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Convivencia Familiar


Enviado por   •  7 de Julio de 2015  •  5.752 Palabras (24 Páginas)  •  135 Visitas

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CONVIVENCIA FAMILIAR

INTRODUCCIÓN

La familia, igual que cualquier otro grupo humano, necesita estar organizada para mantener una convivencia pacífica y armoniosa entre sus miembros, de modo particular para llevar a buen término una de sus tareas primordiales es la de facilitar la maduración de los hijos hacia una autonomía responsable.

Una de las responsabilidades de los padres para ayudar a organizarse a la familia es sin duda, establecer normas que regulen la conducta de los hijos, porque en ellos reside el principio de autoridad. Mantener una disciplina razonable pero firme es esencial para prevenir el consumo de drogas. A través de ella, el niño se dará cuenta de que su conducta y sus deseos tienen límites que no puede traspasar. Así el niño será capaz de ajustar su conducta social a las normas de convivencia y le permitirá educarse en la responsabilidad.

CRITERIOS

MALTRATO FÍSICO Y PSICOLÓGICO

RELACIONES IGUALITARIAS Y JUSTAS

INVOLUCRAR A LOS NI

Introducción

La familia, igual que cualquier otro grupo humano, necesita estar organizada para mantener una convivencia pacífica y armoniosa entre sus miembros y, de modo particular, para llevar a buen término una de sus tares primordiales: la de facilitar la maduración de los hijos hacia una autonomía responsable.

Una de las responsabilidades de los padres para ayudar a organizarse a la familia es, sin duda, establecer normas que regulen la conducta de los hijos, porque en ellos reside el principio de autoridad. Mantener una disciplina razonable pero firme es esencial para prevenir el consumo de drogas. A través de ella, el niño se dará cuenta de que su conducta y sus deseos tienen límites que no puede traspasar. Así el niño será capaz de ajustar su conducta social a las normas de convivencia y le permitirá educarse en la responsabilidad.

La importancia de las normas en la vida familiar

Cuando toleramos y transigimos en el comportamiento de nuestros hijos, cuando permitimos que sus intereses y deseos primen por encima de los nuestros, alimentamos sin quererlo una falta de autocontrol, una mayor impulsividad y una menor persistencia y constancia en la realización de sus tareas. Por el contrario, la utilización excesiva de prohibiciones y la imposición de normas de forma coercitiva, sólo nos conduce a aumentar las distancias con nuestros hijos. Los continuos reproches y castigos influyen negativamente en su autoestima, en su capacidad de autocontrol, dificulta su creatividad, su autonomía y su habilidad para las relaciones sociales, llegando, en algunos casos a presentar conductas agresivas en ausencia de control externo.

Diversas investigaciones muestran que, tanto los hijos de padres intransigentes y rígidos, como de padres débiles y excesivamente permisivos, son los que tienen más probabilidad de iniciarse en el consumo de drogas. Entre un extremo y otro existe un modelo que deja espacio para la

libertad, y que supone educar a los hijos en la capacidad para tomar decisiones y para actuar de forma responsable ante los diferentes retos de la vida cotidiana (incluido, por supuesto, todo lo relacionado con las drogas).

El espacio de libertad en el que pueden moverse los hijos, está condicionado por dos aspectos fundamentales:

- La edad: a medida que los hijos crecen el margen de libertad ha de ser mayor

- La conducta: conforme los hijos se comporten de forma responsable y tomen decisiones adecuadas

es preciso ampliar el espacio de libertad. Por el contrario, éste ha de restringirse cuando las decisiones

no sean las correctas o cuando el niño o la niña se muestre irresponsable.

Los efectos que tiene el ejercicio de una autoridad firme y razonable por parte de los padres resultan especialmente beneficiosos para los hijos como factores de protección individuales: aumenta su autoestima, favorece el autocontrol, promueve una mayor interiorización de los valores morales y un mejor afrontamiento de las situaciones con una mayor confianza y persistencia.

Ahora bien, para ejercer una autoridad firme y razonable es conveniente clarificar las normas, sus referentes, tiempos y contextos de aplicación. En definitiva, asumir un buen control-guía del comportamiento de los hijos requiere de:

1. Normas realistas: ajustadas al contexto, a la edad y a la personalidad de los hijos y que tengan posibilidades reales de cumplimiento. Por ejemplo, no podemos pedirle a un niño inquieto que estudie durante cuatro horas seguidas.

2. Pocas normas, pero claras y bien fundamentadas: En muchas ocasiones, problemas de disciplina tienen su origen en normas confusas Uno no puede cumplir indicaciones que no comprende, ni puede hacer cumplir normas cuya importancia no se ha parado a valorar. Por ello, las normas han de ser muy compresibles y claras. Esto ayudará a que los hijos sepan exactamente qué se espera de ellos y a que los padres analicen con calma cuál es la importancia de cada una de las normas. Una gradación en las normas, existiendo por tanto:

- Normas fundamentales de ineludible cumplimiento y, por tanto, innegociables, como por ejemplo, las

agresiones entre hermanos.

- normas importantes pero matizables en función de las circunstancias, como por ejemplo la hora de

llegada a casa en días de trabajo o las vísperas de fiesta.

- y otras de carácter accesorio que regulen aspectos más circunstanciales de la vida doméstica (por

ejemplo, mantener limpia y ordenada la habitación).

Cada familia, en función de la orientación que quiera dar a la educación de sus hijos, debe decidir qué normas incluye en cada apartado. Ahora bien, si incluye una norma entre las fundamentales (como por ejemplo, la hora de llegar a casa) debe estar dispuesto a hacerla cumplir en cualquier caso e independientemente de las circunstancias.

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