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El Arte En La Globalizacion


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2012  •  2.075 Palabras (9 Páginas)  •  484 Visitas

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EL ARTE Y LA CULTURA EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN

La cultura-mundo es la expresión-tipo de la producción cultural contemporánea

Francisco R. Pastoriza (*)

Durante el siglo XX hubo tres grandes fracturas con el viejo mundo anterior, que explican la aparición de la cultura actual. La primera, en los años iniciales del siglo, fue la ruptura de las vanguardias con los códigos del clasicismo y el arte burgués, que dio lugar a la aparición del arte contemporáneo. La segunda llegó con la revolución de Mayo del 68, que resquebrajó las normas de la vida cotidiana, los valores en los que se asentaba la burguesía y las relaciones entre los sexos. La tercera fractura, la económica, se inició en los años setenta con los procesos de desregulación en todos los ámbitos. Todas estas convulsiones han llevado a la cultura a una nueva situación.

Gilles Lipovetsky y Jean Serroy han bautizado como cultura-mundo (La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada. Anagrama) el episodio que muestra el estado actual de la cultura en la era de la globalización, una cultura en función de los cuatro valores universales del futuro: el hipercapitalismo, la hipertecnología, el hiperindividualismo y el hiperconsumo.

El hipercapitalismo ha traído la inseguridad colectiva (en forma de crisis) e individual (el paro) y su principal consecuencia para la cultura ha sido la de su homogeneización. La hipertecnología, junto a los enormes progresos que ha supuesto, ha creado ciberdependencia y ansiedad por la novedad. El hiperindividualismo ha traído cambios en los modelos consumistas: de los productos familiares (el coche, el electrodoméstico, el televisor) se ha pasado a los personales (el ordenador, el teléfono móvil, el videojuego). Pero es el hiperconsumo, omnipresente, tentacular e ilimitado, el protagonista de la nueva cultura, el que ha desencadenado un proceso de desorientación con una superoferta imposible de controlar que desemboca en compras compulsivas y endeudamientos y transforma al consumidor en un ser cada vez menos dueño de sí mismo (y a quienes no pueden serlo, en presas de frustración y de fracaso). La cultura-mundo, inseparable ya de la industria cultural, muestra actualmente una vocación planetaria, extendida instantáneamente a través de los cibermedios. Este nuevo modelo de la actual sociedad del hiperconsumo se caracteriza por el triunfo del mercado en todos los ámbitos. El mercado ha colonizado los modos de vida, los métodos por los que se rigen las sociedades (cada vez se hace más evidente que estamos gobernados por los mercados más que por los gobiernos) y ha impuesto una cultura que se caracteriza por la sobreabundancia (supermultiplicación de opciones, segmentación extrema de mercados, renovación acelerada de productos), el consumo bulímico y, a través de los cibermedia, la contracción del espacio y el tiempo: el planeta se ha convertido en un microuniverso de acceso instantáneo.

La nueva cultura ha desvanecido más que ninguna otra los límites entre la alta cultura y la cultura comercial, las fronteras que separaban el cultivo del espíritu de la banalidad con la que hoy se rellena el ocio de los ciudadanos. Una cultura en la que lo comercial es reconocido como cultural, mientras que manifestaciones auténticamente culturales como el arte y la literatura se han insertado en el comercio y sólo obedecen a las reglas de la economía. A diferencia de los clásicos, los artistas y escritores de hoy tienen como objetivo ganar dinero y ser célebres. Buscan más la popularidad mediática que la gloria inmortal porque es la celebridad lo que hace subir la cotización de sus obras. Lo que parecía que debía escapar al mercantilismo (el mundo de la creación y la belleza), se hace cada vez más comercial y mediático, sustentado por las estrategias del espectáculo y la seducción. La nueva cultura llega envuelta, además, en la retórica de la simplicidad, no exige apenas esfuerzo para ser comprendida. Ha nacido para divertir, para proporcionar una evasión fácil.

La cultura ha adquirido mayor protagonismo cuando se ha revelado como una de las producciones más rentables de todas las economías (en EE.UU, la más rentable), hasta el punto de ser uno de los objetivos prioritarios de las industrias nacionales. En este sentido, la cultura-mundo ha venido a liquidar definitivamente el viejo antagonismo entre cultura y economía. Como añadido, el maridaje entre la hipertecnología y el liberalismo económico ha dado como resultado un productivismo desenfrenado y una comercialización ilimitada de productos culturales de consumo, lo que ha hecho saltar las alarmas de las economías más débiles y las ha llevado a elaborar normas para protegerse de la colonización de los productos culturales extranjeros. Europa tuvo que aprobar leyes, primero de excepción cultural y más tarde de diversidad cultural, para frenar la invasión de productos audiovisuales norteamericanos comercializados a través de viejas y nuevas pantallas.

LA PANTALLIZACIÓN DE LA CULTURA

El cine se reveló desde los primeros años del siglo XX como el producto cultural de masas de mayor impacto. Trajo consigo el nacimiento del star-system, que transformaba en estrellas a simples seres humanos cuyos valores eran los de la belleza y la seducción. El star-system se trasladó con el tiempo a otros ámbitos menos glamourosos, como la política (Che Guevara), la ciencia (Einstein), el humanismo (Ghandi), el deporte (Pelé), hasta que en la actualidad ningún ámbito escapa a su dominio: la cultura de hoy está en gran parte alimentada por el vedettismo. Las industrias de mayores ingresos están ligadas a un nombre propio conocido: Michael Jackson, Madonna, Brad Pitt, Vargas Llosa, Plácido Domingo, Miquel Barceló, Naomi Campbell. Incluso ha nacido una nueva clase de vedette, el famoso, cuyo único mérito es ser conocido durante un tiempo, aunque sea para nada. Su aportación ha sido la falta de respeto por la intimidad propia y la transgresión de la ajena. Ha dado lugar a una prensa especializada poblada por profesionales del chisme, papparazzis y videorazzis, y ha llegado a su culminación con la televisión, la otra gran pantalla del siglo XX. Concebida para el entretenimiento y la distracción, la televisión sin embargo se reveló como referente dominante al transformar el mundo en información, hasta el punto de decidir que lo que no aparece en la televisión no existe. En los últimos años del siglo hace su aparición la tercera gran pantalla, la del ordenador, que multiplica su impacto cuando se convierte en soporte de internet. Después, las otras pantallas, las del GPS,

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