Evaluación: referentes y transformaciones
profewilmerDocumentos de Investigación11 de Octubre de 2012
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PONENCIA FORO EDUCATIVO DISTRITAL 2008
POR WILMER ALEXANDER VARGAS SANABRIA
PROFESOR FILOSOFÍA
COLEGIO ATANASIO GIRARDOT
Bogotá, agosto 14 de 2008
EVALUACIÓN: REFERENTES Y TRANSFORMACIONES,
UN ARROCITO EN BAJO
Tratar de escribir ideas de aquello tan cotidiano, tan natural, no resulta del todo tan fácil, a pesar de que la mente diga lo contrario. Sin embargo, valgan el esfuerzo sobrenatural que haré por forzar algunas palabras. El contexto -sabrán todos-, es la evaluación, esa actividad donde simples mortales investidos de deidad jugamos a ser dioses, como sucede entre docentes. Esa actividad tan obvia que no resulta, -por culpa de la reflexión-, nada simple. En este orden de ideas encontré, en unas viejas hojas sobre evaluación escolar esta frase de Camilo Cruz: “aquellos que sólo saben cómo, siempre terminan trabajando para aquellos que siempre saben el por qué” frase inspirada en Nietzsche que reza “quien sabe el por qué ya conoce el cómo”, deberíamos agregarle el para qué, y desde luego, cuándo, dónde, quién, cuánto y el qué. Igual, primaría el por qué para dimensionar las demás. Sin embargo, a la luz docente, el presente nos a impuesto el cómo y me pregunto secretamente, profundamente sólo, ¿entonces quién domina el por qué? Y observo ciegamente, -sólo ciegamente- que ese ente del ministerio de educación o la secretaría de educación, me indaga el cómo, es más, el ejercicio humano de vivir también me lo pregunta. ¿no será acaso que esa corriente cientificista, tecnologista, tecnificista, nos abruma tanto que irremediablemente sólo importa el cómo, si no la exclusión, el destierro? De todos modos, es necesario discurrir sobre la evaluación, pero no olvidemos lo ya expuesto. En general, comprenderemos que evaluación es el procedimiento mediante el cual se califica el avance que ha logrado un alumno durante un curso; como lo expresa el diccionario Larousse , y da la impresión de ser incompleta para un pedagogo, pero nos defenderemos con esa; y sea necesario precisar que se aplica sobre lo realizado, o por lo menos, sobre lo planeado. En este punto, vale la pena detenernos para contemplar tres grandes mentiras que resultan ofensivamente disfrazadas de verdad, las encontré en la Revista Semana ; las cuales, perturban nuestro ejercicio de evaluador educativo. La primera, “proveer a los estudiantes de conocimientos suficientes y necesarios para desempeñarse en el mercado laboral”. Dicha premisa debe cumplirse desde el Primer Ciclo que propone la Secretaría, para la muestra, puede observarse cualquier texto de los Lineamientos -y eso que son los mínimos- que instruyen cómodamente el Cómo hay que aplicarlos, o de manera concreta, cualquier programa del currículo, o puede leerse cualquier proyecto transversal que atraviesa nuestros P.E.I.s, o con lupa, puede consultarse a cualquier docente, que agónicamente exclama “me falta mucho, creo que no terminaré el programa de este año”. La segunda, “larga formación para llenar al estudiante, y se desempeñe efectivamente”. En otras palabras, mientras más esté en el colegio mucho mejor, mientras más larga la jornada y ojalá se incluya los sábados, pues, también mejor, porque se prepararan mejor para la vida. Valdría la pena hacer la siguiente operación, sumemos: preescolar (prejardín, jardín, transición) igual a tres años, más, primero y segundo igual cinco años; termina ciclo uno; más, ciclo dos, más, ciclo tres, más, ciclo cuatro, más, ciclo cinco, igual, catorce años, más educación superior (cuatro o cinco años), igual, dieciocho o diecinueve años de preparación para hacer fila frente a una oficina de bolsa de empleo con una edad cercana a los veintidós, lleno de inexperiencia. Obviamente, habría que descubrir la mentira de este parasilogismo. La tercera, más que falacia, es una tierna excusa que justifica a cualquier padre o docente o institución, a saber: “si algo falla la culpa es del estudiante”; y de verdad que es bastante creíble esta mentira. ¿Qué ocurriría si el doliente fuera: madre o padre o docente o institución o en fin… Algunas luces se pueden apreciar en el texto El Valor de Educar de Fernando Savater ; que parafraseándolo, podríamos decir, el valor de evaluar, mejor aún, el valor de Formar. ¿Qué conclusión propositiva puede hacerse hasta ahora? Pienso que taladra una en nuestro intelecto, a saber, lo expone el documento Foro educativo distrital 2008, Evaluación integral para la calidad de la educación, en la sesión Limitaciones del sistema educativo: primero, correlación y desarticulación en el currículo; segundo, falta de sentido y aplicación de lo que se enseña; tercero, el referente prioritario: desarrollo evolutivo, psico-afectivo y cognitivo; cuarto, deserción y motivación.
