta se unía en matrimonio al hombre, iba carente de amor y sentimientos, la procreación de los hijos se tenía que dar por proceso natural para conservar la sangre; pero nunca por amor. Si la mujer procreaba hijos varones tenía mayor aceptación y adquiría una posición de valor y presunción.

El siglo XIX no se vio muy alejado de tales afirmaciones, ya que la iglesia se encargó de exaltar a la mujer cuyas características eran la sumisión, la obediencia, la humildad y el estricto control de su compostura física. A través de la familia se controlaba a la mujer, pues desde su infancia se le inculcaban los deberes, los hábitos y los pensamientos que harían de ella la mujer ideal para el matrimonio o, en su caso, para el monasterio. Además, era un hecho inalienable que se convertiría en la "mercancía" perfecta para que su familia pudiera conservar su riqueza y poder, mediante la unión de aquella mujer recta con un joven adinerado y poderoso.

La iglesia se encargó de inculcarle a la mujer la idea de que el placer es un castigo por la desobediencia cometida, expresaba así su condena: "el placer es un castigo impuesto por Dios por causa del pecado de Eva. Y el placer experimentado en el acto sexual, aun cuando éste sea realizado con intención de procrear, constituye un pecado venial". Por esta razón, la mujer debía evitar el contacto sexual con los hombres, ya que si lo experimentaba muy seguido se perdía el agrado de dios y, por ende, la moral religiosa.

Otro de los casos muy típicos en el siglo XIX, y aun en nuestra época actual, es la preservación de la virginidad en la mujer, ya que la pérdida de la misma, significa automáticamente el desprecio de quien la pierde y la lleva a ser considerada un ser sin valor, que de por sí ya lo era, ante la sociedad.

Lo anterior es una verdadera demostración de que la Iglesia era la principal institución de sometimiento y control de la mujer, ya que a través de sus principios y mandamientos impulsaba a la mujer a no sentir, no protestar y no pensar con la "garantía" de conservar la moral que tanto prestigio le dada en todos los ámbitos de la vida.

La madre soltera era vista como una anomalía social que se procuraba esconder en el seno de la familia; no es coincidencia que en las novelas de la época se represente a la madre soltera como la hermana de su propio hijo, cuyo niño ve en su abuela la personalidad maternal. Inclusive la clase alta mandaba a sus hijas, durante su embarazo a una de las tantas propiedades que poseía para que diera a luz.

El adulterio, por ejemplo, era la peor manifestación de deshonra para la mujer, pues se entendía como un pecado esencialmente femenino.

Si la infidelidad la cometía el esposo era solamente una falta menor, que podría ser perdonada por la mujer y por la sociedad, porque solamente dañaba el "amor" a la esposa; pero no su honra. Y que podemos esperar de todo esto, si el hombre entre más mujeres poseyera mejor era su altanería y validez entre la sociedad masculina. Y si a todas aquellas mujeres con las que se metía las mantenía era visto como un dios.

Con este enfoque pretendo resaltar el valor, la importancia y el significado de la vida social en el siglo XIX, y lo que ella misma imponía para que la mujer permaneciera aislada de un mundo, en donde la realidad era la otra cara de lo que ella vivía en su interior.

Muchas veces nos hemos preguntado, más específicamente como mujeres del siglo XXI, ¿Por qué la condición de la mujer en nuestros tiempos está tan alejada de los privilegios y oportunidades a los que tiene derecho el hombre? La respuesta se encuentra en el mismo pasado, en la herencia que al correr el tiempo se nos ha dejado implantada en las ideologías y creencias de la sociedad. La mujer tanto en la colonia, en la independencia, en la revolución o en el siglo XX, ha sufrido la misma discriminación, tortura y desprecio, que la ha llevado a ser considerada un ser muy por debajo del hombre. Con esto no quiero decir que nuestra condición como mujeres del siglo XXI es la misma que en la época independiente, es cierto que existen nuevas oportunidades de estudio, de trabajo, de derechos, de oportunidades, bueno hasta de defensa; pero también es cierto que nuestra condición conserva la esencia de los periodos antes mencionados, en donde muchas veces se nos cierra la puerta por

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