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CUENTOS CHILENOS - EL TONTO PERICO.

Josealvaro15Resumen13 de Septiembre de 2015

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CUENTOS CHILENOS

(BLANCA SANTA-CRUZ OSSA)

RESUMEN

EL TONTO PERICO.

        Este cuento se refiere a un niño muy tonto llamado Perico. Como nadie soportaba sus tonterías, su abuelita, que se compadeció de él, se lo llevó a su casa con el fin de enseñarle.

        Primero lo envía al pueblo a comprar un paquete de agujas. Perico parte de inmediato y compra las agujas, pero de regreso pide a un carretero que lo traslade de vuelta. Este le explica que no puede porque lleva su carreta llena de paja. Entonces, el tonto decide esparcir las agujas en la paja para que lleguen primero. Luego se acuesta debajo de un canelo a dormir la siesta. Como no le explica nada al carretero (ño Beño), pierde las agujas.

        Al otro día, la abuelita lo manda a la feria a comprar un cabrito nuevo. Perico hace la compra. Amarra fuertemente al cabrito de las patas, lo envuelve bien y lo echa a su alforja. Luego regresa donde la abuela pero con el cabrito muerto por falta de aire. La abuela lo reta y le dice que debía atarlo de una para y traerlo tirando.

        Al día siguiente, envía a Perico a comprar un piso de totora. Este, creyéndose vivaracho, decide amarrarlo de una pata y llevarlo tirando, pero regresa solo con el palo amarrado. Nuevamente lo reta la abuela y le explica que debía traerlo apoyado en la cabeza.

        Al otro día, lo mandó a comprar velas. Pero el tonto se las pone en la cabeza y con el calor del Sol, se le derriten por el camino. La abuela vuelve a retarlo y le dice que debía mojarlas de vez en cuando.

        Al otro día, la abuela lo mandó a comprar sal. Una vez más, Perico considera que lo mejor era mojar el paquete, cada vez que cruzaba por un estero. Así es como llega sin la sal, pues con el agua se le disuelve.

        Con esto, la abuela se convence de lo tonto que es Perico y no lo volvió a mandar a ninguna cosa.

LA CULEBRITA.

        Un vuido tenía dos hermosas hijas, María y Rosita. Cerca vivía una viuda con su hija, Juana, una joven muy envidiosa y espantosamente fea. Esta vieja, que en realidad era una bruja, se pone de acuerdo con su hija para establecer buenas relaciones con sus vecinas y así llegar a casarse ella con el viudo, convirtiéndose en madrastra de María y Rosita y con derecho a los bienes del viudo.

        Como todo era un plan perverso, la bruja se las ingeniaba para maltratar a las hermanas cuando su padre salía de la casa y las hacía trabajar como esclavas, bajo amenaza de convertirlas en sabandijas si alguna la delataba.

        Ya cansada de todo esto, las hermanas deciden contarle todo a su padre, pero Juana, que logra espiarlas, cuenta estos planes a la vieja bruja, que inmediatamente las encierra. Las golpea con una tranca y convierte a Rosita en una culebrita. Luego la arroja a un zanjón. Engañan al padre diciéndole que María se cayó de un cerezo y Rosita salió por la mañana y no regresó. Luego amenaza a María con quemarle la lengua. Esta decide salir a buscar a su hermana cada vez que se escapa de la vigilancia de Juana y la vieja. Así logra encontrar a Rosita convertida en culebrita.

Lleno de tristeza al no saber del destino de su hija Rosita, el padre muere al poco tiempo, sin saber nada de los planes de esta bruja y su perversa hija.

Para ayudar a su hermana, Rosita le da el poder de producir monedas de oro, cada vez que se lave las manos. Con esto, más la muerte del viudo, la vieja y su hija se lanzan a una vida de fiestas y derroches, mientras María vivía como una sirvienta más, en la gran casa donde ahora moraban.

Por todos lados se corre la voz de que una de las jóvenes de la producía oro con sus manos. Esto llegó a oídos de rey que ordenó descubrir quién era y llevarla a su presencia. Así llegó un heraldo del rey a llevarse a María. La vieja decide ir también junto a su hija Juana (simulando ser una sirvienta) y emprenden el largo viaje en la carroza enviada por el rey.

Durante el viaje, la bruja decide deshacerse de María. Detiene la carroza y se alejan las tres con el pretexto de tomar aire. Una vez solas, la vieja le arranca los ojos a María y cambia sus vestiduras con las de Juana, simulando ser ella. Luego, la dejan tirada y regresan a la carroza engañando al heraldo del rey y haciéndose pasar Juana por María, contando también que la sirvienta (María) se quedó con una comadre. De este modo llegan a la corte, donde el rey decide casar a su hijo mayor, con la supuesta joven que produce oro por encanto. Se hacen los preparativos con muchos invitados. Pero mientras, la bruja se las ingenia para ocultar la fealdad de su hija con un gran velo en el rostro.

