DEFINICIÓN DE NACION
Veromar20 de Septiembre de 2012
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Definiciones
La "nación" puede caracterizarse de modo genérico como un grupo social relativamente extenso cuyos integrantes poseen un sentido de pertenencia a él debido a rasgos culturales y a una conciencia histórica comunes, Los integrantes de una nación tiene una conciencia más o menos explícita, según los casos, de formar parte de una comunidad distinta a las demás. Esta conciencia nacional implica la identificación con valores culturales comunes, así como vínculos efectivos de solidaridad entre los integrantes de una nación.
La "nación" se define, por lo tanto, en términos esencialmente socio–culturales e históricos. Ello significa que a pesar de la diferenciación social y económica que haber al interior de una nación, subsisten vínculos comunes que establecen la solidaridad nacional. Es decir que las diferencias entre las castas, los estamento y las clases sociales que hay en una nación no impiden el desarrollo de la conciencia y el sentimiento de pertenecer a una comunidad nacional distinta a las demás.
La "nación" es un fenómeno colectivo en el cual puede coexistir la heterogeneidad de subgrupos, con intereses sociales y económicos específicos, con la homogeneidad de la conciencia y el sentimiento nacional. Es por ello que la nación es una comunidad integradora frente a los subgrupos que la conforman. (4)
Los historiadores señalan que el "Estado-Nación", históricamente hablando, adoptó como primera forma la del Estado Monárquico-Absolutista, que se fue conformando en la medida en que un Señor Feudal se imponía progresivamente a otros señores feudales ya sea través de la fuerza o de pactos de cualquier tipo, incluyendo los matrimonios por razones políticas. Como ya decíamos antes, en los tiempos actuales existe toda una corriente de pensamiento que sostiene que el Estado-Nacional ha dejado de existir o no a causa de la globalización del sistema capitalista, del surgimiento de las "empresas globales" y del desarrollo científico-tecnológico. Más allá de todo lo que afirmen los neoliberales fundamentalistas, a finales del siglo XX y a principios del Siglo XXI, a pesar del mito de la muerte del Estado-Nación, estamos presenciando el surgir y el resurgir de viejos y nuevos sentimientos nacionales en un proceso aparentemente paradójico de naciones que se convierten o que luchan para convertirse en Estados para, a su vez, sumarse a procesos de integración económica, social, cultural y política supranacionales. Tal es el caso de las naciones que antiguamente constituían el Estado yugoslavo. (2)
Para dar una definición de "nación", primero es preciso analizar el concepto. Concretamente, la "nación" tiene una serie de géneros y especies. Los géneros son tres: nación biológica, nación antropológica y nación política. A su vez, la nación biológica tiene tres especies. La primera se refiere al individuo, al organismo viviente; ahí está el concepto original de "nación" –decíamos–, proveniente de nascor ("nacer", en latín). Es decir, nación es lo que ha nacido. En cuanto al concepto de nación antropológica, cabe decir que este concepto tiene ya características específicamente humanas, entre las cuales se halla el carácter institucional de las actividades de los hombres y la racionalidad, que radica en la manipulación de las cosas externas. Es también un concepto oblicuo, porque proviene de las naciones periféricas al Imperio romano, donde se cuece la idea de nación. Esos grupos que rodean al Imperio son gentes o naciones étnicas, grupos humanos que están en la periferia del Imperio. Cuando estas naciones se integran en la sociedad política (reino, Estado, imperio, etc.) se convierten en naciones étnicas no políticas. Como ejemplos, puedo citar las naciones en las que durante la Edad Media se clasificaban los mercaderes de mercados tan lejanos entre sí como París o Medina del Campo, y que carecían de cualquier sentido político; otro tanto sucedía con los colegios mayores de las universidades, donde los alumnos se clasificaban por su nación, que era el lugar de origen.
Es éste el mismo sentido con el que se emplea el término en el Poema de Almería, que narra la toma de esa ciudad por Alfonso VII, quien reunió un ejército procedente de diferentes partes de España, entre ellas, la "nación" asturiana. Por desgracia, los nacionalistas asturianos acuden a esta cita para argumentar cómo su nación estaba ya presente en esos tiempos, cuando, justamente, lo que prueba es lo contrario: se trataba solamente de una estirpe, de una etnia. (5)
Tal como se ha considerado, aquella herramienta crítica que tenemos a mano (sin perjuicio de otras posiblemente tan satisfactorias como esta, pero que en este momento reconocemos desconocer —por ignorancia, por supuesto—) es el análisis realizado por Gustavo Bueno (6) en España frente a Europa. Allí se expone el concepto de "nación" de acuerdo con una estructura muy precisa, esta es la de reconocerlo como un concepto de tipo "genérico análogo funcional" que arroja cuatro acepciones de nación determinadas por sus notas funcionales específicas.
