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Evaluacion En Tiempos De Cambio


Enviado por   •  18 de Agosto de 2011  •  1.640 Palabras (7 Páginas)  •  1.072 Visitas

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Ríos, Pablo. Evaluación en tiempos de cambio. Universidad Pedagógica Experimental Libertador; Instituto Pedagógico de Caracas, Venezuela. Esta edición ha sido elaborado con propósitos formativos para la especialidad Competencias docentes, UPN-Cosdac, México, 2008.

Palabras clave

Evaluación por competencias, medición, calificación, acreditación, momentos de la evaluación, funciones de la evaluación, parámetros, criterios

Actualmente, se está viviendo un cambio de paradigma donde el cognitivismo y el constructivismo destacan la importancia de la subjetividad y de los procesos, de la atención a las diferencias individuales y a la diversidad, la incorporación de las actitudes y los valores, entre otros.

Medir procede del latín metiri que significa medida. Evaluar es más amplio que medir y, en la mayoría de las ocasiones, se necesita de una o varias mediciones para llegar a la evaluación. La medición es una descripción cuantitativa de los comportamientos, mientras que la evaluación abarca tanto lo cuantitativo como lo cualitativo e incorpora juicios de valor que afectan la deseabilidad de dichos comportamientos.

La evaluación supone un proceso reflexivo, cualitativo y explicativo; orientado a procesos, es una evaluación centrada en el análisis y la comprensión e interpretación de los procesos seguidos para el logro de un producto y no únicamente en los resultados.

En la evaluación educativa hay, básicamente, dos tipos de problemas. Unos, de orden técnico y metodológico, relativos a los instrumentos que mejor permiten recoger la información requerida. El otro tipo de problemas es de carácter ético y valorativo.

En este sentido, a través de la historia, la evaluación educacional se ha desarrollado, más por razones sociales, como medio de selección social y económica, que por motivos educacionales propiamente dichos. Sin embargo, recientemente, el interés se ha centrado en paliar los efectos negativos en los estudiantes, sus consecuencias en la motivación individual y la autoestima personal. Se busca una evaluación, más motivadora del aprendizaje autónomo que controladora, punitiva y usada como medio para el ejercicio del poder. En armonía con los grandes objetivos de la educación, la evaluación debe orientarse a la formación de la capacidad crítica y reflexiva del aprendiz, a un cuestionamiento permanente, tanto de su actuación, como de los aspectos mejorables de su realidad y, en esto, la evaluación tiene un importante papel.

La evaluación puede ser entendida como un instrumento de control, de acreditación, de ayuda, de clasificación, de selección o de interacción, entre otros sentidos. Reduciendo las opciones, consideraremos que la evaluación educativa puede tener dos grandes finalidades: mejorar los procesos, bien sean estos administrativos, didácticos o de aprendizaje, o una función selectiva y clasificadora destinada a verificar el logro de ciertos requisitos, a fin de otorgar calificaciones o certificados.

La sociedad ve la evaluación como una acreditación que permite situar a cada alumno en un determinado lugar respecto a los demás. En función de lo anterior, hay que decidir para qué evaluamos: para clasificar o para ayudar mejor al alumnado.

Lo fundamental de la evaluación es observar y reflexionar con el estudiante, durante la realización de su labor, captar sus acciones y reacciones, percatarse de sus opiniones e intereses, descubrir sus procesos de razonamiento, sus dificultades y capacidades, ofrecer retroalimentación sobre su ejecución y determinar las estrategias didácticas más adecuadas para subsanar las dificultades y potenciar las capacidades.

Tanto la acreditación como la evaluación, tal como han sido concebidas aquí, son válidas y necesarias en el proceso educativo; sin embargo, conviene establecer sus límites y objetivos a fin de usarlas con propiedad.

Bajo la perspectiva constructivista, el error es una importante fuente de aprendizaje en cuanto sirva como catalizador de la duda, la autocrítica y la reflexión, el desequilibrio cognitivo y la toma de conciencia acerca de las contradicciones. Para que el error cumpla su función educativa debe estar acompañado por la retroalimentación, retroinformación o retroacción; es decir, algún mecanismo mediante el cual el individuo reciba información de una fuente externa acerca de los efectos y resultados de su conducta. La evaluación puede asumirse, en esencia, como un proceso de retroalimentación sobre la actuación del aprendiz, el cual está destinado a promover la autorregulación de sus estrategias cognitivas.

Sería pertinente que nos preguntáramos, ¿la evaluación que hacemos en las instituciones educativas está orientada a promover el avance moral y cognitivo de los estudiantes? ¿es una forma de control ejercida desde fuera para lograr la obediencia y la sumisión? o ¿tiene la preocupación permanente porque el aprendiz avance hacia la autorreflexión y la autonomía? Tal vez, ello sea válido en determinadas circunstancias y hasta cierto punto, no obstante, la orientación general o el principio a seguir debe ser que haya una preocupación constante por que sea el propio estudiante quien, progresivamente, vaya asumiendo el enjuiciamiento de su actuación. En este sentido, adquiere relevancia la autoevaluación.

Normalmente, nos sentimos ansiosos ante cualquier situación donde se vayan a evaluar nuestras actividades y capacidades. Estos temores se

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