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El Principe. Nicolas Maquiavelo

Reynel_her2 de Marzo de 2014

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a. ¿Qué problemas encontramos hoy en la legalidad?

“haga, pues, el Príncipe, lo necesario para vencer y mantener el estado y los medios que utilice siempre serán considerados honrados y serán alabados por todos”

Así partimos de una idea, en la que podemos darnos cuenta, que alabaran al Principe por el uso del medio, fuere cual fuere, es decir, que los mismo despóticos harán cravana del tal actuar de “glorioso”. La formación de la cultura de la legalidad es una obligación para todos los agentes socializadores del hombre, sin embargo para las instituciones de enseñanza implica una responsabilidad especial, ello está determinado por la marcada intencionalidad de preparar adecuadamente al hombre para servir a la sociedad y realizarse en su profesión.

Las principales problemáticas en relación a la cultura de la legalidad están asociadas a su bajo nivel de conocimiento y en consecuencia a la falta de observancia del orden legal establecido. Por ello se requieren de métodos y estrategias que, potenciando un aprendizaje problemático, generen vivencias y aptitudes positivas hacia el respeto y obediencia a la ley.

b. ¿Es viable el pensamiento del autor en la práctica?

Maquiavelo, en su obra, aconseja que el hombre, puede valerse de cualquier acción u artimaña, que le permitan mantenerse en el poder, sin importar que estás puedan ir en contra de la dignidad del ser humano, o pueda dañar su integridad; él se avala en su frase “El fin justifica los medios”. Para él hay tres formas de llegar al poder: el primero por medio de las armas (que como todos sabemos ha partido la historia del mundo en dos, ha cobrado cientos de víctimas, y ha ocasionado daños físicos, y psicológicos), el segundo por medio de la intriga, y el tercero por medio de la ayuda del pueblo; Nicolás afirma que lo importante es llegar al poder y mantenerse en él, y si para esto es importante utilizar las armas, matar, o mentir, no importa.

Estas son muchas de las ideas que utilizan nuestros gobernantes hoy en día, para llegar a ser presidente de la república, senador, o alcalde; se valen de miles de promesas que nunca cumplirán, se desplazan a los lugares más apartados, donde no son vistos los próximos 4, o 2 años que dura su gobierno, lo importante para ellos es conseguir muchos votos que los hagan alcanzar sus objetivos; ya estando en el poder las promesas hechas se han olvidado por completo, les da la enfermedad de Alzheimer; y lo que les interesa en este momento es conseguir más poder, y dinero; alcanzar aquello que durante toda su vida no han logrado; para esto se valen de la deshonestidad, las armas, la violencia, etc.

Desde el punto de vista para lo cual fue creada, estoy en total descuerdo, puesto que solamente trae consigo beneficios individuales, ambiciosos, políticos, que no llevan más que ha satisfacciones personales y que al contrario puede traer consigo muchos inconvenientes, para miles de personas que dependen de las acciones de quienes dirigen al pueblo, y supuestamente los guían hacia el desarrollo y el progreso.

Pero sería una frase muy válida, si fuese utilizada para fines colectivos, que beneficien a toda una comunidad, y que salven la vida de miles de seres humanos.

c. ¿Qué sugerencias haría usted para que la amoralidad propugnada no tuviere cabida en los gobernantes?

Es preciso reflexionar sobre la exigencia moral de la práctica educativa con la pretensión de resaltar que se trata de una tarea intrínsecamente moral en donde necesariamente intervienen nuestros juicios y valoraciones. La educación es un proceso, siempre inacabado, de adaptación crítica en el que se transmiten preferencias o actitudes, unos valores. Y más aún, o con un tratamiento específico, si este proceso va destinado a las personas que han sobrepasado la etapa de escolaridad inicial, al fin de que tengan oportunidades de seguir adquiriendo y perfeccionando sus aptitudes, conocimientos técnicos y profesionales y actitudes, así como de participar activamente en la sociedad y de analizarla críticamente, según sus necesidades y con criterio propio. Por ello urge educar en valores, en unos valores apreciados y compartidos por todos y que posibiliten la convivencia en una sociedad democrática.

Nuestra inteligencia dirige nuestras acciones no sólo mediante valores vividos sino también mediante valores pensados. Nuestra inteligencia descubre y crea posibilidades y esta función de crear nos conduce directamente a su dimensión ética pues nos orienta en la elección de unos valores que nos hagan crecer como personas y que a su vez, hagan posible una convivencia satisfactoria en el conjunto de la sociedad a la que pertenecemos. Valores que sustenten la convivencia en las sociedades democráticas, o que aspiran a serlo, y que constituyen las condiciones para una ética cívica compartida.

