CONSUMO Y AMBIENTE
CARLALISTA24 de Febrero de 2012
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El ser humano consume bienes y servicios para satisfacer sus necesidades pero cuando consume más de lo que necesita o no es consciente de los efectos que su consumo tiene en el medio ambiente podría generar un mayor impacto. Por tanto, debemos ser consumidores responsables. No consumir más de lo que necesitamos, comprar productos que tengan un alto contenido de materiales y empaques biodegradables, no tóxicos o no contaminantes. Pero para ello debemos informarnos bien. Ahorrar agua y electricidad, reducir al máximo materiales de empaque. Aplicar la regla de las tres R: reducir, reciclar y reutilizar, son acciones de un consumidor responsable. También consumir productos de la zona donde vives y no traerlos de muy lejos es una contribución importante ya que para trasladar productos importados o de zonas lejanas necesita de energía y, en muchas oportunidades, esta se obtiene por la quema de combustibles fósiles.
El nivel, la intensidad y la calidad del consumo inciden negativamente sobre el medio ambiente, ya que presionan la sobreexplotación de los recursos, agotan las materias primas y generan una cantidad cada vez mayor de residuos sólidos, cuyo tratamiento se dificulta por la utilización de elementos de tardía descomposición, degradando el suelo y las fuentes subterráneas de agua por los lixiviados, así como a la atmósfera por los malos olores que produce la acumulación de gases, las quemas y las descargas de CO2 provenientes de las fuentes móviles y fijas.
El consumo se ve presionado inicialmente por las necesidades de supervivencia de la población. Por lo tanto, el crecimiento poblacional es fuente contaminadora y depredadora, pues ante más habitantes se consumen más recursos y se eliminan más residuos. El hecho de que la población mundial se haya triplicado en los últimos 80 años, implicó cambios sustanciales en los sistemas productivos, teniéndose que introducir la biotecnología y la manipulación genética para ofrecer respuestas en términos de tiempo y cantidad de alimentos al creciente número de personas. Sin embargo, esos indudables avances científicos crean ambientes naturales dañinos, que le están restando capacidad regenerativa a la tierra, empobreciendo los suelos y acabando con gran parte de la diversidad alimenticia.
La gran paradoja surge del hecho que a pesar de los excepcionales avances en producción de alimentos, cerca de 1.000 millones de personas que viven en la indigencia y que habitan básicamente los países más pobres no tienen acceso a la comida, lo que deja al descubierto un problema aterrador: hay alimentos pero no una racional distribución, lo cual se debe analizar como un fenómeno cargado de implicaciones políticas y económicas. Las propias organizaciones mundiales relacionadas con los temas alimenticios, aceptan que cerca del 17 por ciento de la comida se pierde por mala manipulación y por deformaciones en el mercado, cantidad suficiente para evitar que hubiese hambre en el planeta.
El mayor nivel de consumo se concentra en el 25 por ciento de la población mundial, que mayoritariamente vive en las naciones más ricas. La capacidad de compra de estas sociedades son las que han motivado la individualización, la diferenciación y la exclusión. Las teorías relacionadas con las tendencias consumistas de las elites han impulsado no sólo el surgimiento de exclusivas agrupaciones sociales sino avances tecnológicos sin precedentes en alimentos, empaques, vestidos, electrodomésticos, sistemas satelitales, muebles, materiales de construcción, etc., casi todos muy agresivos y desafiantes con la capacidad de absorción de la naturaleza.
La realidad también muestra que el 58 por ciento de personas tienen un nivel medio de consumo de artículos que le brindan satisfacciones a sus necesidades básicas, sin acercarse a las ostentosas cifras de los más ricos. Mayoritariamente este grupo vive en las naciones subdesarrolladas,
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