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Diagnóstico N.A.J.


Enviado por   •  3 de Junio de 2018  •  Ensayos  •  1.166 Palabras (5 Páginas)  •  88 Visitas

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Diagnóstico

N.A.J.

He visto entrar y salir un sinnúmero de personas multi-expresivas durante mi espera, sentado con paciencia en una silla de plástico, conocedora de mis reflexiones, por la práctica del hablar solo. Bueno, no hablo solo; hablo con la silla, en caso de atreverme a decir que es conocedora de mis reflexiones. De igual manera, sigo hablando para mí y conmigo, conmigo mismo, no con la silla; hablar con sillas es de locos y yo no estoy loco, ni con los hombres que pasan; las mujeres menos, mucho menos. Hablo solo; poco importa la silla ahora.

Cuatro o cinco horas han pasado. No puedo pretender que sea diferente.  

El Dr. Melo suele salir a las diez a tomar café, o quizás algún jugo natural. A lo mejor un día toma café y al otro, bueno, jugo. Hoy es miércoles, probablemente el lunes decidió tomar café por la complejidad de mantenerse despierto luego de un fin de semana movido. Entonces ayer habría tomado jugo y hoy tomaría nuevamente café. Me pregunto qué pasaría si la máquina de café se dañara. Pobre Dr. Melo. Habría tenido que cruzar la calle en dirección a la tienda “la octava maravilla” en busca de su café. Allá también tienen sillas de plástico, como en la que estoy sentado, esa que es conocedora de mis reflexiones, por la práctica del hablar solo. Bueno, no hablo solo; hablo con la silla, en caso de atreverme a decir que es conocedora de mis reflexiones. De igual manera, sigo hablando para mí y conmigo, conmigo mismo, no con la silla. Son las diez, y el Dr. Melo aún no sale del consultorio. Debe de estar amarrándose el zapato, o quizás vio pasar a algún conocido por la ventana, o, es más, quizás algún conocido lo llamó al teléfono y lo está atrasando. Pobre Dr. Melo…

No, aún no sale, ya han pasado diez minutos y la puerta sigue igual de cerrada que cuando salí de su consultorio hace cuatro o cinco horas. Cuatro o cinco horas es el tiempo que ha pasado desde que estoy aquí. No puedo pretender que sea diferente.

Diez y media marca mi reloj. Empiezo a pensar que algo terrible pudo sucederle al Dr. Melo. Pudo tropezarse al momento de querer salir con la pata corrediza de la silla de cuero donde suele sentarse. Al caer, el esfero negro que reposa en su bata sobre el costado izquierdo debió verticalizarse, oprimiendo así la yugular del Dr. Melo, Debe estar desmayado en la mitad del piso, o quizás está muerto ahora. La puerta se abre, el Dr. Melo sale, despacio, tal como predije.

Lleva un papel en sus manos, con algo escrito sobre él, pues tiene la mirada completamente perdida entre los renglones. Poco a poco noto que se acerca a mí. No sé si estaré imaginándolo, tal vez alucinando, alguna clase de espejismo, como el agua soñada en pleno desierto. Tal vez lo que tiene en sus manos son los resultados finales de la gran intriga que tanto a él como a mí lleva torturándonos más de tres meses. Desde entonces vengo aquí, cada vez más nervioso, lleno de esperanza puesta en el Dr. Melo, quien siempre he sabido, es el único que puede diagnosticarme correctamente, y entonces, así, tal vez, solo tal vez, salvarme la vida. Hasta este momento en el que estoy sentando sobre una silla de plástico, conocedora de mis reflexiones, por la práctica del hablar solo… bueno, no hablo solo; hablo con la silla, en caso de atreverme a decir que es conocedora de mis reflexiones… bueno, hasta este momento, no hemos dado con el chiste. Aún no sé qué tengo. Pero como les decía, ahí viene él. Su rostro me está horrorizando, puedo prever lo que contiene ese papel; es mi sentencia de muerte.

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