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Compromiso comunitario y social: como aporte al proyecto de vida

edmundo57Informe5 de Noviembre de 2012

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Es necesario, entonces, que los latinoamericanos apoyemos toda propuesta que lleve, de manera implícita y explícita, la actividad física en todas las edades y generaciones; esto posibilitará trascender muchas de nuestras problemáticas, en forma especial la dependencia histórica, esa concepción que tenemos que para "ser nosotros" debemos esperar a que otros nos lo digan. Cada hombre debe emprender y aprender a ser un héroe para sí mismo, para su comunidad y su país; debemos pasar a los campos de la actividad física para emprender la travesía personal consciente, aquella que nos llevará a conquistar, de manera integral, nuestra libertad autónoma y, al mismo tiempo, responsable.

La familia es el núcleo primario en que la actividad física debe ser un aspecto importante de la vida diaria; hay que motivar con el ejemplo a los niños para que gocen de libertad de la experimentación corporal a través del juego y el deporte "limpio". La escuela, el colegio y la universidad también deben de ser escenarios donde la cultura de la actividad física encuentre su papel protagónico e histórico en su labor formadora y transformadora de seres humanos integrales, de personas auténticas, sensibles, humildes, libres, comprometidas consigo mismas y con su entorno social y ambiental.

En el ámbito laboral es primordial fortalecer los espacios para el encuentro humano a través de la cultura organizacional de la actividad física, lo que posibilitará trascender la idea esclavista del cuerpo como productividad total, de sometimiento a los mecanismos de producción dominantes, en que la persona no es tratada como tal y, al contrario, se manipula como una mercancía más, con un precio en términos de salario y no como un "valor" en términos de lo que es como ser personal. Así como todas las empresas necesitan del tiempo de todos sus trabajadores, ellos requieren tiempo de sus empresas para re-crearse a través del encuentro humano que permite la actividad física y el juego. Una empresa que no tiene en cuenta los hijos y esposa no puede ni debe hablar de calidad y excelencia en su papel constructor de patria y menos en su tarea de mejorar la calidad de vida de sus empleados y familias.

Compromiso comunitario y social: como aporte al proyecto de vida

El ser humano necesita de las otras personas para desarrollarse y lograr su realización personal. La persona construye su identidad a partir de las relaciones que crea y en las que participa, pues sólo el convivir en sociedad nos hace posible desarrollar nuestras características como seres humanos.

Podemos afirmar que el grupo familiar al cual pertenecemos (familia, región, país) nos posibilita realizar nuestros objetivos y metas y nos brinda el espacio para crecer integralmente en forma biológica, psicológica e intelectual.

Todos compartimos unos lazos comunes, no sólo como familia sino también como pueblo, es decir, pertenecemos a una región y tenemos una nacionalidad que nos permite identificarnos con una cultura e historia que nos es común.

Podríamos decir, por ejemplo, que como latinos compartimos lo que el psicólogo suizo Carl Jung denominó "inconciente colectivo". Nuestra cultura era rica por la diversidad de valores de carácter humano que prevalecían en nuestras relaciones, donde, la vida era el valor supremo y se expresaba en todas las dimensiones del quehacer cotidiano, esta forma de percepción de la realidad procede de los pueblos indígenas, que constituyen nuestras raíces. También compartimos una historia de dolor y avasallamiento que se desencadenó a partir del proceso de conquista y colonización de nuestros pueblos y tierras, llevado a cabo por parte de las culturas extranjeras que atropellaron nuestra identidad, y dejaron un sello de agresividad para conseguir la supremacía individual; esto también quedó grabado en nuestro "inconciente colectivo"; por ello, como pueblo necesitamos aprender a construir desde nuestra realidad actual, para relacionarnos de una manera más sana que haga posible nuestro avance personal respetando el espacio de otros para crecer, esto significa que cada persona tiene los mismos derechos que yo poseo, al igual que cada pueblo o nación tiene los mismos derechos para desarrollarse con su singularidad (Rodríguez, 2005).

Por ello, cuando participamos y cooperamos en el desarrollo de las personas con las cuales compartimos, sean estas hermanos, amigos, o compañeros de trabajo o, más aún, cuando nos sensibilizamos frente a la realidad de otros seres humanos, aunque con ellos no tengamos ningún vínculo o lazo que nos una, también estaremos avanzando para realizar nuestro proyecto de vida, ya que cada meta personal no puede separarse o aislarse de nuestra vivencia e interacción con los demás. Necesitamos reconocer esta realidad desde la convivencia con la familia en la cual crecemos.

