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Enfoque Social de la Salud


Enviado por   •  22 de Octubre de 2012  •  1.762 Palabras (8 Páginas)  •  815 Visitas

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Enfoque Social de la Salud:

Durante miles de años, la enfermedad se ha entendido como el resultado de la invasión del organismo humano por parte de agentes externos, bien ueran éstos la acción de los dioses, el resultado de la posesión del organismo por espíritus malignos o, más recientemente, la invasión de microorganismos. Esta visión “ambientalista” de la enfermedad cobró fuerza especialmente gracias a la aparición del microscopio y a los avances en la ciencia médica durante los siglos XVIII y XIX, con el descubrimiento de los microorganismos como causantes de ciertos trastornos, el desarrollo de la cirugía y la construcción y mejora de la reputación de los hospitales. (A. Martínez-Donate y V. Rubio ENFOQUE BIO-PSICO-SOCIAL DE LA SALUD).

De este modo, hasta hace pocas décadas se ha mantenido la concepción de que mente y cuerpo constituyen entes separados, bajo el prisma del llamado modelo biomédico de la salud y la enfermedad, según el cual “todas las enfermedades pueden explicarse a partir de problemas en procesos fisiológicos, resultado de heridas, desequilibrios químicos e infecciones bacterianas o víricas” (Engel, 1977), negándose de este modo cualquier influencia sobre la salud de procesos de índole psicológica o social. Sin embargo, desde mediados de este siglo se comenzaron a plantear alternativas a este modelo, dada la pobreza explicativa del mismo para dar cuenta de los cambios en el panorama epidemiológico de los países industrializados. Así, mientras que hasta la primera mitad del siglo XX, la sociedad norteamericana y europea sufría y moría principalmente a causa de enfermedades infecciosas, producto de la acción de agentes patógenos bacterianos o víricos, y trastornos derivados de la malnutrición, a partir del siglo XIX, por el contrario, y especialmente a lo largo del siglo XX, este tipo de enfermedades comienzan a descender, gracias al desarrollo de tratamientos progresivamente más eficaces, de índole tanto farmacológica como quirúrgica y al avance de medidas preventivas como la promoción de la higiene personal, la mejora de la nutrición, la cloración de las aguas públicas, el tratamiento de las aguas residuales, etc. (Sarafino, 1990).

Como consecuencia de ello, la esperanza de vida ha experimentado un aumento notable, especialmente en las últimas décadas de este siglo. Por ejemplo, en EE.UU, desde 1900 hasta la década de los 80, la esperanza de vida de la población blanca aumentó en un 56% (de 47,6 hasta 74,4 años) y en un 119% para la población perteneciente a distintas razas (de 33 hasta 70 años) (Matarazzo, 1984).

De este modo, la población vive ahora hasta edades muy avanzadas y las causas de su muerte son bien distintas a las que se daban en épocas anteriores. Es decir, mientras los avances en los terrenos de la química, la fisiología, la biología, etc., han producido el descenso de enfermedades infecciosas (tuberculosis, sarampión, poliomelitis, etc.), en la actualidad el aumento del cáncer, las enfermedades coronarias, el abuso de drogas y alcohol, o los accidentes de tráfico, se han convertido en el principal azote de la población (Matarazzo, 1994). Si se analizan desde el punto de vista etiológico y evolutivo, estos factores están en gran medida relacionados con el comportamiento y los estilos de vida de los individuos que conforman las sociedades modernas.

Por otra parte, los avances de la medicina han conllevado una serie de repercusiones en la práctica médica. Con anterioridad al desarrollo de fármacos eficaces, la figura del médico, y anteriormente la del curandero, ejercía en muchos casos atendiendo a la importancia de la psicología como parte integral de sus prácticas con el enfermo. Así, como expresa Matarazzo (1994), en ausencia de fármacos, la empatía, la compasión y la transmisión de sentimientos de esperanza hacia los individuos enfermos constituían, con pocas excepciones, la única terapia que los cuidadores de la salud pudieron ofrecer durante cientos de años a los enfermos. Sin embargo, los avances farmacológicos y quirúrgicos en los siglos XIX y XX permitieron que se olvidaran estos importantes aspectos de la relación médico-paciente, y que ésta, junto con los aspectos psicológicos de la enfermedad, se desatendiera enormemente. Todavía mayor fue la pérdida de esta perspectiva cuando a principios del siglo XX se inició lo que se denomina “medicina especializada”, que provocó que los estudiantes de medicina fueran instruidos en el tratamiento de enfermedades concernientes a determinados sistemas u órganos corporales, con poca o ninguna integración de dichos conocimientos que facilitase la observación del “paciente completo”. En otras palabras, esta especialización, junto con la posibilidad de mejores y más completos diagnósticos y tratamientos, fue acompañada de una pérdida en la utilización de aquellos elementos terapéuticos asociados con el conocimiento y la compresión del paciente como ser humano complejo. De este modo, factores familiares, económicos, ocupacionales y de personalidad, fueron completamente ignorados durante la mayor parte de este siglo (Matarazzo, 1994), dominado por una visión unicausalista de la enfermedad, a la que se dio en llamar “teoría del germen infeccioso”, según la cual, la condición necesaria y suficiente para el desarrollo de una enfermedad era la presencia de dicho agente patógeno.

Sin embargo, el nuevo panorama epidemiológico ha traído consigo la reconsideración de esos otros factores implicados en la salud humana, propiciando así la aparición de una nueva concepción de la enfermedad como fenómeno plurideterminado en el que los factores biológicos, conductuales y ambientales (físicos y sociales) cobran una gran importancia

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