Vivimos en un mundo donde el pluralismo es un hecho que consideramos valioso. De ahí que no existan un único modelo, sino que puedan ser válidas distintas formas de ver y afrontar la vida. Es cada vez más difícil saber hacia dónde vamos y por qué. Los contextos sociales son cada vez más complejos y se necesita un esfuerzo personal importante para construir criterios morales propios y razonados a partir de las influencias externas. Frecuentemente la educación se limita a formar el intelecto y se olvida de conseguir otro tipo de capacidades humanas que permitan vivir y construirse como persona: los que hemos dado en llamar valores morales.

Se necesita fomentar la argumentación, la reflexión y la propia experiencia, como bases que realmente fundamenten y evalúen las opciones, decisiones, y compromisos de las jóvenes generaciones. Es decir, incentivar desde la instrucción, la capacidad de deliberación, de enjuiciamiento de las acciones propias y sus consecuencias.

Conclusiones.

A. Pasemos a analizar el quiebre que se produce en Maquiavelo en relación a Aristóteles.

En el caso de Maquiavelo, la cuestión es diferente. La felicidad política debería pensarse en términos de ciudades, ya que únicamente a ellas les atañe la unidad política. En este sentido, la importancia de la felicidad de los ciudadanos (como individuos) queda relativizada: la búsqueda de la perfección de su alma, en tanto felicidad, quedará vinculada a la moral religiosa. Si bien las reflexiones en torno a estas cuestiones no le son ajenas a Maquiavelo, en términos de una unidad política, el florentino piensa a la felicidad partiendo desde una moral política.

En este sentido, la diferencia con Aristóteles reside en el hecho de que para éste la felicidad solamente puede pensarse en términos colectivos.

Es entre los capítulos XV y XVIII de El Príncipe donde encontramos el núcleo de la ruptura maquiaveliana con respecto a la moral cristiana. En el capítulo XVIII, una vez mencionadas las virtudes consideradas buenas por el vulgo Maquiavelo afirma:

Un príncipe no ha de tener necesariamente todas las cualidades citadas, pero es muy necesario que parezca que las tiene. Es más, me atrevería a decir eso: que son perjudiciales si las posee y practica siempre, y son útiles si tan sólo hace ver que las posee […] Por eso tiene que contar con un ánimo dispuesto a moverse según los vientos de la fortuna y la variación de las circunstancias se lo exijan, y como ya dije antes, no alejarse del bien, si es posible, pero sabiendo entrar en el mal si es necesario.

Para Aristóteles la ética, entendida como el ámbito de las virtudes del alma (es decir, la ética de las almas) está en íntima conexión con la polis (y la política), entendida ésta como el ordenamiento político superior, y la categoría que nos permite avizorar esa relación de un modo claro es la amistad.

La polis es esa condición de existencia primordial que permite la búsqueda de la perfección del alma de los ciudadanos. A su vez, la philía entre los hombres permite irradiar esa eticidad hacia todos los ámbitos de la polis, contribuyendo de ese modo a la propia constitución y orden de la ciudad. La ética del alma de los ciudadanos está en plena relación de continuidad con el orden de la polis. Esta relación de continuidad es la que aparece resquebrajada en Maquiavelo.

Para el florentino, la búsqueda de la perfección de las almas en el plano ético no sólo no tendrá relación directa con el bienestar, unidad y estabilidad del ordenamiento político, sino que además estará en plena oposición a esto último. Si en Aristóteles hablamos de “una” moral y de “una” ética a secas, es porque estas dimensiones no separan la búsqueda de la perfección del alma de lo que es el bienestar de la polis: el bien de los ciudadanos y el bien de la ciudad son uno y el mismo, se implican mutuamente.

Para actuar de ese modo, la parte irracional del alma debe seguir los lineamientos de la parte racional. La parte irracional, como anteriormente hicimos referencia, se subdivide en dos partes: a) el “alma vegetativa” y; b) el “alma sensible, concupiscible”. El alma vegetativa es común a todos los seres vivientes, por lo que la virtud de esta parte del alma es común a todos ellos y no específicamente humana. En lo que respecta al alma sensible y concupiscible, aún perteneciendo a la parte “irracional”, participa, sin embargo, de la razón. Existe en esta parte del alma una virtud específicamente humana y es la que consiste en dominar las tendencias e impulsos que son inmoderados

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