Mientras tanto, María queda vagando sola y triste por el bosque. Así se encuentra con un leñador que se compadece de ella, al igual que su caritativa esposa. Como recompensa, María llena de oro la palangana del perro y les cuenta don. Felices, el labrador y su esposa colman de atenciones a la joven, quien, ayudada por el perro de la casa, continúa la búsqueda de su hermanita convertida en culebrita. De esta forma logran juntarse y contarse todas sus calamidades. Rosita, cuenta a su hermana que la bruja guarda sus ojos en la suela de sus zapatos. Recuperarlos es la única forma de recuperar la vista. Por ello preparan un plan y la esposa del labrador las apoya: hacer que la bruja cambie los ojos por dos diamantes. Al otro día, la mujer partió a la ciudad hasta lograr cambiar los diamantes por los ojos, que los hace pasar por ojos de gato. Dominada por la avaricia, nunca se entera del plan y la mujer regresa con el encargo.

María pudo recuperar su vista, luego que Rosita se los pegara con su saliva. Ahora solo quedaba sacar el encantamiento de Rosita. Para lograrlo, María debía pasar muchos obstáculos y sufrimientos, caminando mucho siempre adelante, hasta encontrarse nuevamente con la culebrita. Fue así como María cruzó campos, espinos, pantanos, un potrero, un callejón estrecho con dos toros muy bravos, apostados en la puerta. La joven, de una y otra forma, pudo pasar y al final del callejón se encontró con un campo pedregoso. Una vez que lo cruzó, se encontró al pie de una montaña. Recordando los consejos de su hermana y casi sin aliento, decide cruzar la montaña por el medio al ver que un terremoto la abrió por la mitad. Gran prisa se dio, pues esta montaña de inmediato comenzó a cerrarse. Suplicando ayuda a su hermana, pudo cruzar la montaña ayudada por unos brazos misteriosos que lograron jalarla hacia la salida. Allí vio a su hermana radiante de belleza y sin el encantamiento.

Luego de contarse sus historias, las jóvenes deciden ir al pueblo para presentarse a la boda y delatar a la bruja y su malvada hija. Se subieron a un carruaje tirado por 4 caballos, que las esperaba cerca. Su ingreso a la fiesta fue espectacular y ante la admiración de todos. El rey da la orden de lavar las manos a todas las doncellas, hasta descubrir a la que producía oro. Al final quedaron las dos hermanas y Juana. Rosita, al lavarse las manos en una palangana (preparada para la ocasión por los criados del rey), hace brotas preciosas perlas. María, por su parte, hace salir gran cantidad de oro y Juana deja el plato negro como barro.

El rey se da cuenta del engaño y ordena encarcelar a la bruja y su hija. María se casa con el hijo del rey y su hermana con un príncipe de un poblado vecino.

ROSITA LA TEJEDORA

        Había una vez, una niña muy trabajadora llamada Rosita. Huérfana de muy pequeña, vivía con su madrina, quien le enseñó a hilar y a tejer. Pero, cuando tenía 15 años, muere su anciana madrina y le deja como herencia la casa y los materiales para hilar y tejer.

        Así lo hizo la joven y logró, con el tiempo, realizar hermoso y valiosos trabajos, muy apetecidos en el poblado. Al cabo de un año llegó al pueblo un príncipe (Rolando) buscando una joven aldeana y trabajadora para casarse, pues ya no deseaba ninguna cortesana. Pasando de pueblo en pueblo llegó donde vivía Rosita.

        El príncipe Rolando saludó a muchas jóvenes, incluyendo a la más rica del pueblo, pero siguió su camino. Orientado por los aldeanos, llegó a la casa de Rosita y se detuvo a mirarla por un rato, desde una ventana, pero sin desmontarse de su caballo. Luego siguió su viaje.

        Rosita, toda tímida no se atrevió ni asomarse a la ventana. Cuando el príncipe se fue, se acercó a la ventana a refrescarse del calor, pero sin saber quién había pasado y solo admirada de la belleza de aquel hombre. Recordando una canción que le enseñó su madrina, se puso a cantar: “Huso que me das el pan…vete por las callejuelas / y me traes a ese galán”. Ante su sorpresa y como por arte de magia, el huso salió rodando y partió a buscar al príncipe.

        Fue entonces que Rosita se dio cuente que su madrina era un hada que la había protegido. Como ella siempre fue una niña obediente, ahora recibía estos dones. Animada, cantó al telar y a la aguja (como le había enseñado su madrina). El telar cobró vida y cerca de la puerta, tejió una hermosa alfombra, formando un bello paisaje con rosas, lirios, animales y aves. La aguja, por su parte, salió y se clavó en la muralla y desapareció el polvo; se clavó en la mesa y ésta se cubrió de un mantelito. Voló a la ventana y aparecieron blancas cortinas; después, picó los pisos de totora y aparecieron unos hermosos cojines de terciopelo. Luego, convirtió la sala en un palacio. Finalmente, la aguja cayó al suelo y se abrió la puerta. Apareció Rolando y ante la sorpresa de la joven, le explicó que ella era novia que buscaba, por sus condiciones de pobreza y gran trabajadora.

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