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El Asesinato Del Profesor De Matematicas


Enviado por   •  29 de Octubre de 2014  •  26.304 Palabras (106 Páginas)  •  378 Visitas

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• 1. © Del texto: Jordi Sierra i Fabra, 2000 www.sierraifabra.com © De las ilustraciones: Pablo Núñez, 2000 © De esta edición: Grupo Anaya, S. A., 2000Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid 1." edición, octubre 2000 2. a edición, septiembre 2001 Diseño: Taller Universo ISBN: 84-207-1286-8 Depósito legal: M. 2 8 . 8 9 8 / 2 0 0 1 Impreso en Varoprinter, S. A. Artesanía, 17 Polígono Industrial de Coslada 28820 Coslada (Madrid) Impreso en España - Printed in Spain

• 2. ¿Suspendes las mates? ¿Se teatraviesan los problemas? Más aún (aunque suene fuerte), ¿ODIAS lasmates? Vale, no contestes, no esnecesario. Yo, a tu edad, tambiénlo pasaba francamente mal con esodel 2 y 2. Porque, a ver, ¿son 4 ó22, eh? Lo que pasa es que ahoraentiendo que todo, todo, hasta lasmates, puede ser un juegosi te lo tomas como tal, sinel agobio de los aprobados y lanecesidad de pasar curso y tenercontentos a tus padres. ¡Lástimaque no lo descubriera antes, atu edad! Asesinar al profe demates no sirve de nada. Ponena otro en su lugar y ya está. Pero este libro es un juego,un divertimento, está hecho paraque te rias (y sufras un poquitocon el misterio) y de paso puedeque te haga mirar con mejores ojoslas mates. Si aceptas

• 3. un consejo, trata de resolverlos problemas a medida que losvayas leyendo, no pases laspáginas sin más. Te encantaráser el cuarto elemento juntoa los tres protagonistas dela historia. Y cuando acabes, dáselo a tuprofesor de matemáticas. Si tienesentido del humor, tanto dará quesea «un duro» o «un blando»,seguro que se reirá y, a lo mejor,adopta los métodos del insólitoprofe de esta novela. Salud, camarada. www.sierraifabra.com

• 4. NADA más oírse el timbre que daba por finalizada laclase, él les dijo: —Adela, Luc, Nico, quedaos un momento, por favor. Los tres aludidos abrieron primero los ojos y des-pués se miraron entre sí. El que menos, se aplastó enel asiento como si acabasen de pegarlo con cola deimpacto. El resto de los alumnos se evaporó en cues-tión de segundos. Algunos les lanzaron miradas de áni-mo y solidaridad, otros de socarrona burla. —A pringar —susurró uno de los más cargantes. Adela, Luc y Nico se quedaron solos. Solos con Fe-lipe Romero, el profesor de matemáticas. El Fepe paralos amigos, además del profe o el de mates, que eracomo se le llamaba comúnmente. El maestro no se puso en pie de inmediato ni empe-zó a hablarles en seguida. Continuó sentado estudiandoalgo con atención. El silencio se hizo omnipresente amedida que transcurría el tiempo. Más allá de ellos, traslas ventanas, la algarada que hacían los que ya estabanen el patio subía en espiral hasta donde se encontraban.

