Convivencia Familiar
titissssss7 de Julio de 2015
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CONVIVENCIA FAMILIAR
INTRODUCCIÓN
La familia, igual que cualquier otro grupo humano, necesita estar organizada para mantener una convivencia pacífica y armoniosa entre sus miembros, de modo particular para llevar a buen término una de sus tareas primordiales es la de facilitar la maduración de los hijos hacia una autonomía responsable.
Una de las responsabilidades de los padres para ayudar a organizarse a la familia es sin duda, establecer normas que regulen la conducta de los hijos, porque en ellos reside el principio de autoridad. Mantener una disciplina razonable pero firme es esencial para prevenir el consumo de drogas. A través de ella, el niño se dará cuenta de que su conducta y sus deseos tienen límites que no puede traspasar. Así el niño será capaz de ajustar su conducta social a las normas de convivencia y le permitirá educarse en la responsabilidad.
CRITERIOS
MALTRATO FÍSICO Y PSICOLÓGICO
RELACIONES IGUALITARIAS Y JUSTAS
INVOLUCRAR A LOS NI
Introducción
La familia, igual que cualquier otro grupo humano, necesita estar organizada para mantener una convivencia pacífica y armoniosa entre sus miembros y, de modo particular, para llevar a buen término una de sus tares primordiales: la de facilitar la maduración de los hijos hacia una autonomía responsable.
Una de las responsabilidades de los padres para ayudar a organizarse a la familia es, sin duda, establecer normas que regulen la conducta de los hijos, porque en ellos reside el principio de autoridad. Mantener una disciplina razonable pero firme es esencial para prevenir el consumo de drogas. A través de ella, el niño se dará cuenta de que su conducta y sus deseos tienen límites que no puede traspasar. Así el niño será capaz de ajustar su conducta social a las normas de convivencia y le permitirá educarse en la responsabilidad.
La importancia de las normas en la vida familiar
Cuando toleramos y transigimos en el comportamiento de nuestros hijos, cuando permitimos que sus intereses y deseos primen por encima de los nuestros, alimentamos sin quererlo una falta de autocontrol, una mayor impulsividad y una menor persistencia y constancia en la realización de sus tareas. Por el contrario, la utilización excesiva de prohibiciones y la imposición de normas de forma coercitiva, sólo nos conduce a aumentar las distancias con nuestros hijos. Los continuos reproches y castigos influyen negativamente en su autoestima, en su capacidad de autocontrol, dificulta su creatividad, su autonomía y su habilidad para las relaciones sociales, llegando, en algunos casos a presentar conductas agresivas en ausencia de control externo.
Diversas investigaciones muestran que, tanto los hijos de padres intransigentes y rígidos, como de padres débiles y excesivamente permisivos, son los que tienen más probabilidad de iniciarse en el consumo de drogas. Entre un extremo y otro existe un modelo que deja espacio para la
libertad, y que supone educar a los hijos en la capacidad para tomar decisiones y para actuar de forma responsable ante los diferentes retos de la vida cotidiana (incluido, por supuesto, todo lo relacionado con las drogas).
El espacio de libertad en el que pueden moverse los hijos, está condicionado por dos aspectos fundamentales:
- La edad: a medida que los hijos crecen el margen de libertad ha de ser mayor
- La conducta: conforme los hijos se comporten de forma responsable y tomen decisiones adecuadas
es preciso ampliar el espacio de libertad. Por el contrario, éste ha de restringirse cuando las decisiones
no sean las correctas o cuando el niño o la niña se muestre irresponsable.
Los efectos que tiene el ejercicio de una autoridad firme y razonable por parte de los padres resultan especialmente beneficiosos para los hijos como factores de protección individuales: aumenta su autoestima, favorece el autocontrol, promueve una mayor interiorización de los valores morales y un mejor afrontamiento de las situaciones con una mayor confianza y persistencia.
Ahora bien, para ejercer una autoridad firme y razonable es conveniente clarificar las normas, sus referentes, tiempos y contextos de aplicación. En definitiva, asumir un buen control-guía del comportamiento de los hijos requiere de:
1. Normas realistas: ajustadas al contexto, a la edad y a la personalidad de los hijos y que tengan posibilidades reales de cumplimiento. Por ejemplo, no podemos pedirle a un niño inquieto que estudie durante cuatro horas seguidas.
