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Educacion De La Conciencia


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2012  •  1.697 Palabras (7 Páginas)  •  330 Visitas

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«…Podemos entrever que la respuesta a nuestros innumerables males ya no esté al alance de la política, y que nuestra esperanza deba cifrarse en la conciencia misma de las personas. ¿Pero cómo podemos concebir que pueda ser elevada, profundizada o ampliada la conciencia de las personas en forma masiva sino a través de la educación?...»

Carlos Naranjo

Dice Edgar Morin que una de las misiones fundamentales de la educación consiste en el conocimiento y el aprendizaje de la complejidad humana que se configura tanto a partir de las polaridades conductuales "sapiens-demens", "faber-ludens", "ethicus-estheticus", "yo-tú", "adulto-niño"; "hombre-mujer”, como de los bucles “cerebro-mente-cultura”, “razón-afecto-impulso” e “individuo-sociedad-especie” (MORIN,E.;1999:23-31). A partir de esta complejidad, toda educación dirigida al aprendizaje y a la enseñanza de la condición humana tendría necesariamente que basarse en el conocido aserto de Terencio de "Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. Todo lo humano nos afecta, nos implica y nos expresa como seres complejos, multidimensionales e irreductibles a cualquier representación. Toda educación de, con y para la condición humana no puede constreñirse y simplificarse en fórmulas, programas y normas, puesto que ni el ser humano, ni sus experiencias vitales, ni la propia realidad, pueden unidimensionalizarse o ser consideradas y abordadas desde una sola perspectiva o nivel.

Tal vez, la más transcendental y permanente de las propuestas para el aprendizaje y la enseñanza de la condición humana sea la que nos sugiere aquel viejo sufí que cuando hablando acerca de sí mismo decía: «De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor dame fuerzas para cambiar el mundo”». «A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: “Señor dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”». «Ahora que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”. Si yo hubiese orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida» (DE MELLO, A. 1982. 195)

A partir de esta tarea que nos sugiere el cuento sufí, la educación para la condición humana, así como todo aquello que podamos hacer para su aprendizaje y enseñanza, habría que entenderla como un inacabable y permanente proceso de autoconocimiento y de autoinvestigación externa e interna. Un proceso en el que se conjugase al mismo tiempo nuestra condición de seres en el mundo que viajamos en la misma nave planetaria, así como nuestro carácter singular e individual en el que se condensan pensamientos, emociones, motivaciones, vivencias y experiencias de nuestro caminar.

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El aprendizaje y la enseñanza de la condición humana podría entenderse así, como un amplio e interminable proceso de desarrollo de la conciencia, que es también un proceso de desaprendizaje de nuestra egomentalidad en el que estarían integradas todas las polaridades y bucles, abarcando, no sólo los aspectos lógicos, racionales y técnicos que las instituciones educativas formales han sobredimensionado como exclusivos, sino sobre todo aquellas dimensiones corporales, emocionales, afectivas, éticas, estéticas, espirituales y socio-políticas, que por lo general han sido siempre ignoradas y/o marginadas.

En palabras de Edgar Morin, este proceso de desarrollo de la conciencia, implica trabajar sobre:«…la conciencia antropológica que reconoce nuestra unidad en nuestra diversidad; la conciencia ecológica, es decir la conciencia de habitar con todos los seres mortales una misma esfera viviente (biósfera); reconocer nuestro lazo consustancial con la biósfera nos conduce a abandonar el sueño prometeico del dominio del universo para alimentar la aspiración a la convivencia sobre la Tierra; la conciencia cívica terrenal, es decir de la responsabilidad y de la solidaridad para los hijos de la Tierra y la conciencia espiritual de la humana condición que viene del ejercicio complejo del pensamiento y que nos permite a la vez criticarnos mutuamente, auto-criticarnos y comprendernos entre sí…» (MORIN, E.; 1999: 42).

Sin embargo, al decir conciencia, no nos estamos refiriendo exclusivamente a la constatación puramente sensitiva de la realidad, sino a algo más interno y profundo que va más allá de las percepciones sensoriales y las verificaciones empíricas, a algo que salta del terreno de lo puramente analítico, descriptivo y/o definitorio para llegar, mediante el silencio, la contemplación y la experiencia interior, a «infinir»8, accediendo a los espacios infinitos en donde se realizan las síntesis entre razón y emoción, saber y ser, conocimiento y sabiduría o ciencia y tradiciones espirituales (CREMA, R.; 2010). Visto así, el desarrollo de la conciencia como fuente de aprendizaje y enseñanza de la condición humana, se convierte esencialmente en el desarrollo de la sensibilidad humana que necesariamente tiene que ser al mismo tiempo cósmica, terrenal, ecológica, social, cívica, política, corporal, mental y espiritual, es decir, integradora del bucle individuo-naturaleza-sociedad.

Tratando de “infinir”, la educación para, por y en la condición humana no es más que un proceso interminable de desarrollo de la conciencia, que es al mismo tiempo un desarrollo

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