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EL HUNDIMEINTO DE LA CASA USHER


Enviado por   •  10 de Marzo de 2017  •  Biografías  •  1.815 Palabras (8 Páginas)  •  338 Visitas

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EL HUNDIMEINTO DE LA CASA USHER

Estuve un día entero viajando a caballo bajo un cielo de nubes borrascosas. Al caer la noche, por fin, tuve ante mí silueta de la casa de Usher.

Al verla por primera vez tuve una sensación deprimente. Estaba rodeada por una atmósfera tétrica y aquellos muros helados y aquellas ventanas que parecían ojos vacíos hundían a cualquiera en el desánimo.

Todavía no había desmotado, cuando vi a mis pies un estanque en el que sus aguas muertas reflejaban la imagen invertida de la lóbrega mansión, con sus muros y ventanas terroríficas del revés. Con todo, mi plan era pasar unas semanas en la casa. La carta de Roderick Usher, mi amigo de infancia, me había afectado. Sus palabras sonaban como un grito desesperado al pedirme que le visitara, y contaba que sufría una terrible enfermedad.

La familia de los Usher, ahora venida menos, había sido muy renombrada en su época. Se les conocía por tener muy poca relación con los demás y gozaban también de una sensibilidad muy especial, que había dado a la familia algunos buenos artistas.

Conduje al caballo hacia la entrada y un criado salió a recibirme. Me fijé en la grieta que había en la fachada, desde el tejado hasta el suelo, y me pareció que dibujaba una mueca desagradable en la mejilla de la mansión. Seguí al criado por pasillos largos y laberínticos, hasta que llegamos al salón donde se encontraba el amo de la casa. Eran pasadizos tristes y oscuros, que reforzaron mis primeras sensaciones. De hecho, toda la casa estaba impregnada por una repulsiva y maloliente decrepitud.

El salón era amplio y de techo muy alto. Sólo los muebles cercanos a las ventanas quedaban iluminados, el resto se escondía en una malsana penumbra. Roderick Usher, al entrar yo, se levantó, Parecía como si hiciera un gigantesco esfuerzo para salir a flote de su pozo de tristeza. Apenas pude reconocerle. Tenía los labios muy finos y la cara muy pálida, con un pelo tan ralo que parecía una telaraña. Solo el brillo de sus ojos dejaba entrever que había alma en aquel hombre.

Un curioso nerviosismo envolvía sus palabras y sus gestos. Me habló de las ganas que tenía de verme y del mal que lo consumía. Se refirió a una exagerada sensibilidad, a una extraña agudeza de los sentidos. Para él, la luz se había convertido en algo insoportable a los ojos. Todos los ruidos le molestaban, y decía que los tejidos arremetían contra su piel como si fueran cardos. Lo vi acosado por la demencia y el miedo.

-Voy a morir de esto, amigo. Tarde o temprano la vida y la razón me abandonarán a la vez-me dijo al final de sus palabras de bienvenida.

Aunque temía la estancia en su casa, me convertía terriblemente pensar que aquello era lo que quedaba de mi amigo de infancia. Por eso, al final me dejé instalar en una cómoda habitación.

Al día siguiente, mientras hablábamos en el salón, una misteriosa figura pasó lentamente, mirando al suelo. Era su hermana Lady Madeline, la única pariente que le quedaba y a quien le rondaba la muerte. Probablemente, esta pena había hecho que él también cayera enfermo. Lady Madeline y mi amigo, supe después, eran gemelos y la naturaleza les unía de una forma muy especial.

Esos primeros días me di cuenta de que Roderick Usher ya nunca salía de su casa y de que aquel ambiente había influido en su ánimo. Poco a poco, me convencí de que era imposible levantar la moral de aquella persona. Usher me pedía que lo acompañara en sus larguísimas horas de aburrimiento. Durante mi visita lo posible para alegrarle la vida. Compartimos muchas lecturas, pintamos y escuche sus confesiones. En una de nuestras conversaciones, Usher me dijo, con todo convencimiento, que estaba de acuerdo con la teoría de que os vegetales tienen sentimientos, además, añadía que los muros de piedra, los muebles, las velas y todas las cosas también tenían capacidad de sentir y transmitir.

A la semana de estar en casa de los Usher, Lady Medeline murió. Entonces Roderick me reveló su intención de conservar el cuerpo una quincena, noticia que superó mi tolerancia y comprensión. Por lo visto, el panteón familiar se encontraba muy lejos y, además, un doctor había solicitado examinar el cuerpo tras la muerte. Tuve que ayudar a Roderick a hacer los preparativos. Bajamos el cuerpo hasta la cripta,  y lo depositamos en el féretro. La puerta gruesa, de hierro macizo, produjo un chirrido estridente al cerrarse.

Unos días después los síntomas de la enfermedad de mi amigo empeoraron. El brillo de sus ojos desapareció y con él, la única forma de vida que parecía habitar aquel cuerpo. Un tormento interior que ya no podía dominar le convertía en una sombra temblorosa, como un espectro. Una noche de tormenta, estos cambios fueron más llamativos.

Yo utilizaba una habitación de la planta baja. Ya hacía rato que me había acostado y una desazón extraña no me dejaba dormir. Me fui poniendo tenso y llegó un momento en que tuve que incorporarme en la cama. Estaba sudando. Al rato, oí unos débiles pasos fuera, en las escaleras, e instantes después llamaron a mi puerta. Escuché el balbuceo de mi amigo y lo hice pasar. Su aspecto era impactante. Su mirada era de un loco y, como histérico, entré en mi habitación y se abalanzó sobre la ventana para abrirla, mientras gritaba:

-¿No lo ha visto? ¿No ha visto eso?

De repente un viento infernal recorrió la habitación y empujó nuestros cuerpos. Afuera, una tormenta de una fuerza sobrenatural envolvía la casa de Usher. No se veía la luna, y el cielo estaba tan bajo que parecía tener su límite justo sobre la mansión.

-¡Cerremos la ventana! En su estado, no le conviene esto. Es una tormenta muy fuerte –dije yo para serenar a Roderick, lo senté en una silla y le propuse que leyéramos un rato con calma:

“…y Ethereldo descargó su mazo sobre el dragón que, cayendo, escupió una poderosa llamarada de fuego que provocó un estruendo terrible.”

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