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Discriminación Racial


Enviado por   •  25 de Octubre de 2013  •  823 Palabras (4 Páginas)  •  273 Visitas

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Víctor Montoya - Discriminación racial

Desde cuando sentí la discriminación racial en carne propia y dejé de creer en la historia oficial de los conquistadores, me resistí a compartir el racismo existente en nuestro país, donde la mayoría de los indígenas y negros no comparten la mesa del patrón.

Los negros no figuran en los libros oficiales de historia, aunque desde la época de la colonia viven en la región subtropical de los Yungas, donde se establecieron como agricultores, sin haber olvidado su historia ni su pasado. Y, por mucho que no sepan precisar si sus antepasados fueron traídos de Senegal o de otras costas del oeste africano, siguen conservando la tradición de coronar a su rey en la Bolivia republicana, pues según cuenta la leyenda, había un rey entre los negros que fueron empleados como bestias de carga en las minas de Potosí.

Sin embargo, lo patético de esta realidad es que, mientras los afrobolivianos vienen coronando a sus reyes desde 1932, la mayoría de los niños bolivianos, que aprendimos a conocer África a través de las revistas de Tarzán, no veíamos en las calles a más negros que a los mestizos disfrazados de morenos y tundiquis en la fiesta del Carnaval.

Cuando los niños veíamos en la calle a un negro de verdad, nos pellizcábamos los brazos y decíamos al unísono: "¡Suerte para mí! ¡Suerte para mí!". En cambio algunos, que confundían el exotismo con el racismo y veían a un negro en sus sueños, se despertaban espantados y, restregándose los ojos, exclamaban: "¡Enfermedad! ¡Enfermedad!...".

A medida que fui creciendo, comprendí que el negro no sólo simbolizaba la suerte, sino también la mala suerte y la enfermedad. De modo que en una conversación coloquial, no era extraño que alguien dijera: "pasarlas negra" o "tener la negra", en lugar de decir: "me encuentro en una situación difícil" o "tengo mala suerte". Pero la frase que más me golpeó, como convocándome a una reflexión necesaria, fue la que escuché en boca de una de mis maestras, quien, a tiempo de enseñarnos una fotografía, dijo: "Este hombre tiene el color de sufrido". Desde entonces no he dejado de pensar en que estas expresiones de desprecio, que los criollos y mestizos utilizaban para referirse despectivamente a una persona de tez negra, traslucía una clara discriminación racial.

Ahora entiendo mejor por qué mi tía, una señora presumida y acomplejada, me aplicaba cremas en la cara y me ponía un gorro de visera ancha. Claro que no era para cubrirme la piel del abrasante sol del altiplano, sino para evitar que los vecinos me confundieran con los niños de "color sufrido". Por suerte, a mi tía no se le ocurrió la idea de blanquearme la piel a la fuerza, como a ese negrito del cuento

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