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El liderazgo humilde


Enviado por   •  23 de Agosto de 2018  •  Apuntes  •  3.374 Palabras (14 Páginas)  •  81 Visitas

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El liderazgo humilde

Carlos Llano Cifuentes

¿Es posible impulsar y potenciar el liderazgo con una actitud humilde? En este mundo que exalta con entusiasmo al líder de personalidad magnética y al ejecutivo exitoso, Carlos Llano sostiene, contra toda lógica competitiva, que el auténtico liderazgo alimenta sus raíces en una actitud humilde que ayuda a cumplir los objetivos de la empresa y la hace más productiva. ¿Cómo puede esta cualidad ser tan menospreciada? Llano ofrece un adelanto de su último libro* a los lectores de ISTMO.

¿TÉRMINOS CONTRADICTORIOS?

El título de este trabajo es deliberadamente provocativo. Un líder humilde nos recuerda a un cuadrado redondo. Nos hemos dedicado durante los últimos años al análisis filosófico de las cualidades humanas que se relacionan con la dirección de las organizaciones, de las cualidades humanas requeridas para potenciarla y de los defectos que el hombre con frecuencia padece, que la limitan y obstaculizan. En el fondo de las obras que han resultado de estos análisis aparece siempre, de una u otra manera, el requerimiento de la humildad.

No obstante, la contradicción al parecer implícita entre esos dos conceptos (dirigir una organización y ser humilde) nos retraía de abordar con descaro este tema, arrinconándolo en el subconsciente, de donde reaparecía ante cada nuevo asunto o nueva obra destinada a la antropología de la dirección.

El problema no es sólo conceptual, sino también empírico e histórico.

a) Empírico, por cuanto que en una amplia encuesta practicada en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) México, sobre 24 cualidades que pudieran guardar alguna relación provechosa con la dirección general, la modestia, equiparable a la humildad, se considera en el penúltimo lugar, dejando ver la poca relevancia prestada a ese factor característico que algunas culturas se han ocupado con persistencia en desmerecer. Nos preguntamos entonces si las actividades directivas han perdido entre nosotros su sentido humanista; si la dirección, como todo puesto de preponderancia, se ha dejado vencer por el peligro patente del enaltecimiento del propio yo.

b) Pero el temor de encararnos abiertamente con la influencia de la humildad en las tareas directivas no sólo provenía de aquella encuesta empírica, sino de razones adicionales halladas en nuestra propia historia de la cultura: en la Paideia de Werner Jaeger se estudia a fondo el desarrollo de la persona en la educación de los griegos y la voz humildad no se pronuncia en momento alguno.

Aristóteles, por su parte, se encuentra influido por los fines primitivos del honor en la antigua cultura griega. No teniendo aún el griego homérico una medida de su propia dignidad personal, calibraba esta dignidad con la opinión que los demás tuvieran de él. Y careciendo de una clara idea de la inmortalidad personal, como sí se tiene en las tradiciones judeo-cristianas, el hombre tendía a inmortalizarse cultural o históricamente por medio de la fama y el honor ante los demás. Pensamos que Aristóteles evolucionó de alguna manera este concepto de dignidad avalado por la fama, entendiendo la fama más en el sentido de tener buena fama que en el de ser famoso.

Sin embargo, como hemos dicho, en el IPADE nos hicimos la pregunta: ¿necesita el empresario ser humilde? La hicimos sabiendo ya que se nos daría una respuesta negativa. Estamos sorprendidos de que la humildad se encuentre tan devaluada entre los que cargan sobre sí las instituciones de mayor rango en la sociedad contemporánea. Sin embargo, nuestra tesis es que el liderazgo se asienta con firmeza en la humildad, la participación, el desarrollo de las personas y la confianza. Nos referiremos ahora sólo a la humildad y a la confianza.

HUMILDAD: ESTÍMULO, NO APOCAMIENTO

Que sepamos, la primera persona que habló del provecho de la humildad para los negocios fue Jaime Balmes. El modesto nombre latino y la condición de filósofo explican que no sea muy conocido en el ámbito sobre el que estamos escribiendo. Balmes es autor de un precioso libro que trata de algo que todos los hombres de empresa apreciamos: El criterio. Esta obra nos ofrece un capítulo atractivo: la humildad en relación con los negocios. Solemos entender que la humildad es, ante todo, una virtud característica de los tratados de moral. Sin embargo, hay religiones que la consideran un defecto impropio de hombres superiores: si es superior ¿cómo puede ser humilde?

Podría por ello pensarse que nuestro filósofo catalán quiere referirse aquí a otro tipo de negocios distintos de aquellos con los que tenemos que habérnoslas nosotros. Pero no es así: adelantándose a nuestras conjeturas, Balmes titula su capítulo de una manera casi paradójica: la humildad en relación con los negocios mundanos, lo cual tampoco nos extraña en el momento presente de las empresas, que tanta importancia le dan, con razón, a sus aspectos culturales (y las virtudes son el factor más importante de toda cultura). Son muchos los benéficos frutos que recibe el hombre humilde en la dinámica de su acción práctica, y Jaime Balmes es exhaustivo, aunque conciso, profundo y ameno en su descripción.

a) Por la humildad conocemos el límite de nuestras fuerzas. Un análisis frío y objetivo de ellas pondría de relieve los defectos que nos cuesta reconocer y que son por esto los obstáculos permanentes para el progreso de todo lo que emprendemos. Por otra parte, nos impide exagerar nuestras cualidades y engreírnos respecto de los demás tomándonos como superiores. Ya que Jaime Balmes no se refiere a este punto, es necesario que lo hagamos nosotros: la humildad nos insta a un examen serio de la competencia, especialmente para conocer sus puntos fuertes. La humildad nos dice que no hay competencia pequeña.

b) Otra de las cualidades que brotan en nosotros cuando adoptamos una actitud humilde en nuestras acciones prácticas es la disposición permanente de pedir consejo. Esto no ya porque tengamos en poco nuestra inteligencia, acerca de la cual poseemos muchas experimentales pruebas de sus frecuentes y —a veces inconfesadas— equivocaciones, sino porque tenemos en mucho la de los demás, «aún de los inferiores», nos dice el filósofo español.

c) Escogemos aún otro fruto inapreciable de la humildad, de entre los muchos que nuestro filósofo nos proporciona, y esta vez nos complace citarlo literalmente: «la humildad... es la verdad, pero aplicada al conocimiento de lo que somos (...) no nos deja creer jamás que hemos llegado a la cumbre en ningún sentido, ni cegarnos hasta el punto de no ver lo mucho que nos queda por adelantar y la ventaja que otros nos llevan».

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