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¿Dónde No Están Los números?

mardelrocio10 de Agosto de 2014

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¿DÓNDE NO ESTÁN LOS NÚMEROS?

Por : Maricela Betancourt

¿Cómo es posible, que en un mundo, donde en casi todas partes encontramos números y la necesidad de utilizarlos, existan personas que aborrezcan las matemáticas? Debe ser quizás por el concepto erróneo que tenemos de lo que ellas significan.

Algo muy común es la forma como aprendemos a contar, casi sin darnos cuenta. Hoy en día escucho los relatos de las primeras actividades que hacía con mis padres cuando era muy pequeña; creo que cuando mucho tendría dos años. Colocaba en las escaleras de la casa todas la muñecas sentadas junto a mí, para que me tomaran las fotos; supongo que no sabía cuántas eran, pero mi mamá me cuenta que podía identificar perfectamente si me faltaba alguna; y que si todas no estaban allí divinamente ordenadas, no me dejaba fotografiar.

En otras ocasiones cogía los platicos de juguete, e iba colocando uno frente a cada una de “mis niñas”. Poco a poco fui relacionando la cantidad de objetos con su representación numérica.

Cuando cumplí tres años, ya sabía los números hasta el diez y podía perfectamente relacionar las cantidades, con el número correspondiente. Pero cómo no hacerlo, si mi vida estuvo siempre rodeada de ejercicios matemáticos, que yo realizaba sin saber, que las estaba aprendiendo a usar y a aplicar en mi vida.

En casa había una panadería y desde pequeña mi padre me enseño, a ir contando los panes que hacía; la cantidad de latas que estaban listas para meter al horno; la variedad de pan que se había hecho y lo que faltaba aún por hacer; la materia prima que habíamos utilizado y si la que quedaba alcanzaba para terminar la producción diaria.

Jugando con todo ello, fui aprendiendo a realizar mis primeros problemas matemáticos. También aprendí a contar el dinero para poder saber cuando debía cobrar a quienes iban a comprar e igualmente, saber cuánto tenía que devolver, pues cuando tenía seis años yo era la secretaria del negocio familiar lo cual me exigía cierta responsabilidad.

Esta continua relación con las matemáticas fue lo que me ayudo a orientar mi gusto por las mismas y cuando llegué al colegio decidí que yo deseaba ser contadora, por ello mi especialidad fue contabilidad.

No digo que haya sido fácil, pues fueron bastantes las ocasiones en que tuve que desvelarme, porque cuando iba terminando de realizar el balance de prueba de algún ejercicio, me daba cuenta que tenía una diferencia de un peso. ¿Pero qué es un peso? Escuché muchas veces exclamar a mi madre, - que no entendía por qué yo formaba tanto alboroto por ello -, cuando al parecer era tan poco. Tal vez ella pensaba que era muy fácil simplemente quitar un peso en el lado que me sobrara y arreglado el problema. Pero para quienes tienen conocimiento de ello saben muy bien lo engorroso que resulta volver a revisar todo el ejercicio contable para encontrar dónde estuvo el error.

A pesar de estos dilemas que constantemente se me presentaban, nunca se fue de mí ese gran amor por las matemáticas, porque cada día entendía lo necesarias que eran en la cotidianidad. Todo lo que aprendí en el colegio me sirvió para desempeñarme al graduarme, sin embargo siempre me pregunté ¿si los números son infinitos y yo en teoría sé cómo contarlos hasta cuánto realmente podré contar?

La verdad es que nunca he llegado a tener que contar más que millones, y el simple hecho de ver tantos números, en ocasiones resulta abrumador. Aunque eso no quiere decir que llegado el momento, no fuese capaz de contar más que millones.

Por distintas circunstancias de la vida me he alejado de la contabilidad y de la aplicación que con ella tenía de las matemáticas, no obstante no se ha ido de mi el deseo de seguirlas

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