• 5. Adela se removió inquieta. Su silla gimió de formaleve. Era una chica alta y espigada, de ojos vivos, cabellolargo hasta la mitad de la espalda, ropa informal comola de la mayoría de los chicos y chicas. Su preocupa-ción no era menor que la de los otros dos. Volvieron amirarse. Luc arqueó las cejas. Nico puso cara de cir-cunstancias. El primero era el más alto de los tres, ros-tro lleno de pecas, sonrisa muy expresiva, delgadocomo un sarmiento. El segundo era todo lo contrario:bajo y un poco redondo, cabello bastante largo, mira-da penetrante. Curiosamente, los tres eran amigos.Siempre andaban metidos juntos en todos los líos,buenos y malos. Felipe Romero por fin dejó la hoja de papel que es-taba leyendo y los atravesó con su mirada más pene-trante. —Bueno —suspiró. Eso fue todo. Siguió la mirada. Primero en direc-ción a Adela. Luego en dirección a Luc. Por último endirección a Nico. No era mal profe. Lástima que die-ra... matemáticas. El Fepe era el único que les llamabapor sus nombres de pila, no por el apellido. Y el únicoque aceptaba lo de Luc en lugar de Lucas en atencióna que Lucas era un fan de Star Wars. Otros preferíanapodarle el Skywalker, pero en plan burlón. —¿Qué voy a hacer con vosotros? —preguntó envoz alta. —¿Qué tal dejarnos ir al patio? —propuso Nico.

• 6. El profesor ignoró el comentario. —Sabéis por qué os he hecho quedaros, ¿verdad? —Tenemos una vaga idea —reconoció Adela. —Sois los tres únicos de la clase que vais a suspen-der la asignatura. —Pues vaya noticia —bajó la cabeza Luc. —¿Y no os da rabia? —Rabia sí, claro. —No lo hacemos aposta. —¿Qué quiere que hagamos? Los tres hablaron al mismo tiempo. —¿Y os resignáis? —se extrañó Felipe Romero. —No —dijo Adela. —Pero si no nos entra..., no nos entra —manifestóNico. —Ya lo intentamos, ya —aseguró Luc. —Vamos, chicos, vamos —el profesor acabó ponién-dose en pie—. No puedo creerlo. Si fuerais tontos ono dierais más de sí, lo entendería, pero vosotros tres...He visto vuestras otras notas, ¡y todas son bastantebuenas por lo general! ¿Qué os pasa con las matemá-ticas? ¿Que no os entran? ¡Tonterías! Les habéis cogi-do manía y ya está. ¡Las odiáis! De acuerdo, odiadlassi queréis, pero no me digáis que no las entendéis. Esuna cuestión mental. ¡Os negáis a entenderlas, que noes lo mismo! —Que no es tan fácil, profe —dijo Luc con dolor. —Sí lo es, Luc, y lo sabes tú como lo sabe Adela ylo sabe Nico. Todo está aquí —se tocó la frente con el

• 7. dedo índice de la mano derecha—. Si quisierais, po-dríais, pero os limitáis a decir que no os entran, que noes lo vuestro, que si patatín y que si patatán, y ya está. —¿Usted cree que no queremos aprobar como sea?—exclamó Nico. —¿Sabe la bronca que me echarán mis padres? —seestremeció Adela. —¿Y el verano que me harán pasar los míos, conprofes particulares y todo ese rollo? —gimió Luc. —¡Pues evitadlo! —gritó Felipe Romero. Pegaron sendos brincos en los asientos. —Chicos, chicos, ¡chicos! —el maestro se acercó alos tres y se sentó encima de un pupitre—. Las mate-máticas son esenciales. Después de la lengua, lo másimportante. Y que conste que soy de los pocos profesde mates que reconocen eso, porque la mayoría os diráque lo principal son las matemáticas. Yo pienso quesin saber leer ni escribir primero decentemente, no haymatemática que valga. Pero da igual: son esenciales.Os ayudan a pensar, a racionalizar las cosas, a tenerdisciplina mental. ¿Vosotros leéis? —Sí —dijo Adela—. Yo me trago todas las novelaspoliciacas que pillo, y casi siempre adivino quién es elasesino antes del final. —Yo soy fan de la ciencia ficción y la fantasía —le re-cordó Luc—. Me leo todas las historias que encuentro. —Y lo mío son los cómics —quiso dejarlo bien sen-tado Nico—. Aunque también soy bastante bueno conlos videojuegos.

• 8. —¡Pues las matemáticas son como todo eso! —insis-tió Felipe Romero—. Una buena novela policiaca vadando pistas, como un problema de mates, y llega a unúnico final posible: el culpable. Y lo mismo pasa con

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