2. Pocas normas, pero claras y bien fundamentadas: En muchas ocasiones, problemas de disciplina tienen su origen en normas confusas Uno no puede cumplir indicaciones que no comprende, ni puede hacer cumplir normas cuya importancia no se ha parado a valorar. Por ello, las normas han de ser muy compresibles y claras. Esto ayudará a que los hijos sepan exactamente qué se espera de ellos y a que los padres analicen con calma cuál es la importancia de cada una de las normas. Una gradación en las normas, existiendo por tanto:
- Normas fundamentales de ineludible cumplimiento y, por tanto, innegociables, como por ejemplo, las
agresiones entre hermanos.
- normas importantes pero matizables en función de las circunstancias, como por ejemplo la hora de
llegada a casa en días de trabajo o las vísperas de fiesta.
- y otras de carácter accesorio que regulen aspectos más circunstanciales de la vida doméstica (por
ejemplo, mantener limpia y ordenada la habitación).
Cada familia, en función de la orientación que quiera dar a la educación de sus hijos, debe decidir qué normas incluye en cada apartado. Ahora bien, si incluye una norma entre las fundamentales (como por ejemplo, la hora de llegar a casa) debe estar dispuesto a hacerla cumplir en cualquier caso e independientemente de las circunstancias. Lógicamente, a medida que los hijos se hacen mayores, una norma puede dejar de ser fundamental para incluirse progresivamente en el espacio de libertad de los hijos.
3. Normas consistentes: en ocasiones estamos tentados por imponer una larga lista de reglas para la organización de la familia despreocupándonos después de su cumplimiento. La aplicación de las que establezcamos en nuestra familia ha de ser siempre consistente, independientemente de nuestro estado de ánimo, de la presencia de otras personas, de nuestras ocupaciones en ese momento, etc. Tener perfectamente clara la importancia que damos a cada norma ayuda mucho a ser consistente
- MÓDULO 4 - 2
En ocasiones, los niños obedecen las normas porque desean evitar un castigo o recibir una recompensa. Esta postura de los hijos, aun cuando nos ayuda a mantener un clima familiar adecuado, no contribuye al crecimiento de los pequeños, ya que en el fondo se está produciendo una aceptación aparente de la norma. Para que el niño asuma la norma como algo propio (para que la interiorice) es preciso que le ayudemos a razonar y clarificar la comprensión y la necesidad de esas reglas. Un buen sistema de normas favorece y posibilita el ejercicio del autocontrol en nuestros hijos.
(Ver Actividad 1: Las normas de la casa)
¿Qué hacer para que las normas se cumplan?
Para conseguir que los niños asuman una norma, no existen fórmulas mágicas pero sí algunas tácticas que pueden ayudar a crear un clima de respeto y a conseguir la colaboración de los hijos en la organización de la vida familiar:
1. Describir lo que vemos: por ejemplo “Hay ropa sin doblar encima de esta cama” en vez de: “Juan, ¡quita la ropa de tu cama!”.
2. Dar información: por ejemplo “Jugar con el balón en casa puede ser peligroso, puede romperse algo frágil” en vez de: “¡Como te vea jugando con el balón, te lo quito!”.
3. Expresar lo que deseamos sucintamente: por ejemplo “los platos” en vez de “Luis, me tienes cansada, ¿es que no vas respetar lo que acordamos? Te toca recoger los platos, que no te lo tenga que decir otra vez.”.
4. Comentar nuestros propios sentimientos: por ejemplo “Estoy cansada, agradecería que alguien me echara una mano con la compra” en vez de “Es encantador ver a unos hijos tan pendientes de una, ¡todos tiraditos en el sofá!” .No obstante, podemos encontrarnos con situaciones en las que nos respondan “¿y qué? ¿a quién le importa que estés cansada?” En estos casos no dude en puntualizar con un “a mí, a mí me importa mucho cómo me siento y también me importa lo que sientes tú. ¡Espero que ésta sea una familia en la que todos nos preocupemos por los sentimientos del otro!”.
5. Escribir una nota: Por ejemplo: “Querida Bea: este cuarto necesita un poco de orden. Habría que recoger los zapatos, los libros y las tazas. Gracias anticipadas. Mamá.” Las notas resultan también muy útiles en los momentos difíciles, especialmente en aquellos en los que estamos enfadados, pues tienen la ventaja de que no suben de volumen. Por ejemplo: “Bomba de relojería humana, ¡explotará si se le agobia o importuna! Vamos a tener compañía. ¡Se precisa ayuda urgente!”.
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