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Evolucion De La Musica


Enviado por   •  15 de Octubre de 2012  •  1.909 Palabras (8 Páginas)  •  602 Visitas

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Por Mario Benedetti

[De Letras del contienente mestizo, Arca, 1972]

Es posible que Rubén Darío haya marcado para siempre a Nicaragua con una certidumbre poética; lo cierto es que, en el presente, la poesía nicaragüense es una de las más vivas y originales de América Latina. Desde la aparición, en 1949, de Nueva poesía nicaragüense (antología de Orlando Cuadra Downing, con una introducción de Ernesto Cardenal), los poetas nicaragüenses que integraron el núcleo de Vanguardia [1], fundado en 1928 gracias al impulso de José Coronel Urte­cho y Luis Alberto Cabrales, o aquellos otros que, sin haberlo integrado, participaron de algún modo en su corriente vivificadora, siguen activos y continúan renovándose, y es obvio que su producción ha influido grandemente en la zona del Caribe. Murieron Joaquín Pasos y Manolo Cuadra, pero siguen creando Pablo Antonio Cuadra (que además dirige la excelente revista El pez y la serpiente, José Coronel Urtecho, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez, Ernesto Cardenal, Fernando Silva y Ernesto Gutiérrez.

De este grupo quiero destacar el nombre de Ernesto Cardenal, autor de Hora 0 y Gethsemani, Ky. Cardenal, considerado como el más joven representan te de la generación del 40, nació en 1925, en Granada (al igual que José Coronel Urtecho y Joaquín Pasos), la más antigua ciudad de Nicaragua. Estudió en su país, en México y en Estados Unidos. Aunque; algunos poemas suyos, como La ciudad deshabitada (1946) y El conquistador (1947), aparecieron en plaquet, la mayor parte de su obra ha sido publicada en revistas y se encuentra dispersa. Cardenal tomó parte en la rebelión de abril del 54; en 1957 ingresó en el monasterio trapense de Our Lady of Gethsemani (Kentucky, Estados Unidos) donde fue novicio de Thomas Merton, el conocido es­critor trapense norteamericano. No pudo, sin embargo, concluir el noviciado; por razones de salud debió desistir de profesar en la orden. No obstante, su vida ac­tual sigue siendo una vida ele retiro. Después de aban­donar la Trapa, pasó al monasterio benedictino de San­ta María de la Resurrección, en Cuernavaca, México [2].

En 1949, en el excelente estudio que sirvió de introducción a la antología de Orlando Cuadra Downing, escribió Cardenal: "Nunca se ha escrito hasta ahora nada sobre la poesía nicaragüense, y el huir de la publicidad literaria ya se ha hecho casi una tradición en Nicaragua; acaba de morir un gran poeta nuestro sin dejar publicado un solo libro, y casi todos los mejores poemas nicaragüenses, dichos al oído de la patria, no han salido de nuestra intimidad todavía. Es éste un silencio necesario a las obras verdaderas; pero creo que ya ha dado sus frutos ese silencio, que es ya mayor de edad la poesía nicaragüense y que ha llegado ya la hora de las publicaciones". Estas palabras de 1949 podrían quizá reflejar, mejor que cualesquiera otras, la actitud actual de Ernesto Cardenal con respecto a su propia obra: evidentemente, el silencio "ya ha dado sus frutos" y "ha llegado la hora de las publicaciones". De ahí que sus dos únicos libros aparezcan en forma si­multánea [3]. Lo poco que conozco de lo producido por Cardenal con anterioridad a estos delgados volúmenes, da testimonio de un lirismo espontáneo y cotidiano, pero también de un formidable dominio del verso, de una par­ticular aptitud para hacerlo sonar de un modo natural, comunicativo. "A propósito de las tardes con niebla y de las lluvias", así empieza Este poema lleva su nombre, y en ese tono de confidencia, de plática cordial, sigue hasta su término un comentario del amor, una suerte de ancho río verbal que constantemente recibe afluentes del buen humor, la lucidez y la ternura. Ya por ese entonces, Cardenal era un diestro en la adje­tivación, que tanto le servía para tonificar una idea ("el balcón lacrimoso sin petunias"; "plaza de ojerosos relojes") como para sensibilizar una metáfora ("tu piel alimenticia, tu tibieza suficiente en el invierno").

En sus dos libros, Cardenal se apoya en tenlas muy dispares. Hora 0 incluye cuatro poemas, escritos en Nicaragua, en un período que va desde la rebelión de abril de 1954 hasta el fin de Anastasio Somoza, en setiembre de 1956, y se refieren sin eufemismos a temas revolucionarios. Gethsemani, Ky, por cl contrario, incluye, veintinueve poemas, referidos a sus años de noviciado en la Trapa. Mientras estuvo en Getbsemani, no le fue permitido a Cardenal. escribir poesía. Sólo podía tomar apuntes. Mediante una elaboración posterior, aquellos apuntes se han convertido en estos poemas.

Los poemas de Hora 0, particularmente el dedicado a Sandino, deben ser de los más vigorosos y eficaces que ha dado la poesía política en América Latina. Si no fueran altamente compartibles por otras razones extrapoéticas, serían igualmente conmovedores por la indignación y la sinceridad que trasmiten. Cardenal utiliza todos los recursos de su sabiduría literaria, de su dominio de la metáfora, de su impulso verbal, para cu­brir de oprobio el nombre del déspota ("I was in a Concierto, dijo Sornoza"). Pero, curiosamente, Hora 0 no es un poema del odio, sino una serena radiografía de la vergüenza.

En un reciente artículo, publicado en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Cardenal ha manifestado: "He tratado principalmente de escribir una poesía que se entienda". Nunca como en los poemas de Hora 0, esa intención pareció tan clara, y a la vez tan intelectualmente gobernada, pero la poesía que de ellos se entien­de, más de un panfletario odio hacia Somoza, trasmite una honda, admirativa adhesión hacia la figura de Augusto César Sandino. Conviene aclarar que esta actitud no es para Cardenal cosa del pasado, ya que la primera publicación de los poemas en la Revista Mexicana de Literatura, fue autorizada por él desde el monasterio trapense en los años 1957 y 1959. Más aún: en la presente edición consta expresamente que su publicación ha sido autorizada por el autor como homenaje a Sandino en el 26° aniversario de su muerte. Y, realmente, qué mejor homenaje que la condensada semblanza inserta en los versos de Hora 0, destinados sin duda a preservar para las nuevas generaciones el retrato verdadero, la imagen esencial del héroe:

"He is a bandido", decía Somoza, "a bandolero".

Y Sandino nunca tuvo propiedades.

Que traducido al español quiere decir:

Somoza le llamaba a Sandino bandolero.

Y

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