El amor que trasmitimos y aprendemos en el hogar tiene como base el respeto por las diferencias individuales y la singularidad que caracteriza a cada uno de sus miembros, y aprendemos a amar cuando respetamos esta diversidad.

Del mismo modo, cuando nos relacionamos influimos sobre los demás, mientras ellos retroalimentan lo que somos.

Cada individuo tiene necesidades de diferente orden que para solucionar requieren la presencia de otras personas; pero, en muchas ocasiones, la forma como nos relacionamos conlleva la negación o la destrucción del otro, aparentemente "a favor" de lo que son nuestros intereses.

El medio social en que nos desenvolvemos nos ha hecho creer, que esta es la forma correcta de lograr nuestras metas, y también una "huella" de nuestro "inconciente colectivo"; sin embargo, es importante recordar aquellos acontecimientos que han permitido que aflore lo mejor de cada pueblo, por ejemplo, frente a las calamidades naturales, cuando hemos estado presentes para apoyar a nuestros "hermanos"; o cuando las comunidades y grupos han logrado reunirse en torno a objetivos comunes (como la creación de una empresa; cuando mujeres cabeza de familia crean talleres de trabajo en manualidades; el acuerdo para un barrio; patrocinio de empresas para estimular el deporte; grupos ecológicos que desean proteger alguno de nuestros recursos; jóvenes que atienden ancianos), el coraje, la eficacia y la fuerza de voluntad de un pueblo o comunidad pueden construir esperanzas de vida donde no existían, o crear las oportunidades de vivir que todos merecemos.

Por ello, en las manos de cada familia, de cada grupo o individuo, está aprender a crear con los otros unas condiciones de vida digna para todos, empleando nuestro esfuerzo, pasión, y lo mejor de cada uno (Rodríguez, 2005).

Compromiso ecológico: como integrador del proyecto de vida

La existencia del ser humano y la del resto de los seres vivos que pueblan nuestro planeta Tierra forman parte del ciclo vital, y está gobernada por las leyes naturales que rigen la vida en general; hemos olvidado que esta conexión con la naturaleza se da dentro del proceso de socialización en el que participamos.

Hemos aprendido que nos corresponde "gobernar" el orden de la vida, y que se nos otorga con ello el derecho a devastarla en todas sus formas; creemos que tenemos esa potestad gracias a la "facultad" que la naturaleza nos ha concedido y que hemos desarrollado a lo largo de siglos de evolución: nuestra conciencia. Ella nos ha posibilitado lanzarnos más allá de la vida natural, nos ha permitido desarrollar nuevas tecnologías, refiriéndonos como "reyes" de la Tierra, y nos ha hecho pensar que no necesitamos de ella para sobrevivir y se ha creado así la negación de nuestro lugar en la naturaleza (Rodríguez, 2005).

Hemos logrado hacer una división en nuestro interior, donde rechazamos aquellas características propias que nos recuerdan el lazo común que nos une con el resto de los seres vivos (nuestros olores corporales los enmascaramos con productos perfumados, las expresiones de afecto se cambian por la racionalización que hacemos de ellas y nuestros cuerpos corresponden al modelo adoptado por la cultura del momento).

Nuestra relación con la naturaleza se caracteriza por el afán de poseerla, explotarla y apropiarnos de sus recursos sin importar los medios para conseguirlos. Esto nos diferencia de las culturas indígenas, cuyo sistema de vida estaba en perfecto equilibrio con la tierra; al comprender el lugar que ocupaban y asumir un cuidado y hermandad con todas las formas de vida que la habitan, los indígenas tenían y tienen una percepción de la tierra, en la que el respeto por ella hace que la consideren como la proveedora de la vida; por ello la llaman "pacha mama" (la madre tierra); al concebirla de esta forma, ven a todas las criaturas que la habitamos con igual respeto; su relación con la naturaleza está impregnada de un hondo sentimiento de afecto: los indígenas caminan y recorren la tierra para acariciarla, no para "explotarla"; la cultivan y la cuidan, ya que de ella depende su existencia; aprenden de ella y la honran en cada acontecimiento que hacen parte de su vida.

Esta actitud de explotación y sometimiento que caracteriza nuestra relación con la naturaleza la hemos trasladado a nuestra relación con los seres queridos; por ello, nuestras relaciones hoy presentan el mismo panorama de resequedad, debilitamiento y deterioro progresivo.

Podríamos afirmar que la contaminación, la explotación, el abuso en el uso de los recursos, hace parte integral de nuestra forma de asumir las relaciones

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