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EL RETO DE LA FORMACIÓN INTEGRAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN LA ACTUALIDAD


Enviado por   •  21 de Octubre de 2015  •  Ensayos  •  2.909 Palabras (12 Páginas)  •  207 Visitas

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EL RETO DE LA FORMACIÓN INTEGRAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN LA ACTUALIDAD

PAMELA DE JESÚS PÁEZ BURGOS

DIPLOMADO EN FORMACIÓN PEDAGÓGICA PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR VERSIÓN 44

UNIVERSIDAD DE CARTAGENA


EL RETO DE LA FORMACIÓN INTEGRAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN LA ACTUALIDAD

Pamela De Jesús Páez Burgos

La sociedad actual y su cada vez más rápida y constante evolución, ha encarado al ser humano con la ineludible necesidad de recreación y modificación de sus paradigmas tanto cognoscitivos como comportamentales.  Estos, a los que ha correspondido y que le han facilitado el desenvolvimiento en el mundo al cual pertenece, suelen someterlo a reiterados estancamientos que responden al inoficioso temor a lo desconocido, por lo que se convierte dicho proceso evolutivo, más que en un disfrute, en un reto que vencer, y siendo cada día más difícil desaferrarse de lo conocido por siglos e integrarse al gigantesco mar de nuevas ideas, tornadas en teorías y prácticas que transforman el mundo tal cual como lo ha conocido.

Ese proceso evolutivo que envuelve al hombre y lo coloca de pie ante la necesidad de modificar e innovar, no se debe ver desde un punto de vista individual, en relación a lo consuetudinario o comportamental, sino también desde la óptica que cobija la variedad de ciencias que el ser ha estudiado desde sus orígenes hasta el momento, y sin las cuales el individuo no podría dar explicación o desarrollar muchos de los conceptos que hoy conoce y de los que saca un provecho a diario.

No debemos perder de vista que la Humanidad permanece en un constante cambio. No nos damos cuenta porque vivimos los resultados de tales transformaciones en un periodo muy breve de presente. La vida de cada individuo es un instante de toda una vida universal que le precede y de donde proviene y también del futuro. La dificultad de acoplar los pensamientos y el trato social a lo nuevo hace que se mantenga siempre una resistencia a variar cualquier criterio novedoso, que cuando es útil se acaba imponiendo. El problema es a qué precio, pues el afán de permanecer en una visión fija e inamovible del mundo ha hecho que se reaccione a lo largo de la Historia con una violencia atroz. Sucede en el aspecto del conocimiento, en política, economía y hábitos de comportamiento. (Pinto “La evolución como cambio Social”, s.f., Párr. 1).

Lo cierto es que le tememos al cambio, este hecho que influencia todos los aspectos de la vida del individuo, consecuencialmente ha producido efectos que trascienden la esfera de lo personal, llegando al área de lo cognitivo y de la búsqueda del conocimiento, lo que sin dudas origina que la evolución a nivel educativo se haya visto limitada.

La educación superior, a través de su historia como se evidencia en sus diversas etapas, ha intentado formar seres humanos capaces de enfrentar la realidad y el mundo al cual pertenecen, influida por distintos matices que varían de acuerdo a la época, los avances tecnológicos, científicos, culturales, económicos, políticos, étnica y necesariamente su propia capacidad de aprender del estudiante. Lo que se materializa a través de la ciencia que le ha permitido educar: La Pedagogía.

La historia de la educación va de la mano de la evolución del ser humano, no existe ninguna sociedad por primitiva que sea en la que no se presente la educación. Comenzando por la transferencia de simples saberes conocidos a las nuevas generaciones para su perpetuación continua, hasta el establecimiento de hábitos y costumbres, desembocando en culturas complejas transformadas en sociedades. En las culturas y sociedades no se presentan únicamente tradiciones y sincretismos, si no que todo esto se convierte en una gama de concepciones religiosas, filosóficas y tecnológicas, que son la base de las idiosincrasias de cada país. Todo esto se fusiona en la concepción pedagógica actual y por lo tanto es lo que la da vida y sentido de pertenencia al acto educativo. (“Historia de la Pedagogía”, s.f., Párr. 2).

Mucho tiempo atrás, entre los más antiguos pedagogos, sin haberle dado el nombre con que actualmente se conoce, se intentó hablar de una formación que educara en un nivel superior al estudiante, que lo formara desde la totalidad de sus dimensiones, entendiendo la diversidad que existe entre unas y otras; procurando que fueran parte de su saber, no sólo desde el nivel cognitivo, sino también desde otros aspectos que desarrollaremos más adelante.

Hablamos entonces de una formación con un tinte más humanista, que reviste el proceso de aprendizaje en un avance que de manera ética encamine al educando hacia la perfección de su ser como profesional. Hoy en día se le ha llamado “Formación integral”, la cual, sin lugar a dudas, para ser aplicada al sistema que conocemos, deberá transformarlo de  manera radical y a la cual, por los móviles que anteriormente expresé, no ha sido fácil adaptarse.

En primer lugar, la consideración de un cambio profundo en materia de formación profesional debe consistir en una transformación completa de los currículos de estudio. En términos de los alcances del concepto de desarrollo, los currículos necesitan enfatizar tanto los aspectos de relación con el mercado futuro de trabajo, como aquellos que tienen que ver con el enriquecimiento personal y la formación valórica profunda del individuo. Y pienso que en ambas cosas estamos fallando. Por una parte, nuestros currículos tienden a ser anquilosados y a responder en forma lenta frente a las exigencias de un medio empleador y productivo que experimenta cambios profundos y permanentes como resultado de las tendencias modernizadoras y globalizadoras que prevalecen (…) ¿Cómo puede la Universidad adelantar las tendencias que han de producirse en los diferentes campos? No existe una respuesta estándar sobre este problema, pero ciertamente no es una respuesta la que escuchábamos en el pasado, en el sentido de que la Universidad debería determinar, por sí misma, que es lo que se ofrece, y no la perspectiva ocupacional profesional de sus egresados. Aquí necesitamos una innovación muy profunda que tienda a garantizar una oferta formativa con rápida capacidad de adaptación a la realidad externa, y de actualización tanto en el desempeño en el trabajo como por medio de los sistemas de cuarto nivel de educación. (Riveros, 2000).

Pero más que el reto de transformar enteramente el currículum de una institución, la Universidad se encuentra con el obstáculo de la “humanización” del profesional. El sólo carácter subjetivo que puede resultar tener tal fin, debido las múltiples percepciones de la ética que, tanto los aprendices como los que vienen a emplear esta pedagogía, pueden tener. Es entonces cuando entra el rigor el conflicto generado por la diversidad de opiniones, llegan a esta palestra la religión, la moral, la costumbre, la cultura, el origen, la pasión, e incluso los sentimientos de la persona.

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