La evaluación, vista así, es sobremaneramente (si existe esa palabra en el diccionario) muy compleja. Y aprehender o apropiarse de algunos referentes conceptuales, por lo menos, no es menos caótico, porque el facilismo de algunos los adiestra a ser menos que un autómata; habría que desempolvar nuestra extensa literatura pedagógica que supere la vieja maña que nos viene de la experiencia, es decir, esa arrogancia que hace pensar que todo estaba resuelto y no deja aprender nada ni enseñar nada, y abrir ese horizonte, ese principio que dictamina un verdadero docente, el cual corre por su sangre, esto es: aprender a enseñar, enseñar a aprender; aprender a desaprender y enseñar a desaprender. Ciertamente, el personaje que acierta con esta máxima merece todos los créditos. Pero, ¿por qué resulta difícil el cómo de la evaluación? ¿Acaso no hay referentes? Desde luego que los hay, es menester recordar nombres para acercarnos, tales como: Sócrates (469-399), Jesucristo, Vives (1492-1540), Comenio (1592-1670), Rousseau (1712-1778), Pestalozzi (1746-1827), Montessori (1870-1952), Makarenko (1888-1939), Freinet (1896) o maestros colombianos, o reseñar el X premio Santillana de experiencias educativas, o el Premio Compartir al maestro, o el texto cumbre de Werner Jaeger titulado Paideia, o toda la literatura existente a nivel pedagógico y aún así, no basta, el referente exclusivo es el estudiante y el docente, que posee nombres y apellidos, esos de carne y hueso presentes en las cuatro paredes de un salón de clase, presentes con su total historia personal de vida, esos son los referentes que se encuentran para posibilitar el acto educativo, de tal suerte, que sea integral, dialógico y formativo, como lo propone este foro sobre evaluación. Pero no aquél docente o estudiante o padre y madre de familia autómata, sofista criticón incapaz de coherencia entre lo que dice y hace.
Dado hasta aquí, creo que he podido dimensionar el por qué, sin embargo, por la importancia que nos embriaga la evaluación, debemos detenernos en el cómo y el para qué, las demás quedan de tarea a cada uno de ustedes. Iniciaremos afirmando que el cómo es de rango operativo, subalterno, no por ello menos importante, pero esa es su naturaleza; el diccionario lo define como un adverbio, como una conjunción, como una interjección. Es decir, el mundo del cómo son variables, son apariencias, son mutantes, su escenario es el teatro. No obstante, la acción bizantina de construir manuales. En este sentido, Francis Bacon , en un importante esfuerzo por analizar la realidad, manifiesta lo necesario de excluir el prejuicio, los fantasmas que no dejan ver con claridad, los llamó ídolos y los clasificó en: Ídolos del Foro “idola fori” son obstáculos que se encuentran en el manejo público de las cosas. Allí los objetos no se me dan como en realidad son, sino mediante el lenguaje y la comunicación. Ídolos de la Tribu “idola tribus” las cosas no se me dan como en realidad son en la realidad, sino como son vistas por mi familia, por mi grupo de amigos, por la institución. Ídolos del Teatro “idola theatri” el mundo aparece ante mi, de cierta manera, como un teatro, pues, allí las personas no se nos presentan como son en realidad sino con sus máscaras. Y finalmente, los Ídolos de la Caverna “idola specus” cada uno de nosotros es una caverna: mi sensibilidad, mi susceptibilidad, mi pensar, mis deseos se interiorizan en el criterio de que yo soy así y así admito las cosas, la cual solamente se logra mediante el aislamiento de la realidad. Por esta luz baconiana, podríamos escudriñar lo objetivo. En este sentido, los logros, los indicadores, las competencias, los estándares, ya son un gran avance para estudiantes y docentes. Lo interesante del cómo transformar las prácticas evaluativas está en los involucrados del acto, sin ignorar la totalidad, el contexto, el ambiente y sobremanera la vida. Me parece que un análisis conciente pedagógicamente planeado nos permite leer los signos del aula de clase, hacer uso adecuado de los instrumentos necesarios para evaluar, de tal suerte, que ningún ídolo se inmiscuya y se pueda pecar, delinquir, ser injusto. Precisamente la narración de experiencias exitosas y no exitosas nos ilustran el procedimiento adecuado, por ejemplo, se puede esculcar el texto: X Premio Santillana de experiencias educativas, la Evaluación: un recurso significativo para mejorar en el contexto escolar; en él se encuentran descritos minuciosamente los mejores cinco trabajos que
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