El Burlador De Sevilla
tumami177 de Mayo de 2013
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El burlador de Sevilla, tradicionalmente atribuido a Tirso de Molina, presenta rasgos típicos del teatro de su tiempo, como la división externa en tres jornadas, la mezcla de lo trágico y lo cómico, la ruptura de la regla de las tres unidades o la variedad métrica.
La obra aúna en una misma trama dos motivos de origen folclórico: el del burlador finalmente burlado y el de la cena con un difunto, que adquiere la forma de una estatua de piedra en la tradición española. Esta dualidad temática que se integra en la obra se expresa ya en el propio título: El burlador de Sevilla y el convidado de piedra.
Al margen de las posibles fuentes que pudieron inspirar al autor el personaje de don Juan, lo cierto es que esta obra lo integra en una trama concreta que servirá de modelo de abundante literatura posterior.
El argumento de El burlador puede resumirse de la siguiente forma: don Juan es un joven noble que conquista a diversas mujeres mediante el engaño y las abandona después. Para ello, suplanta la personalidad de sus amantes, realiza promesas falsas, traiciona a sus amigos, etc. En uno de estos enredos mata al comendador de Calatrava, el padre de doña Ana, una de las damas a las que engaña. Pero la temeridad de don Juan alcanza un grado aún más extremo: se burla de la estatua que representa al comendador en su sepulcro y la invita a cenar. La estatua, que cobra vida, asiste al encuentro concertado en la posada de don Juan y le ofrece a su vez a este una cena en su capilla. Don Juan acude también a su cita; en ese momento, la estatua le toma la mano y lo lleva al infierno. Así, el comendador, convertido en el convidado de piedra, es el encargado de ejecutar el castigo que el protagonista merece y que proviene del Más Allá.
Con respecto a la estructura interna, la obra se divide en dos partes que corresponden a los dos grandes motivos que se han señalado con anterioridad: las aventuras del burlador don Juan y las escenas de ultratumba. Dentro de la primera parte se disponen las aventuras relacionadas con cuatro mujeres: dos nobles (Isabela y doña Ana) y dos plebeyas (Tisbea y Aminta).
El espacio de la obra es muy variado y subraya el ritmo vital acelerado de su protagonista, ávido de aventuras y nuevas experiencias. Así también, la extensión temporal de la obra colabora a mostrar las oportunidades malgastadas del protagonista para corregir su conducta. Esa conversión la deja innumerables veces para más tarde, lo que se traduce en una enmienda que no se lleva a cabo nunca. En este sentido, el dinamismo y la movilidad de la obra, además de estar acordes con la estética barroca, colaboran a presentar al personaje en su camino hacia la condena.
Don Juan es un personaje sin escrúpulos, orgulloso, cínico y burlador de mujeres. Sin embargo, consigue sus fines amorosos a través de la mentira y no gracias a sus cualidades personales. Así pues, al protagonista le empuja principalmente el engaño, a través del cual experimenta un cruel placer. La gravedad de sus burlas va en aumento; cada una de ellas intensifica su pecado y lo precipita a la condenación final: va de la mentira al perjurio, a la traición, al asesinato y al sacrilegio. Pero, además, don Juan tiene fama de no temer a nada; así, cuando percibe en él el sentimiento del miedo, actúa de forma temeraria para hacer honor a su imagen social. En este sentido, es víctima de su propia leyenda, que lo empuja a actuar como se espera de él. El personaje tampoco piensa en las consecuencias de su comportamiento. Don Juan no se proyecta a sí mismo más allá de lo mundano, de su presente y del placer inmediato. No teme a la justicia porque se aprovecha de sus contactos políticos y de su situación social para evitar pagar sus delitos. Algunos personajes le recuerdan que no podrá eludir la justicia de Dios al final de sus días. Él, sin embargo, siempre contesta
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