Dale la vuelta

                DALE LA VUELTA

PLANTEAMIENTO

 ¿Habéis oído hablar alguna vez del mundo paralelo? Ese donde podemos imaginar todo lo contrario a lo que pasa en la vida real, donde se puede ver la diferencia entre lo bueno y lo malo o lo claro y oscuro de las cosas y las personas, donde no te escondes y eres realmente tú, realmente lo que quieres ser. Ese mundo donde puedes hacer lo que quieras sin tener miedo al qué dirán. Y yo me pregunto, ¿porqué no podemos darle la vuelta a las cosas para sentirnos mejor con nosotros mismos?, ¿no sería todo más fácil? Sí, puede ser difícil, pero no imposible.

 Hoy os voy a contar la historia de una niña llamada Sara de doce años, qué no solo le dio la vuelta a su mundo una vez, sino dos veces, tuvo tres experiencias totalmente diferentes, pero después de todo lo que le pasó, tuvo la suficiente valentía para darle la vuelta a su mundo, convertirlo en el que ella imaginaba y salir finalmente adelante.

NUDO

Sara era una niña feliz, le encantaba leer, escuchar música y sobretodo bailar, amaba sentirse libre con cada paso de baile. Era una niña alta, con los cabellos largos, lisos y marrones, unos ojos verdes brillantes y unos dientes perfectos, tenía una mancha de nacimiento en la barriga que no le gustaba nada, dedicaba mucho tiempo al estudio y era muy responsable, parecía que su vida era perfecta, ¿verdad? Pero nadie se fijó en como ella se sentía realmente. (RETRATO)

Esta historia empieza el verano en el que Sara acaba su segundo ciclo en primaria y entra en el tercero. En un principio se sentía muy emocionada por saber que, con esfuerzo, había pasado de curso con todo aprobado y que le esperaba otro año de aprender cosas nuevas y vivir muchas experiencias, algo que a Sara le encantaba. Ella, en el fondo, sabía que algo no iba bien y que no se sentía muy cómoda desde que acabó el curso anterior, pero sus padres, Ana y Carlos, le dijeron que no pensara en eso, pues después del verano cuando volviera al colegio, iba a ser todo mejor, ya que visitaría nuevos lugares, aprendería sobre muchas cosas diferentes e interesantes y, además, volvería a ver a sus amigas y amigos de siempre. Sara no pensaba lo mismo, y en efecto, cuando volvió al colegio, sentía que nada era igual…

-Hola Lucía, ¡qué ganas tenía de verte! – le decía Sara muy emocionada a la que era su mejor amiga.

-Hola... - contestó Lucía sin ningún tipo de entusiasmo al verla.

-Vamos a otro sitio mejor, Lucía, y nos cuentas tu verano, ¡seguro que ha sido genial! – dijo otra del grupo de amigas.

-Sí, creo que será mejor irnos a otro lado- sugirió Sara pensando que contaban con ella, pero todas rieron y le dieron la espalda.

Sara no entendía nada, sabía que el año anterior no acabaron del todo bien, pero esperaba que después de tanto tiempo sin verse tendrían mil historias que contarse, en cambio ninguna de sus amigas estaba interesada en saber nada sobre ella. Lo dejó pasar, pensó que el tiempo lo arreglaría, pero pasó todo lo contrario.

Sus amigas no quedaban con ella, nadie iba con ella en los patios, se los pasaba sola, sus compañeros de clase no le hablaban, y le hacían la vida imposible. Ella no entendía porque había cambiado todo en tan poco tiempo. Pensaba que era una especie de pesadilla y lo único que quería era despertar de una vez. Al pasar unos pocos meses, Sara empezó a pasarlo muy mal en el colegio, sufría cada mañana sabiendo que sus compañeros estaban preparados para hacerla sentir mal y que nadie iba hacer nada al respecto, porque nadie estaba obligado a ser su amigo o amiga. Le insultaban, le empujaban, le pegaban y le hacían llorar más de una vez.

-Oye Sara, te veo más gorda este mes. -dijo Diego y todos se rieron.

-La verdad es que sí, además podrías quitarte esos granos de la cara, te hacen más fea de lo que ya estás. -comentó otro.

-Dejadla, ya tiene bastantes problemas la pobre. -y acabaron la discusión con risas burlonas.

No paraba de llorar, no se creía que sus amigos de toda la vida pudieran estar haciéndole esto ahora. Empezó a creerse todo lo que decían sobre ella, que si estaba gorda, que si tenía el pelo feo, que si no tenía dinero para comprarse ropa mejor, etc.  Acabó teniendo más problemas aún, ya que dejó de comer, se maquillaba todos los días para ocultar sus imperfecciones, que en realidad eran perfectas, dejaba de hablar hasta con sus padres, se le olvidó lo que era ser feliz y sonreír y lo peor de todo es que llegó a pensar en suicidarse, pues no le veía sentido ya a nada, no veía ninguna solución y pensaba que lo mejor era desaparecer y acabar con todo eso.

Ana, su madre, se hartó de ver a Sara llorar cada vez que la recogía del colegio y quiso hablar con ella. Sara no decía nada de lo que pasaba, se inventaba cosas como que suspendía o le ponían negativos o se enfadaba con alguna amiga, porque le daba vergüenza reconocer que le hacían bullying, pero su madre sabía que no estaba siendo sincera con ella.

-Hija, ya está, no aguanto que llores más, necesito saber que te pasa para poder ayudarte.

-Nada mamá.

-Venga Sara, sabes que pues confiar en mi y puedes contarme lo que sea.

-Mamá, hoy me han puesto dos negativos y encima me he enfadado con Lucía otra vez. -dijo llorando recordando que ya no tenía amigos y que se pasaba los días sola y aterrorizada.

-Tranquila mi amor, seguro que lo solucionáis. – acabó la conversación sabiendo que algo no iba bien y fue a hablar con Carlos, su marido, para intentar arreglarlo todo.

-Carlos cariño. - dijo mientras se acercaba a la cocina- Sara no lo está pasando nada bien, ¿qué le está pasando a nuestra niña? Ella era feliz, y ahora no hay un solo día que la vea sonreír, no tiene ganas ni de bailar.

-Ana, - dijo Carlos mientras dejaba el bizcocho en el horno y con una lágrima en los ojos- no reconozco a mi hija, ella no es así y le debe estar pasando algo grave, tenemos que solucionarlo.

(ESTILO DIRECTO)

Un día, Ana le dijo a Sara que lo sabía todo, que ojalá se lo hubiera dicho antes y que fuera valiente para ir a la directora y contárselo todo. (ESTILO INDIRECTO) Decidió ir a la directora para decirle lo que le estaba pasando, pero la directora no le creyó. Al llegar a casa, Sara, se lo dijo todo a sus padres y al ver que el centro no hacía nada al respecto, empezaron a discutir con los padres de los compañeros y con los profesores del colegio. Acabó la primaria y finalmente decidieron cambiarle de colegio para que Sara pudiera cambiar a una vida mejor. La joven estaba tan contenta de pensar que no iba a volver a ver a sus antiguos compañeros ni profesores que llegó a pasar el mejor de sus veranos, se sentía así porque iba a conocer a gente diferente e iba a empezar una etapa nueva en su vida.

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