Estas son las de: 1) Nación biológica, 2) Nación étnica, 3) Nación política y 4) Nación fraccionaria, como una acepción secundaria refleja. No pretendemos aquí, reexponer lo ya analizado extensamente en dicha obra más que en lo estrictamente necesario para nuestros propósitos: ilustrar las condiciones estructurales que determinan la escala de las diversas acepciones de Nación, pero en especial la de Nación política, y que vienen a construir —si se nos permite— su particular geometría constitutiva. La razón de esto no es otra que la de aceptar una perspectiva que resulta más convincente que otras, pues da cuenta de la morfología de ciertas estructuras (de la "nación" y el Estado moderno) con una capacidad de conformación y determinación de la realidad histórica, práctica y política inexcusable.
Desde el convencimiento de que no podemos saltarnos estos elementos –citados por Enrique Bernales– (5) en cualquier tipo de análisis mínimamente realista, pretendemos señalar (o simplemente asistir en este diagnóstico) aquellas estructuras cristalizadas por la acumulación de la historia que se presentan, ámbito de la discusión de la discusión política entre los nacionalismos y el Estado, como difícilmente ocultables a la consideración; lo cual a veces, en un orden de elección de las alternativas, no es poco. La "nación" en su primera acepción equivale a nacimiento, que e mantiene en la escala de lo que antiguamente se llamaba "naturaleza" y que correspondía precisamente con el lugar de nacimiento. La nación étnica incorpora la nación biológica (que por su parte responde a un orden individual). Así podemos afirmar, que la nación étnica se conforma por la afluencia de la nación biológica formada por una serie múltiple de individuos. A su vez y del mismo modo, la nación política se conforma por la afluencia de los diversos grupos agregados en naciones étnicas, aunque no por mera construcción sucesiva o automática. Esto es así ya que el Estado o la nación política se construye como resultado de la confluencia de la variedad determinada de étnias o culturas diferentes o culturas diferentes (de hecho, no existe ningún Estado canónico mono-étnico excepto aquellos que son resultado de la "creación artificial").
En este sentido y como lo deja expresamente señalado la Constitución Política de México (7), "La ‘nación’ tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas…". Pero como decimos, el proceso que por ampliación sucesiva conduce a la nación política no debe entenderse como una mera replicación de las estructuras sucesivas, pues concretamente en la nación étnica no se encuentra en miniatura lo que será la nación política. Esta transición necesita de un proceso externo a la mera confluencia de étnias y culturas de la que hablamos, pues sólo un Estado puede generar la nación política. Dicho Estado no es otro que el antiguo régimen, existente en todas las naciones canónicas europeas (Francia, España, Inglaterra, etc.) antes de la constitución del Estado moderno con la Revolución Francesa y la consiguiente disolución del antiguo régimen. Lo que se viene a sostener en definitiva es que el Estado es quien conduce a la formación de la "nación", lo que evidentemente conlleva la negación de la posibilidad inversa de índole mítica y tantas veces ejercida de forma ideológica que supone que las esencias ancestrales de la "nación" (los "espíritus" o "genios nacionales") son los que han creado los respectivos Estados.
A donde deseamos llegar, después de explicar los análisis que sobre la cuestión nos ofrece el materialismo filosófico de Gustavo Bueno en su célebre obra: "España no es un mito" (6), es a comprender lo que justifica y sostiene la escala de la nación política (canónica) frente a los nacionalismos fraccionarios.
No pretendemos hacer esto simplemente para tomar partido por una facción u otra de la lucha política, utilizando para ello –como es el proceder habitual– las justificaciones ideológicas que más tengamos a mano, sino para esclarecer una serie de realidades relativas a la política de nuestro tiempo (determinada cómo no, por la historia que lo precede), que desde nuestro punto de vista, una vez estudiadas y analizadas a partir de estos criterios, parecen indudables. Con esto, y precisamente por esta razón, no podemos ignorar nuestra propia implantación política (sin tampoco
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